Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de julio de 2006 Num: 592


Portada
Presentación
Bazar de asombros
Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa
MARCOS
Para mayor gloria del teatro
OTTO MINERA
El siglo de Brecht
LUIS DE TAVIRA
Ocho momentos en la vida y la obra de Bertolt Brecht
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
La ópera de los millones de centavos
Ricardo Bada
La Comala del sur en Abril rojo
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON Entrevista con SANTIAGO RONCAGLIOLO
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Indicavía Sonorosa
ALONSO ARREOLA

Tetraedro
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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ANA GARCÍA BERGUA

DEL OTRO LADO DEL TIEMPO

Hay ciertas zonas de la vida que son un poco fantasmagóricas, un poco el umbral entre el sueño y la vigilia, entre lo real y lo fantástico, o entre lo que ocurre y lo que pudo ocurrir. Zonas grises, zonas de sombra que por ratos desaparecen pero que siempre, en el fondo, están ahí: sueños, pensamientos e imágenes entremezclándose constantemente en nuestras frases, en nuestros gestos en apariencia reales y cotidianos, sin mayor significado, realidades sobrepuestas que parecen quererse tocar y que sólo se muestran de manera patente en la literatura. Sería el caso de una serie de fantasías o de temores, como cuando estamos en la playa con la pareja y ésta se va por un momento lejos, hacia unas rocas, y pensamos que tal vez se ha ido a encontrar con alguien, y vemos regresar a alguien que podría ser la persona con la que se encontró, pero no sabemos, y queda una duda que corroe. O cuando las teorías de nuestro psicoanalista comienzan a intervenir de manera extravagante en nuestros sueños, creando una realidad fantástica y somnolienta que sólo nos pertenece a nosotros y a él. Así son los relatos de Encuentros, el nuevo libro de Federico Patán (Universidad del Paso-Eon, 2006), los cuales transcurren en esa zona de penumbra. A la manera de la tradición literaria inglesa, de la cual Federico Patán es estudioso y especialista, de manera romántica y sombría se entrelazan estos encuentros en medio de sombras muchas veces trágicas o por lo menos equívocas. Los encuentros con personas que recuerdan a muertos queridos, por ejemplo, aparecen en dos ocasiones, en los relatos "Una ventanilla de tren" y "Niño en la escalera". Sus protagonistas reviven en la penumbra sus historias pasadas, mientras buscan en la actual un escape o una resolución que los salve aunque los destruya. Hay también una historia, "Jueves" que transcurre entre aquellos que planearon verse hace treinta años, y uno de ellos parece haber vivido una espera a cubierto, cosas que el otro no termina de adivinar y ante las cuales pasa de largo. También es el tema de "Maderas flotantes", otro cuento sobre el tiempo que pasa y acumula las somnolencias de las esperas, las cuales enrarecen el instante presente. Esta invasión sombría de las subjetividades se da de manera paulatina, como si el narrador fuera descorriendo un velo hacia la sorpresa final en que estas realidades distintas se resuelven. Esto ocurre de manera muy evidente, incluso plástica, en "Pláticas junto a la estufa", aunque en este caso es la realidad la que se va entremetiendo de manera extraña en una conversación interior, antes de la muerte. Poco a poco las manipulaciones de los médicos alrededor de aquel que está conversando con la mujer a la que pudo haber amado nos hacen ver de qué lado de la narración estábamos, quienes veíamos como real esta conversación. La muerte figura en estas narraciones como una parte inevitable de las cosas, y esta sombra de la que hablo, esta fantasmagoría que se entrelaza en la narración de manera tan fina, es una de las maneras de relacionarse con ella. Como la vida inventada de un cadáver desconocido que le toca en suerte resguardar al protagonista de "Sólo un poco de polvo". O como las sesiones con el psicoanalista que transforman la naturaleza de los sueños del paciente, en los que el psicoanalista termina por participar ("Un río de aguas negras").

Estos cuentos de Federico Patán llevan al calce fecha y lugar de inicio y de conclusión, como cuando se ponen las fechas de nacimiento y muerte de una persona. Es raro aquel que haya tardado menos de un año en lograrse, aquel que haya sido concebido y terminado en un mismo lugar. Es curioso pensar en estos cuentos como seres cuyo autor ha echado a vivir y ha alimentado de viajes, de vida, de tormentos, goces y sombras, pero en cierta manera esta imagen corresponde a la densidad con que llegan a nuestras manos, densidad rara en estos días de cuentos ready made. Es esta una densidad en la que cabe todo, en la que se respiran deseos y esperas, en las que el erotismo es siempre algo que está a la mano en las expectivas, en contraposición con lo poco que está para los personajes en la realidad, en las que la muerte es una señora bien vestida, guapa, de bastón, que cumple algunos deseos, o una terraza al sol en la que queda uno atrapado y desde la cual, entre la vegetación lejana, se alcanza a ver el mar.