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de Jorge Alberto Gudiño Hernández sobre Un canto pletórico
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EL LINCHAMIENTO DE SADDAM
FUNERALES
Las pantallas caseras en Estados Unidos terminaron 2006 con un auténtico embotellamiento de muertes célebres. A diferencia del fin de año de 2004 en que el terremoto submarino de Sumatra-Andaman desató un tsunami que arrancó un cuarto de millón de vidas en dos continentes, en esta ocasión tuvimos una competencia televisiva por la atención del público para contemplar tres procesiones fúnebres: la del ex presidente Gerald Ford, la del padrino del soul, James Brown y, por supuesto, el precipitado viaje al patíbulo de Saddam Hussein. cnn, Fox News y msnbc tenían un festín de necrofilia decembrina en sus manos y apenas sabían qué hacer con él. Por una parte estaba la solemne evocación del presidente que "curó a la nación en un tiempo turbulento" al perdonar a Nixon de los crímenes que lo obligaron a renunciar a la presidencia; por otro, estaba la sentida pero emotiva celebración de la vida de Mister Dinamita, con llanto, canciones, baile, y la redención de Michael Jackson, quien por un momento dejó de ser un paidófilo perverso y ridiculizable para volverse un admirador más del autor de la emblemática canción: "Say It Loud- Im Black and Im Proud" ("Dilo fuerte- Soy negro y estoy orgulloso"). Y finalmente estaba el evento que "marcaba un importante hito en la ruta de Irak para volverse una democracia", como calificó George W. Bush el ahorcamiento de Saddam. Tuvieron que pasar cinco días para que Bush añadiera que ojalá la ejecución se hubiera llevado a cabo de una forma más digna. Recordemos que este presidente sabe de lo que habla pues durante su tiempo como gobernador de Texas 113 personas fueron ejecutadas, sin que él perdiera un minuto de sueño ni perdiera la dignidad.
EL DIGNO SHOW DE LA MUERTE
A los pocos minutos de la ejecución, que ocurrió a las 6:10 am del 30 de diciembre, se informó que Saddam había llegado a su cita con la muerte sereno y con un Corán en las manos. Uno de los testigos dijo: "Tan sólo se rindió. Estábamos sorprendidos. Fue muy extraño. Tan sólo se rindió." El asesor de seguridad nacional, Mowaffak al-Rubaie, entrevistado en cnn, dijo que el procedimiento se había llevado a cabo con dignidad y solemnidad. Pero mientras hablaba al aire alguien más afirmó que algunos testigos habían bailado alrededor del cadáver aún tibio de Hussein. Al-Rubaie dijo que eso era posiblemente cierto, pero que de todos modos había sido una ceremonia seria y honorable. Luego llegaron las prometidas imágenes de la ejecución: en silencio se mostraba unos segundo a Saddam rodeado por sus verdugos con pasamontañas. Por más que los conductores de cnn enfatizaban que se había hecho justicia, el asunto de los testigos bailando simplemente no sonaba muy digno. Luego se mostró una imagen de Saddam muerto en una camilla, medio cubierto por una sábana. Y en menos de lo que se dice YouTube comenzaron a aparecer testimonios, que al estilo de las fotos de Abu Ghreib, revelaban lo que realmente pasó en la cámara de ejecución. Por lo menos alguien introdujo un teléfono celular con cámara y filmó el show: los testigos gritaban "Dios te maldiga" y "¡Moktada, Moktada, Moktada!" refiriéndose al clérigo shiíta que controla al ejército Mahdi y sustenta el verdadero poder detrás del gobierno de Al-Maliki. Hussein entonces preguntó: "¿Moktada? ¿Es ese el orgullo de los árabes? ¿Es así como se comportan los valientes?" Un cómico en el muy plagiado programa The Daily Show, de Jon Stewart señaló: "Un buen indicador del estado de deterioro de Irak es que la persona más digna en esta ejecución era el genocida."
SADDAM, EL HÉROE
Linchar gobernantes es una vieja tradición en Irak, donde reyes, generales y presidentes han sido colgados, decapitados y balaceados, y sus cuerpos mutilados han sido expuestos al pueblo. Nadie cuestiona que Saddam era un déspota y un criminal que envió a cientos de miles a la muerte. ¿Pero para qué perder tiempo con un proceso judicial cuando de todos modos se aplicaría la justicia de los vencedores? Desde que se transmitieron las imágenes de un médico estadunidense que le buscaba piojos, el dictador se había humanizado notablemente. Esa estrategia propagandística para humillarlo en realidad le dio algo semejante a la calidad humana que nunca tuvo antes, la cual tan sólo fue engrandeciéndose con las furiosas diatribas que lanzó desde el banquillo (o corralillo) de los acusados. Saddam, el carnicero de Bagdad, se tornó para muchos en un símbolo de la resistencia. Y finalmente los estadunidenses y sus rabiosos títeres lograron lo que parecía imposible: lo volvieron un héroe del mundo árabe, que muy probablemente en quinientos años será mitificado y recordado al lado de Saladino.
Finalmente, mea culpa: en mi anterior artículo señalé que Rumsfeld había sido secretario de Estado cuando fue secretario de la Defensa.
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