Hugo Gutiérrez Vega
Avatares de la política exterior mexicana (I DE III)
Exilio español: José Ramón Arana y sus libros |
México tiene una tradición muy respetable en materia de coherencia, generosidad e inteligencia en todo lo que se refiere a su política exterior. Recordemos algunos momentos estelares de esa ejemplar línea política:
1. Nuestro país fue el primero en reconocer a la Unión Soviética que, en justa respuesta, nos envío como embajadora a una mujer excepcional, la señora Alejandra Kollontay, primera comisaria de educación del primer gobierno de Lenin. Por cierto, uno de los consejeros de la joven embajada fue Manuel Gómez Morín.
2. México fue el primero en romper relaciones con la Unión Soviética en defensa de la Finlandia invadida. Muy pronto regresamos a Moscú.
3. El único voto a favor de la Abisinia invadida por el ejército italiano fue el de México. “El rey de reyes” mantuvo su agradecimiento a nuestro país y todos los 15 de septiembre asistía al Grito que se daba en nuestra embajada en la capital etíope. Por cierto que uno de esos días el embajador mexicano se trajo a un mariachi que andaba desbalagado por El Cairo. Quería dar un campanazo folclórico. Llegó el Negus a la residencia de la embajada y el mariachi, con gran tacto diplomático, interpretó la inmortal canción de José Alfredo: “Y tú que te creías el rey de todo el mundo...” El emperador no supo cómo reaccionar, pero quiso pensar que no había ningún sarcasmo o falta de respeto.
4. México fue modelo mundial de apoyo y defensa de los perseguidos de todo el mundo. Abrimos nuestras puertas y los recibimos con generosidad y afecto. El ejemplo dado por el embajador Gilberto Bosques en Francia es un emocionante momento de la diplomacia defensora de los derechos humanos. Don Gilberto, por órdenes del presidente Cárdenas y por propia iniciativa, trabajó incansablemente para salvar la vida de miles de españoles que huían de la represalias del espadón golpista, así como la de miles de judíos de Ucrania, Polonia, Alemania, Francia y los Países Bajos. Alquiló castillos en el sur de Francia, consiguió barcos de todos tipos y envío a puerto seguro en México a más de 50 mil perseguidos del mundo. Por esas fechas, Franco exigía la entrega del presidente Azaña, moribundo en un pueblo cercano a la frontera española. Nuestro consulado en Marsella recibió la orden del presidente Cárdenas y de inmediato acudió en ayuda del ilustre moribundo. Un funcionario del consulado hizo el proceso de naturalización y el cuerpo de Azaña fue cubierto con la bandera mexicana para evitar que la policía de Vichy lo entregara a los agentes del militar asesino. El presidente de la República Española murió envuelto en nuestra bandera y naturalizado mexicano.
5. Gran parte de la literatura guatemalteca se escribió en México; muchos centroamericanos, colombianos, peruanos y de otros países de sudamérica encontraron refugio en nuestra tierra. La Operación Cóndor obligó a una buena cantidad de brasileños, argentinos y uruguayos a buscar y encontrar asilo en tierras mexicanas. Un buen número de miembros de la sociedad psicoanalítica argentina, encabezados por la brillante Mimi Langer, trabajaron en México y, al igual que los ilustres exiliados españoles, muy pronto enriquecieron nuestra vida cultural, educativa y científica. Recuerde el lector los nombres de los notables intelectuales españoles que hicieron su vida en México. Recuerde, además, cómo fueron determinantes en la consolidación de instituciones como El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica, el Politécnico y tantas otras de carácter educativo y cultural. Nunca en la historia de los exilios se había dado tanta generosidad y se habían abierto tan ampliamente las puertas de un país para recibir a los perseguidos de otro. Tomemos en cuenta que esos perseguidos eran gran parte del patrimonio artístico, científico, cultural y educativo del país del que huían.
(Continuará)
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