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DE VUELTA A LA INFANCIA
Jorge Alberto Gudiño Hernández
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RELATO
Ian McEwan,
En las nubes,
Anagrama,
Barcelona, 2007. |
Confieso con orgullo ser un lector entusiasta de la obra de Ian McEwan (Aldershot, 1948). Me he dejado fascinar por sus ejercicios estilísticos bajo los que subyace una profundidad rayana en lo genial. Bajo su guía, me he enterado de cómo una novela puede resultar conmovedora al tiempo en que la precisión con la que se encadenan las palabras sólo puede ser producto de una meticulosidad ilimitada. He asistido, con sus obras, a claros manifiestos espectaculares que suelen dejar sin palabras al lector más puesto.
Acaba de salir a la venta un nuevo libro suyo, al menos en español. Con la compulsión de los lectores impetuosos, ya saboreaba sus páginas antes de tenerlo entre mis manos. Fueron varios los avatares que no me permitían iniciar la lectura; todos ellos culpables de que las expectativas se dispararan hasta desesperar. Por fin, con la ansiedad entre las manos, lo devoré en apenas un rato. Estoy seguro de que no fue la prisa ni tampoco la predisposición. Sucede que no me queda claro el género en el que debo clasificar a las menos de ciento cincuenta cuartillas que conforman el texto. No es una novela, tampoco un cuento. Quizá un conjunto de relatos con elementos comunes. Tal vez para niños, para adultos o para ambos. No lo sé.
Peter Fortune, desde la trinchera de su edad adulta, confiesa los múltiples viajes que emprendió de niño, al amparo y norte de su propia imaginación. Prodigiosa ésta, se dejaba llevar al menor pretexto. Bastaban unas cuantas ideas para que su infancia distraída se perdiera "entre las nubes" e iniciara aventuras fantásticas. Sus padres y sus maestros debían preocuparse al ver al niño con la mirada extraviada, fija en un punto a donde sólo los poderes de lo imaginario podrían conducirlo. Una experiencia que, tarde o temprano, lo confesemos o no, todos hemos vivido. Pero en Peter era el factor común de todos los días, de casi cada momento, de cada olvido y cada distracción.
Parece ser que las explicaciones sobran a la hora de enfrentarse, tras las palabras introductorias, a cada uno de los siete relatos posteriores. En ellos, no sólo se será testigo de los alcances de la fantasía de un niño, de su capacidad para abstraerse en una realidad para crear otra. También seremos partícipes de su angustia acrecentándose conforme cae en la cuenta de la diferencia entre los niños y los adultos. Una diferencia que no sería significativa de no ser porque descubrirá, junto con ella, que en cualquier momento cruzará la barrera que separa los dos mundos y no habrá vuelta atrás. Al menos, eso es lo que parece.
Con En las nubes, McEwan no sólo vuelve a dejar un testimonio de su capacidad para adentrarse en los recovecos de la mente; la psicología es algo que maneja con probada soltura. Tampoco es una muestra de lo que el manejo estilístico le permite a un autor que sabe utilizar sus recursos. Es, ante todo, la oportunidad de adentrarse a una inocencia por muchos olvidada; el camino de regreso para traspasar, aunque sea por poco tiempo, la barrera en sentido contrario. Y eso resulta mucho más importante que poder clasificar una obra.
ENSAYO SOBRE SU NIÑEZ
Jorge Alberto Gudiño Hernández
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BIOGRAFÍA
José Saramago,
Las pequeñas memorias,
Alfaguara,
México, 2007. |
Las razones que llevan a alguien a escribir su autobiografía pueden ser muy variadas. Van desde una megalomanía poco consecuente hasta la utilización del método como exorcismo contra sus fantasmas. Es probable que surjan siendo una extensión del consabido recurso que implica llevar un diario aunque no es común que, quienes practican dicho ejercicio, gusten de llevarlo a la luz pública. En ocasiones, las menos por supuesto, la autobiografía se cultiva como un género híbrido, que va de la memoria al presente, en la conciencia plena de que se tiene algo que decir, algo que aguarda la lectura impaciente de los lectores. No es necesario ser una celebridad o, mejor, no es preciso sólo ser eso. Es menester, por el contrario, ser alguien digno de ser presentado por uno mismo, con todas las subjetividades que ello implica.
En Las pequeñas memorias José Saramago (Azinhaga, 1922) se da a la tarea de relatar los años de su infancia, del principio de su adolescencia, de un período que no queda del todo establecido porque tampoco es necesario. Es su propio viaje a la semilla partiendo del presente. No es lo mismo un recuerdo que una analepsis. Mientras el primero parte de la idea de la distorsión, la segunda pretende llevar a cabo un salto temporal. Es la elección del recuerdo, de la memoria, lo que le confiere un tono único a esta autobiografía. Sucede que es un premio Nobel el que está dejando constancia de lo que fueron sus primeros años. Pero lo hace desde la óptica del hombre viejo, del que ha ido acumulando las imágenes de manera arbitraria, según estén ligadas con la intensidad de las anécdotas.
Saramago siempre ha sido un escritor que, dentro de lo novelístico, se ha dado el lujo de participar con una voz externa para llevar a cabo reflexiones sobre sus personajes. Siendo protagonista de su historia, no podía dejar de hacer eso mismo. Su yo narrador cobija a su yo narrado con la indulgencia que sólo pueden dar los años. Así será como el lector participe de una serie de episodios que, lo menos, terminarán por conmoverlo. Sobre todo, porque la vida se entretiene dando vueltas, ofreciendo imágenes que no siempre obedecen a una lógica. A la larga, uno nunca sabe qué es lo que prevalecerá con el discurrir prolongado.
