Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de enero de 2013 Num: 932

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El enigma Edward Hopper
Vilma Fuentes

Mi taza
Luis Enrique Flores

El campo de Les Milles: una historia francesa
Rodolfo Alonso

La palabra teatral
de Diamela

Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Diamela Eltit

Pablo González Casanova, el intelectual
y la izquierda

Luis Hernández Navarro

Mona Lisa Mona Lisa
Ilan Stavans

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
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La Jornada Virtual
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Una masacre estadunidense más: Newtown

Sacrificio inútil

El 14 de diciembre de 2012, Adam Lanza, un joven de veinte años, entró, abriéndose paso a tiros, a la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, donde estudió. Iba armado con tres armas semiautomáticas: un Bushmaster xm-15 (la versión civil de la carabina de asalto ar-15 militar), una pistola Glock de 10 mm y una pistola sig Sauer de 9 mm, aparte de un rifle .22 Marlin, con el que mató a su madre de cuatro tiros en la cabeza antes de ir a la escuela. De manera semejante a James Holmes, el asesino del cine de la ciudad de Aurora del 20 de julio de 2012, Lanza iba disfrazado de comando, con ropa negra de apariencia paramilitar y una máscara. Lanza asesinó a veinte menores de seis y siete años (doce niñas y ocho niños), así como a siete adultos (incluyendo a su madre), antes de darse un balazo. Le disparó a sus blancos numerosas veces con balas diseñadas para causar el máximo daño posible; todos recibieron más de un balazo, algunos hasta once impactos. La matanza duró poco menos de 15 minutos en los cuales disparó cerca de cien balas. Lanza era un joven brillante que aparentemente padecía del síndrome de Asperger, por lo que tenía dificultad para socializar y relacionarse con la gente. Vivía con su madre, Nancy, una entusiasta de las armas que lo llevaba a practicar tiro de cuando en cuando.

Reacciones condicionadas

A pocas horas de la masacre ya se apilaban los osos de peluche y los ramos de flores en altares improvisados en diferentes lugares. Estas atroces instalaciones, que parecen celebrar más el consumismo desaforado y frenético que expresar un auténtico sentimiento de dolor, se han vuelto emblemáticas de una era de sentimentalismo instantáneo y reciclable. De la misma manera, una vorágine de muestras de duelo infestaba las redes sociales y los medios electrónicos. En la televisión los reporteros lloraban junto con las víctimas frente a las cámaras en un novedoso énfasis por demostrar su empatía. Una vez más se recicló la vieja discusión en torno a la cultura de las armas y los demás factores usualmente señalados como posibles responsables de este tipo de tragedias, que en este país tienen lugar con alarmante regularidad. Los sospechosos de siempre son los filmes y videojuegos violentos que tienen supuestamente el poder de influenciar al público para cometer actos criminales atroces. Asimismo, se culpa a las enfermedades psiquiátricas y, de paso, a las drogas –en este caso, las legales–, usadas para combatir la depresión, los trastornos de ansiedad, emocionales y de personalidad, en particular los controvertidos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (o ssri por sus siglas en inglés). Sin embargo, lo que queda claro es que pase lo que pase, ningún político se atreverá a luchar para limitar seriamente el derecho de los estadunidenses a comprar, acumular o portar prácticamente cualquier tipo de arma, ya que eso constituiría un suicidio político.

Los sospechosos usuales

El argumento en contra de la violencia en los medios es obviamente risible. El entretenimiento violento (incluyendo los juegos de tiradores en primera persona más explícitos y sangrientos) que se consume en Estados Unidos, es el mismo que se devora en el resto del mundo con similar avidez. Sin embargo, en el resto del mundo las balaceras escolares son una rareza. En todo el mundo hay personas con desórdenes mentales, algunos de los cuales potencialmente pueden provocar actos de violencia extrema. Sin embargo, pocos pacientes de estas enfermedades fuera de Estados Unidos tienen acceso a las armas, en particular a las extremadamente poderosas y capaces de disparar enormes cantidades de balas. La epidemia de uso de drogas del tipo ssri ha sido vinculada a muchos de los asesinos múltiples en los últimos años. El uso de estos medicamentos se ha popularizado en muchas partes del mundo, pero es en eu donde se ha dado la inmensa mayoría de los crímenes masivos cometidos por sus usuarios.

Armas legales e ilegales pero siempre culpables

De tal manera que volvemos a la primera y más evidente variable: las armas. Y mientras los políticos progresistas tratan de imponer reglas tibias para no enfadar demasiado a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), como limitar el tamaño de las cartucheras o la venta de armas de asalto como el Bushmaster, o imponer un tipo de licencia federal con un modesto período de espera para verificar la información del solicitante. Nada de esto tiene el menor efecto en el gigantesco arsenal público existente en este país, el cual suma alrededor de 300 millones de armas. Los fanáticos de las armas tratan de defender su manía alegando una diferencia entre quienes tienen “armas legales” y quienes poseen “armas ilegales”. Sin embargo, la gran mayoría de los genocidas solitarios han empleado armas comparadas legalmente. Empantanado de esa manera, el debate no va a ningún lado y en algún rincón del país alguien ya comienza a elegir su disfraz y sus armas, y a planear su próxima carnicería.