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Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Para volver al
pensamiento francés
del siglo XXI
José María Espinasa
Una ciudad para
José Luis Sierra
Marco Antonio Campos
La ciudad de José Luis
Stefaan van den Bremt
Falange y sinarquismo
en Baja California
Hugo Gutiérrez Vega
La raíz nazi del PAN
Rafael Barajas, el Fisgón
Memoria de la ignominia
Augusto Isla
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Columnas:
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Felipe Garrido
Virginia
Lo mejor que me pasó en aquella casa fue hallar en el desván una canasta vieja con libros. Nadie subía a ese cuarto oscuro donde se habían ido acumulando tiliches y basura: leña, ratoneras, ropa vieja, muebles rotos, un machete en su funda de cuero. Yo subía a la hora de la siesta, cuando apretaba el calor y nadie estaba de pie. Iba sacando aquellos libros, uno a uno, con asombro. Rotos, desencuadernados, manchados, envilecidos por moscas, ratas y palomas, estaban siempre, sin embargo, preñados de maravillas. Leía desordenadamente, no siempre comprendía, me cansaba, volvía a probar, agitado por una ansiedad impaciente. Trabajosamente me iniciaba en la poesía, la aventura, la historia. De vez en cuando una frase brillaba por un instante en mis oídos. Luego suspendía la lectura; con la respiración contenida me aplicaba a intuir, por una rendija –tampoco entendía, apenas descifraba– lo que sucedía en el cuarto de Virginia, la viuda del leñador. |