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Víctor ríe fácil
Martín Lozano
Foto: Martín Lozano |
Víctor ríe fácil. Tiene esa carcajada de niño que reacciona ante la ocurrencia más inocente, que en nada delata su increíble fuerza de adulto ante la adversidad. Lejos de evidenciar su padecimiento físico, de su risa fluye un contagioso optimismo. Vive en un modesto departamento en El Canal, zona predominantemente hispana de San Rafael en California, y es uno de los 35 millones de inmigrantes latinos en Estados Unidos. A diferencia de los más de seis millones que no tienen papeles, Víctor, llegado a este país hace veintidós años y ciudadano desde 1997, tiene que esforzarse aún más. Caso atípico en familias latinas, es un padre solitario que se esfuerza por darle lo mejor a su hija de doce años, que crece en una sociedad que valora la independencia a edad temprana, con la tentación latente de las drogas y la adquisición desenfrenada de bienes de consumo. Religiosamente le prepara su desayuno antes de irse a la escuela, pero frecuentemente tiene que soportar también su ingratitud de preadolescente rebelde, que no digiere el abandono de su madre o el dialecto zapoteco que él orgullosamente conserva de sus padres, indígenas oaxaqueños que lo educaron en el campo veracruzano. Y es que, apartado del inmigrante común que a base de trabajar duro tiene la posibilidad de alcanzar el sueño americano, Víctor Cuervo parece tener todo en su contra. Se quedó ciego hace once años y sin su esposa, que lo dejó hace más de tres. Sólo llegó a segundo de primaria y su inglés es escaso. Como los demás, ha de hacer frente al sentimiento antiinmigratorio de algunos y a la insensibilidad que muestran no pocos ante su discapacidad. Pero Víctor ríe a la menor provocación, como si tras cada expresión de contento retomara impulso para ganarle la partida a los sinsabores de la vida diaria.
Actualmente recibe el apoyo de una organización al servicio de invidentes, que le asignó a una asistente voluntaria que lo lleva a realizar sus compras, le maneja sus cuentas bancarias o le lee. Con estas ventajas que dice tener, agrega que aún le falta mucho por hacer. "Quiero aprender inglés y computación", manifiesta resuelto. Arquea las cejas y se pone muy serio cuando se le pide opinión sobre la reforma migratoria que se ventila en el Congreso estadunidense.
"Ojalá los que podemos votar lo hagamos en defensa de los que no pueden. No puedo ver, pero eso no me impide ir a las marchas. Ya ves aquí en Canal, toda la gente que la migra se llevó en las redadas. Me gusta apoyar porque yo también sufrí todo lo que ellos [los indocumentados] están sufriendo." Beth Rader, su invaluable auxiliar de Lighthouse of Marin, expresa de él: "Asombra su valor ante la vida. Para él no existe la depresión o la mala suerte. Siempre que llego a su casa está de buen humor." Es hora de despedirse. Ríe de nuevo cuando se le pregunta cómo se dice "risa" en zapoteco.
–Wexhize
–¿Wexhize? Suena chistoso, ¿no?
–Awe [sí] –responde y suelta la carcajada.
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