Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 11 de mayo de 2014 Num: 1001

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En la Lisboa de
Fernando Pessoa

Marco Antonio Campos

Un domingo a la semana

Un lector, un suplemento
Gustavo Ogarrio

Después del número mil
Antonio Rodríguez Jiménez

La cifra y el
nombre de la idea

Las mil y una semanas

La dama del perrito
y la geopolítica

Jorge Bustamante García

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Raúl Hernández Viveros
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Rodolfo Alonso
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 
Un lector, un suplemento

Gustavo Ogarrio

Ya sabemos que los suplementos culturales son un laboratorio de la literatura y un permanente ensayo editorial, en voz alta, de una política de la lectura. Los suplementos siempre han sido una especie de islas de palabras enigmáticas en las que todo puede suceder: las palabras ajenas se mezclan con los pensamientos propios bajo un pacto secreto que nunca sabemos cuándo ni en dónde va a estallar para difuminar, sellar y ampliar sus descubrimientos y asombros.


Juan Villoro y Hugo Gutiérrez Vega

La Jornada Semanal ha sido mi isla predilecta desde que la hojeaba en su formato de revista y cuando era dirigida por Roger Bartra. Tengo una memoria casi fotográfica de muchas de sus portadas, una intimidad casi milenaria con sus páginas. En aquellos días universitarios en los que descubría la radical alteridad de la lectura, La Jornada Semanal significaba la certeza de que, en esa intimidad del acto de leer, algo sucedería, algo que poco a poco, “sin prisa pero sin pausa”, modificaría el futuro de los mundos posibles. Mis primeras lecturas de La Jornada Semanal estaban poseídas por una curiosidad incurable y por un asombro desordenado, adolescente y furioso. En la lectura de sus páginas buscaba lo que muchas veces no existe en la vida inmediata: otras vidas, otras voces, otras interpretaciones, otros mundos. Gracias a Juan Villoro, quien también fue director del suplemento, un domingo de finales de 1997 realicé mi primera incursión en La Jornada Semanal con una breve crónica de rock.

Las lenguas del señor
 
Domingo en español
Dimanche en francés
Domenica en italiano
Kiriakí en griego
Dimanco en esperanto
Duminica en rumano
Diumenge en catalán
An domhnack en irlandés
Domingu en asturiano
Duménica en corso
Harí minggu en indonesio
Harí ahad en malayo

En 2003, gracias a Hugo Gutiérrez Vega, su actual director, y después de algunos años de nadar en las aguas turbulentas del periodismo en Michoacán, volví a las páginas de La Jornada Semanal. He intentado que mi ánimo de colaborador del suplemento no consiga anestesiar mi condición de lector. Porque un lector siempre será el gran misterio de la literatura y garantiza que nadie tenga la última palabra sobre los textos y sobre la vida misma: invisible y anónimo, el lector completa críticamente el ensayo, el cuento, el poema o la crónica; le da realidad a esa política semanal de la lectura; al poder leerlo todo desde su condición de enigma, es la parte fundamental y verdadera en la historia de cualquier suplemento. He escrito en estas páginas sobre los temas que mi intuición de lector va imaginando, casi siempre al borde de la literatura y de la política, con una libertad plena, con una alegría casi desesperada y hasta con cierto furor de lector siempre incompleto.

Un suplemento cultural es un informante de su propio tiempo histórico. La Jornada Semanal, en este número mil uno (al igual que el diario La Jornada, que en este 2014 cumple treinta años), en su larga historia de informante, es también el testigo de las mil y un cabezas, de los mil y un textos en tiempos aciagos para la sociedad mexicana. Al igual que el arcano Macedonio Fernández en su novela Museo de la novela de la Eterna, o antinovela, como suelen referirse a ella muchos críticos literarios, me gustaría decir que La Jornada Semanal podría ser considerada también como “la obra en que el lector será por fin leído.”