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Alonso Arreola
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Seattle, rock grande con doble carga y leche entera, sin crema batida, extra caliente y para llevar
No se puede hablar de Seattle (Washington), de su banda sonora, sin tomar en cuenta lo que ocurre en las muchas cafeterías que la pueblan. Pese a ser cuna de la expansiva cadena de la mujer serpiente, la cultura que baristas, importadores, productores, maestros y establecimientos como Stumptown han desarrollado permea en una población amistosa y educada, mezcla del cosmopolitismo neoyorquino y el ánimo europeo. Ciudad que legalizó los matrimonios entre personas del mismo sexo así como la mariguana, en sus calles resulta casi imposible ver gente preocupada por la moda o la presunción. En realidad son casi descuidados los de Seattle. Incluso en sus más exclusivos restaurantes abundan largas cabelleras en hombres barbados, así como bermudas y chanclas en mujeres tatuadas, sin maquillaje. Hipster en el buen sentido, su ambiente permite y provoca la convivencia de distintos grupos raciales, sociales y de edad, lo que se agradece en estos tiempos de colérica intolerancia. Claro, están arrinconados en la geografía estadunidense y su clima lluvioso mantiene lejos a quienes buscan vacaciones sustentadas por el sol y la playa.
Dicho esto, el buen resguardo de una cafetería resulta de suma importancia para su día a día. En ellas suenan máquinas de expreso, animadas conversaciones pero, sobre todo, música indie, rock y pop alternativos impulsados por estaciones de radio de tipo colegial (algunas históricas, como KEXP), que a lo largo de cuarenta años han desarrollado la escena local a niveles estratosféricos. No es gratuito que sea en este territorio donde nacieron Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y los Screaming Trees, por no mencionar al mismísimo Hendrix. Es así que quienes disfrutan de un late coronado por sofisticadas hojas trazadas en la espuma, también se sienten protegidos del clima exterior –en más de un sentido– por las voces de Kurt Cobain y Eddie Vedder, entre otras traídas de costas contrarias. Tal es el caso de Buke & Gase, dúo de Brooklyn al que conocimos en el iPod de un amigo –claro, un músico de Seattle–, y que nos parece de lo más interesante que hemos escuchado recientemente.
Ellos han grabado dos EP’S y un larga duración. Está por salir el segundo. Sus integrantes son Arone Dyer y Aron Sanchez. Ella canta, toca el ukulele eléctrico y es experta en el uso de efectos así como en el pandero de pie. Él toca una guitarra modificada con cuerdas de bajo y también el bombo. Rock inteligente, el suyo juega con complejas polirritmias y tímbricas sin que jamás se sacrifique el fluir de las canciones. Es una suerte de folk distorsionado con tintes progresivos que, por su sola calidad compositiva e interpretativa, ha girado por Estados Unidos y Europa desde su reciente formación. Realmente notable. Búsquelos nuestra lectora, nuestro lector. Hay numerosos videos de ellos en la red.
Regresando allí donde aman a los perros tanto como comer cangrejo del Pike Place Market, también son numerosas las tiendas de vinilos (Bop Street Records) y librerías (Lion Heart Book Store). Ni hablar de sus museos. Asimismo, varios son los auditorios, teatros y bares en donde se puede escuchar música en vivo. Del sofisticado Three Doors al legendario Showbox, pasando por el Sea Monster Lounge, en Seattle sobran opciones noche a noche. Verbigracia: en ese último y pequeño bar vimos a Funky 2 Death, noneto que ocupa un tercio de su espacio y que, sin cobrar entrada, cada viernes ofrece uno de los mejores shows de la ciudad. Virtuosos, divertidos y maleables, igualmente tocan un himno de James Brown que una pieza de hip hop original cargada de sarcasmo político y social.
Por otro lado, también hay importantes escenas de jazz, experimentación (con electrónica, rock o clásico) y latina. Así lo dejan ver las publicaciones gratuitas que se pueden hallar en la entrada de múltiples establecimientos. Sí, hablamos de revistas y periódicos que en otras grandes ciudades han desaparecido con el desaforado uso de internet como fuente de información primaria. Están el Seattle Art & Performance Quarterly, The Stranger, Record Collector, Earshot Jazz, Culture y City Arts, que en su último número da la portada al contrabajista Evan Flory-Barnes y su banda Industrial Revelation, también notable.
Finalmente, no se crea quien nos lee que fuimos invitados a Seattle para promover sus atracciones músico-cafetaleras. Allí donde viven algunos de los máximos millonarios del mundo (sede de Microsoft) y donde todos separan la basura en al menos cuatro contenedores diferentes, no parece importar el flujo turístico ni lo que se piense desde el exterior. En este domingo y con una taza de café de Coatepec en la mano, sólo deseamos compartir una huella valiosa de ese otro Estados Unidos que vale la pena escuchar de vez en cuando. Buena semana.
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