Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de octubre de 2007 Num: 659

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El suplente
LETICIA MARTÍNEZ GALLEGOS

El que arde
TAKIS SINÓPOULOS

Las cuentas del cuento
SERGIO RIVAS entrevista con GUILLERMO SAMPERIO

Long Beach
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

En el camino: medio
siglo beatnik

ELIDIO LA TORRE LAGARES

El primer libro póstumo
de Julio Cortázar

RICARDO BADA

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Hugo Gutiérrez Vega

LA PROSA DE GUADALUPE SILVA CORCUERA

Guadalupe Silva Corcuera nos entrega una serie de prosas poéticas a las que, por razones de modestia, llama viñetas. Su prosa es algo más que correcta y su forma de narrar reúne la naturalidad con la fuerza lírica de las palabras precisas.

Para hablar del trágico 22 de abril de Guadalajara, Guadalupe pone “al filo del agua” a una serie de personajes que sufrieron –y tal vez murieron– en las explosiones de los oleoductos de Pemex. El lenguaje de estos personajes constituye el mejor acierto de nuestra narradora que, emparentada con el naturalismo, conoce la fuerza de la palabra y sus significados precisos. Por eso estoy hablando de prosas poéticas. Las jacarandas abren la narración y la cierran. Al pisarlas escuchamos un diminuto trueno que nos obliga a seguir pisándolas. Las flores cubren las banquetas y amortajan a los que cayeron en las terribles explosiones.

Guadalupe pertenece a una Guadalajara acinturada que, con pasos breves, recorría sus calles llenas de flores de tabachín y de jacaranda. Más tarde se rebasó el plano regulador y la ciudad sufrió un crecimiento teratológico que la ha convertido en la más contaminada del país y a aumentado sus problemas de tráfico, mientras que no ha mejorado sus medios de transporte. Pertenece a una Guadalajara en la que se acudía a patinar y a ligar al Parque de la Revolución o a la Avenida Lafayette. Una ciudad, en fin, hecha a la medida del hombre, y que cumplía la función de facilitar las actividades humanas. Su absurdo crecimiento y la ineptitud de los gobiernos municipales la han convertido en enemiga de lo humano y han hecho cada día más difíciles las actividades cotidianas. Huyendo de esas desgracias, Guadalupe y un grupo de amigos se han ido a vivir a las orillas del Lago de Chapala. Ahí conviven con gringos viejos, veteranos de la guerra de Vietnam, de la de Corea, de la segunda y, tal vez, de la primera. Muchos de ellos se han casado con sus empleadas domésticas. Pero el Lago de Chapala, a lo largo de sus historia, ha tenido como huéspedes de honor a Tennessee Williams que ahí escribió una parte de su Tranvía y algunos capítulos de su Primavera romana . D. H. Lawrence vivió también cerca del lago y, cuando iba a Guadalajara, se hospedaba en el hotel Francia. Todavía se recuerda que su habitación era la número 13. Viven por esos rumbos los miembros de la fauna literaria que hace libros para los puntos de venta de periódicos de los aeropuertos. Desde su refugio chapálico, Guadalupe sigue observando a su ciudad acinturada y llena de tabachines, jacarandas, coches y contaminación.

La memoria es la materia con la que trabaja Guadalupe. La memoria y el sueño que pinta de colores tenues que permiten seguir soñando sin que las figuras perturbadoras nos despierten. La mayor parte de esos sueños son plácidos y vienen del mundo siempre novedoso de la infancia.

“Ya baja el toro matrero” es, sin duda, el que reúne las características de la prosa poética y, al mismo tiempo, tiene una intención narrativa, el deseo de decir las cosas para que se fijen en el tiempo y en el espacio. Montale hablaba de la poesía como “el delirio por nombrar las cosas”. Hay algo entrañable en esta prosa en la que Guadalupe nos entrega el perfil de Tenango y la fuerza de sus leyendas.

En “La agraria” está presente el Kafkiano mundo de la burocracia. Simón Tejeda, como Joseph K, espera y espera a la puerta del palacio de la justicia y no entiende lo que le está pasando. Por eso se aferra a un papelito bien doblado en el que laten los derechos que está exigiendo. El papelito es toda su precaria esperanza, enterrada y perdida entre los rimeros de actas, solicitudes y prácticas de la horrenda burocracia.

No desdeña el tono del cuento infantil y se convierte en una abuela inteligente y sensible que habla de los “alimentos terrenales”, de los bellos animales y de su experiencia vital.

Una de las principales virtudes de este libro son los textos breves y ajustados. Por eso podemos calificar de viñetas a algunos de ellos y ubicarlos en el campo del costumbrismo. La Vieja Machis y la moribunda y valleinclanesca María cierran el libro y dejan un aroma de flores secas y, lo que es mejor, una tenue esperanza que, como sabemos, es la más entrañable de las virtudes teologales.

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