Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de julio de 2006 Num: 592


Portada
Presentación
Bazar de asombros
Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa
MARCOS
Para mayor gloria del teatro
OTTO MINERA
El siglo de Brecht
LUIS DE TAVIRA
Ocho momentos en la vida y la obra de Bertolt Brecht
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
La ópera de los millones de centavos
Ricardo Bada
La Comala del sur en Abril rojo
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON Entrevista con SANTIAGO RONCAGLIOLO
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Indicavía Sonorosa
ALONSO ARREOLA

Tetraedro
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 


JAVIER SICILIA

MARCELA HERSCH, LA MEMORIA Y LA CUNA

Marcela Hersch no es sólo una música pura –quien haya escuchado sus ejecuciones y composiciones (Marcela Hersch, composiciones para piano), y haya seguido su tarea de maestra, sabe a qué me refiero–, sino también una música de la memoria. Gran parte de su talento lo ha usado para rescatar del olvido mucho de lo que en la música constituye nuestro ser mexicano –hay que escuchar el rescate que hizo de la música para piano de Alfonso de Elías, Homenaje a Alfonso de Elías, para saber la contribución que Marcela ha hecho a la música de nuestro romanticismo. En estos últimos tiempos, Marcela se ha sumergido en una tradición más antigua, cuyo fruto es ¿Me cantas, ma? Me refiero a la tradición de la canción de cuna.

Esta tradición, en Occidente, se remonta lejos, al cristianismo popular, que pone en labios de María arrullos al niño; arrullos que, por extensión y por los procesos connaturales a las tradiciones orales, se llevaron después a las cunas de los niños. A México llegaron con España. Algunos se preservaron, otros se unieron a cantos populares indios de los que emergieron canciones de cuna mestizas o indígenas (¿quiénes de mi generación no recuerdan, por ejemplo, esa canción náhuatl que meció nuestra infancia y cuya letra dice más o menos: "Conesh, conesh, palesche, xicubin, xicubin, yocolquín"; que no sé escribir como se debe y cuyo sentido no tengo todavía la más pinche idea de lo que quiera decir, pero que al escucharla nos devuelve no sólo a la infancia, sino que nos vincula con toda las dulzuras de todas las cunas y de todas las madres a través del tiempo?)

Por varios siglos, esos cantos se trasmitieron de madres a hijos con agregados, variaciones y nuevos tonos. El ethos de un pueblo pasaba, se conservaba y renovaba en ellos. No había necesidad de fijarlos. La memoria y la cultura bastaban. No sé si las madres de las generaciones actuales, sometidas al imperio ginecológico y pediátrico –ese substituto profesional y sistémico de los vínculos entre madres e hijas– sobre sus cuerpos y los cuerpos de sus hijos, guarden aún esta memoria y canten a sus hijos como nuestras madres lo hicieron. En todo caso, la desmemoria cultural, impuesta por la masificación de los medios de comunicación y la proliferación del mercado y la publicidad, hace de qué temer en el caso de la canción de cuna.

Quizá esta realidad hizo que el investigador Vicente T. Mendoza y el músico Francisco Moncada, elaboraran a mediados del siglo xx la primera –y quizá hasta ahora la única–, recopilación no sólo de las canciones de cuna mexicanas, sino de los cantos y juegos que a lo largo de los siglos han cantado los niños de este país, Lírica infantil mexicana (fce).

No sé si esta realidad haya sido también uno de los motivos que llevó a Marcela Hersch a sumergirse en la cuna de su infancia y en la memoria lírica rescatada por Mendoza y Moncada para darnos este espléndido ¿Me cantas, ma? Lo que sí puedo afirmar es que la intuición de la artista ha hecho ese rescate a través de la música y la voz.

Marcela Hersch, siguiendo la tradición histórica del hombre, hasta antes de la modernidad que creó la noción de autor, ha retomado esa larga memoria oral y musical de México y, como lo ha hecho cada madre inclinada en la cuna de su hijo, le ha impreso su sello. Recordando, quizá, las declinaciones con las que su madre le cantó algunas de esas canciones; recordando, quizá también, los tonos y las maneras en que oyó a otras madres cantar a sus hijos, sumergida en los textos de Mendoza y Moncayo, y sobre todo, escuchando su propia cuna interior, ha producido este disco magnífico. De ello no sólo es prueba la dulzura de la música y de las letras que emanan de él, sino los instrumentos que eligió para su ejecución, instrumentos tan elementales y tan vinculados a la voz humana y a la tradición del mestizaje: el piano, la flauta, el cello, las tablas, el tambor y las campanillas.

Al escuchar ¿Me cantas, ma?, interpretado por la acogedora voz de Nadia Ortega, he sentido lo que siempre busco en el arte, el consuelo, pero sobre todo el saberme mecido en la cuna magnífica de la memoria de una matria, sin la cual no seríamos hombres.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro y liberar a los presos de Atenco.