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de Jorge Alberto Gudiño Hernández sobre Un canto pletórico
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MILENA
Se nacía con un nombre que luego se cambiaba al encontrar el verdadero: fue lo ocurrido con ese hidalgo que toda su vida se llamó Alonso Quijano y, en su madurez, don Quijote de La Mancha. Los latinos agregaban un sobrenombre para describir a la persona; así, Marco, de la familia Tulia, fue conocido como Cicerón ("garbancito") por una verruga que el orador tenía en la nariz. En otras culturas, el verdadero nombre se ocultaba por cuestiones mágicas y se ofrecía al mundo uno distinto (falso, social, metafórico): en Éxodo 3, 14, Yahvé le dijo a Moisés, cuando éste interrogó a la zarza ardiente y le preguntó su nombre: "Soy El que Soy", es decir, eludió revelarse y sólo mostró una de sus cualidades.
¿Qué significa llamarse Milena en la sociedad contemporánea, otorgadora de nombres antes de que el recién nacido busque el suyo, desarrolle una personalidad o manifieste sus atributos? Ese nombre eslavo ha sido relacionado con "la pacífica", "la eterna" y, cuando se vincula con el nombre de Magdalena, con "la que vive sola en el torreón", "la magnífica". Además de esas hipótesis nominalistas, pero incluyéndolas a todas, Milena es "la llena de gracia", derivación de Mila, "la querible", "la amada"; llamarse así es, también, alimentarse de lo que otras Milenas han construido en el pasado.
Hubo una reina Milena. El rey montenegrino, Nikola i (1841-1921), poeta y escritor dramático, gobernante exitoso, fue comprometido en 1853 con Milena Vukotic (1847–192?), de seis años de edad, hija de uno de los más respetados vóivodas montenegrinos, Petar Vukotic. El rey, en sus memorias, dijo haber sido feliz con ella. En las biografías de Nikola se dice que durante su reinado tuvo un ayudante, un consejero, un amigo y un ángel guardián en la compañera de su vida, la reina Milena, mujer y gobernante de grandes virtudes: el pueblo montenegrino la llamó "madre nacional".
Hubo una pintora, Milena Pavlovic Barili (1909–1945), hija del compositor, crítico, poeta y viajero italiano Bruno Barili y de la serbia Danica Pavlovic. Vivió en Londres, París y Roma. En 1939 fue a Nueva York, donde permaneció hasta su muerte, causada por un paro cardiaco. En Milena Pavlovic coexistieron diferencias creativas, fuente y signo particular de su fuerza imaginativa, pero también carga psicótica en su vida cotidiana. Tuvo dos herencias culturales, dos patrias paralelas: la del padre y la madre, pero ninguna patria verdadera; comenzó a hablar en dos idiomas: a la madre le escribía cartas en serbio y, al padre, en italiano; se expresaba artísticamente con la pintura y la poesía; era afecta a la familia, pero creció sin conocer una casa hogareña, viajando del padre a la madre, quienes siempre vivieron casados, pero nunca juntos. Fue una niña inocente bajo la imagen de una mujer fatal. Frágil y sensible, se dejó vivir en la libertina y lasciva bohemia de entreguerras.
Hubo una escritora, Milena Jesenska (1896–1944), que se enamoró de Kafka y de quien dijo, después de su muerte: "Es el hombre más extraño que conocí y nada en la vida me cambió tanto como mirar su corazón. Era muy noble, pero diría que ocultaba eso como quien se avergüenza por aventajar a otros. Nunca hizo nada que lo mostrara como era, las cosas más bellas las hacía silenciosamente, con pudor, a escondidas."
El siguiente fragmento, de "Camino a la sencillez" (traducido por Jelena Rastovic), inquieta por la extraña sabiduría de su autora: "La belleza más grande en el hombre es la armonía. Con esto no pienso en lo exterior. Pienso en la armonía y el equilibrio interior de las cualidades negativas y positivas, en un todo único, expresivo. Si, por ejemplo, usted ve al gato, ve algo completamente perfecto; sin embargo, esto que es perfecto no es el gato. No sabe volar, ni ladrar, ni hablar, ni calcular; pienso que existen muchas cosas más que no sabe. Pero lo que hace, lo hace con perfección y nunca se le ocurre intentar algo que no pueda hacer, por ejemplo, bailar. Existe la gente que todo lo hace con perfección, de manera completamente armoniosa, y puede dominarse, criticarse a sí misma y poseer tanto de la naturalidad viva, que nunca hace nada que no entienda. Esta es la razón por la que nunca es fea, pues fea sólo es la torpe, ridícula e insaciable vanidad. Ellos son íntegros y tienen forma perfecta: algunas veces, conscientemente, y saben que la conquistaron; otras, de pasada, pero siempre se mueven con la bella seguridad de quien hace lo correcto. Hablan correctamente, obran correctamente, se comportan correctamente y se visten de manera correcta."
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