Hugo Gutiérrez Vega
Tomóchic y los milenarismos (V DE VI)
Monumento a los hombres, mujeres y niños del pueblo de Tomóchic, Chihuahua |
Tomóchic tuvo cinco ediciones. La primera anónima y a partir de la segunda ya con el nombre de su autor. Heriberto Frías es fundamentalmente periodista, pero su estilo de narrar muestra innovaciones formales muy importantes para la época.
Los personajes reales de la novela hablan como los campesinos chihuahuenses; los acontecimientos son descritos con veracidad impecable y Teresa Urrea es objeto de un análisis que incluye aspectos de gran fuerza lírica. Martínez Assad nos dice que la prédica de Teresa Urrea influyó determinantemente en el noroeste de México y fue invocada por todos los movimientos de carácter sedicioso. Teresa fue “una víctima del Estado hereje y enemigo de la verdadera religión”, como afirmaban los tomochitecos. Fue expulsada de Cabora y se fue a radicar a Nogales, en donde murió. Este personaje tiene una fuerza especial y es, sin la menor duda, uno de los más contrastados y discutidos de la novela de la Revolución.
Ya he mencionado algunas de las novelas de Frías. Me faltan sus artículos de tema político y creo que no se ha hecho la compilación definitiva de sus cuentos y poemas líricos. Han estudiado su obra James Brown, John Brushwood, José Ferrel, Luis Lara Pardo, Raúl Rangel Frías y María Esther Montanaro. Su novela principal se lee en las escuelas, pero no ha sido analizada suficientemente y su valoración no es del todo precisa. Tomóchic es una novela pionera, un testimonio fiel y valiente, un ejercicio de prosa narrativa, pero sobre todo un acto de compasión y de solidaridad.
La novela emblemática de Heriberto Frías, como la Numancia, de Cervantes, el Canudos, de Da Cunha, recupera la imagen de una comunidad destruida por el odio y por la violencia institucional. Frías no era un escritor improvisado. El periodismo le dio agilidad y naturalidad en el manejo de las palabras y siempre mantuvo su voluntad de estilo. Guiado por Zola y por los naturalistas franceses, influenciado por Gamboa, Rabasa y López Portillo y Rojas, construyó sus personajes con base en la realidad inmediata, reseñó sus acciones y, gracias a su malicia formal, dio interés y movimiento, así como fuerza lírica, a las distintas etapas del acontecimiento reseñado. Los pioneros de la novela de la Revolución describieron el panorama de desigualdad y de control policíaco y militar del México de Díaz: la prostituta de Santa, de Gamboa, es una víctima de la situación social, y los personajes de La bola y El cuarto poder, de Rabasa, anunciaban ya la inquietud que brotaba de las condiciones sociales y del autoritarismo que el viejo dictador imponía con mano dura y, al mismo tiempo, con astucia. Recuerden ustedes que cuando veía una crítica a su política en los periódicos, investigaba los datos del autor y llamaba al ministro de Hacienda para decirle escuetamente: “Ese gallo quere maiz.” Frías fue desde joven un lector infatigable de poesía y de narrativa. Esas lecturas afinaron su estilo que sufrió constantes cambios debidos, en buena medida, a lo tormentoso de su vida, a la situación de su vista y a su afición desmedida por los paraísos artificiales. La vida de Frías es una de sus mejores y más angustiosas novelas. Sin embargo, todo indica que encontraba en la escritura su razón de vivir y sus momentos dorados. Así lo demuestran sus novelas, en las que no oculta sus simpatías y diferencias, en las que emprende el ataque en contra de Redo, gobernador de Sinaloa, los caciques políticos de ese estado y sobre todo “su bestia negra”, el presidente Carranza. No se trata de desahogos elementales, sino de diatribas bien compuestas y bien aderezadas.
(Continuará)
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