No sé bien qué es lo que lleva a alguien a escribir una autobiografía, a compartirla con un público lector. Tampoco me queda claro qué es lo que lleva a ese público a desear leerla. Sin embargo, sean cuales fueran las razones, hacerlo implica un riesgo y un compromiso. El de toparse con lo inesperado y el de saberlo manejar. No siempre es fácil dejarse conmover por un personaje; menos, cuando es persona. Hasta antes de leer Las pequeñas memorias, no podía sino imaginar al José Saramago de las fotografías, jovial pero cargado de años; ahora, no puedo sino actualizar su imagen rescatando cada uno de los episodios que regala en sus memorias para configurarlo como un ser mucho más completo y entrañable.
MAYULI MORALES FAEDO
INVITACIÓN AL JUEGO
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CUENTO
Leticia Martínez Gallegos,
Tarascadas de realidad,
Ediciones Calma,
Cuiria/Fridaura, 2006. |
Una característica recurrente que invade todos los
textos de este libro es la abierta intertextualidad a través
de las referencias a otros textos y otros autores, así
como a motivos literarios y frases conocidas. La autora
reconoce abiertamente las influencias. Permite que
la invadan, como la protagonista del cuento “Los lirics”,
pero no para dejar que la posean sino para sentirlas
y dialogar con ellas. Así, los sucesos del cuento
fantástico “La pelirroja de Amsterdam” remiten al
mito de Pigmalión en La metamorfosis de Ovidio con
significativas variaciones: la estatua es la prostituta
arrollada y revive insuflada por el deseo del personaje
masculino para abandonarlo. La referencia al famoso
cuento de Augusto Monterroso “El dinosaurio” con
una variación decisiva: “Y cuando despertó... tenía en
sus brazos un hermoso bebé.” La potencialidad del
cuento se dispara hasta lo inimaginable pues un bebé
es, antes que cualquier otra cosa, la creación misma y
luego, una historia que comienza abierta a diversas
posibilidades: es el cuento, la novela, una trama futura.
Acaso el cuento más breve pero su posibilidad narrativa
es infinita tanto hacia el futuro como en una
retrospectiva.
Siguiendo la línea del último ejemplo, quiero hacer
algunos comentarios del otro registro textual, el
llamado “poesía” por la intensidad de la imagen poética,
la ausencia de una historia y el juego que se permite
la autora con el lenguaje. Es destacable en este
conjunto de textos que representa la mitad del libro
en términos de número de textos, la conciencia de la
arbitrariedad del signo y el juego permanente con las
posibilidades del significado, el ingenio, la ruptura
de la lógica según el significado previsible codificado
y la animización o subjetivización de lo no humano.
Por ejemplo “Graffiti: grupo de trazos que optaron
por la sedición” y “Naturaleza muerta”: “un árbol se
ha puesto pantalón de hombre. Para colmo, tiró sus
hojas antes de tiempo y en su lugar lleva un gran chaquetón
de piel”, donde recurre al tema de la naturaleza
mutilada por la cultura.
Tarascadas de realidad abre y cierra con textos poéticos,
cerrando en un círculo todo el texto como conjunto
mayor. Las cosmicidad en donde el ser humano,
autora/or, creadora/or es consumo de gusanos guiña
el ojo a ese inicio donde el sujeto lírico habla de los que
tienen un hijo, siembran un árbol, escriben un libro y
desconfían de la señora elitista que suelen llamar
eternidad. Tarascadas de la realidad es un conjunto de textos que
si bien suscita la reflexión a una misma vez sobre lo
terrible y lo extraordinario del mundo, no evade la
gracia, el ingenio, el juego imprescindibles en todo
arte. Su autora nos invita al pensamiento, al cuestionamiento
y al placer.
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Luna trashumante,
Silvia Tomasa Rivera,
Universidad Autónoma de Nuevo León,
México, 2006. |
En este volumen se reúnen la obra inédita a la que corresponde el título, así como El sueño de la Valquiria y Águila arpía, que testimonian lo que, en palabras de Julio César Martínez, es "una voz poética de gran versatilidad".
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El mejor cazador,
Héctor Mendoza,
Ediciones El Milagro/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
México, 2006. |
Se incluye también La guerra pedagógica, que junto con la pieza que da título al volumen, son dos de las obras que dan cuerpo al trabajo dramatúrgico de uno de los autores indispensables del teatro mexicano.
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Yo mato,
Giorgio Faletti,
Random House Mondadori,
México, 2006. |
No se informa quién es el traductor al español de los más de seiscientos folios que componen ésta, la primera novela del italiano Faletti, conocido en ámbitos del show business. Hay quien la ubica "sin lugar a dudas, en la línea del bestseller criminal escandaloso"...
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Un estilo de vida como cualquier otro,
Darcy O'Brien,
Oceano,
México, 2004. |
Una estupenda introducción de Seamus Heaney abre este relato autobiográfico, escrito hace treinta años, en el que O'Brien muestra los lamparones, las hilachas y las derrengaduras detrás del telón suntuoso de un Hollywood menos idílico de lo que todo mundo piensa.
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Bala perdida,
Montserrat Álvarez,
El Billar de Lucrecia,
México, 2007. |
Nacida en España hace treinta y ocho años, la autora de este poemario --en el que, según Luigi Amara, opta "por un énfasis provocador y al mismo tiempo crítico"-- radica en Paraguay y suele colaborar, además de otros países, en revistas de Perú, país donde obtuvo el Premio Poeta Joven 1990-95.
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El gringo a través del espejo,
David Lida (compilador),
Ediciones Cal y Arena,
México, 2006. |
Aunque algo de contradictorio hay en el uso de la palabra "gringo" en el título, el compilador confiesa haber evitado la "diatriba antiyanqui" en los textos que solicitó a la veintena de autores reunidos en estas páginas. Juzgue el lector.
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