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Ana García Bergua
Un viaje a India
El último libro de Margo Glantz, en el que interviene también su hija, la fotógrafa Alina López Cámara, es un viaje a India que en realidad son varios viajes sucesivos de la autora a ese país del que tanto se ha dicho que es hermoso y horrible, todo a la vez, y que sin embargo atrae desde siempre a tantísimos viajeros, imantados por la combinación entre lo sagrado y lo elemental, lo sublime y lo desgarrador, una otredad que pareciera concernirnos a todos en su representación del fondo de lo humano. La admirable Margo –que en este libro, coeditado por la Dirección de Literatura de la unam y Sexto Piso se presenta como escritora y viajera– recorre incansable las calles de Delhi, de Bombay, Benares, Kurajaho, Jaipur, entre muchas otras y en épocas distintas, y con la misma atención describe las joyas de un templo, el raquitismo de los perros o las vacas, los saris de las mujeres, de colores inverosímiles, los harapos de los mendigos, el aspecto de un grupo de bailarines de Bollywood o las elegantes vestimentas de unos turistas ingleses y alemanes en un tren.
Las diferentes visitas a India de Margo Glantz, con amigos escritores, en grupo, con sus hijas Renata y Alina, sola incluso, se superponen como acuarelas insistentes en un cuaderno de viaje por ese país que en ella es como una especie de obsesión. Así lo expresa luego de que al salir de un concierto, en Londres, extravía un saco de seda negra comprado en Jaipur: “Siento como si se me hubiese extraviado una mano… Tengo que volver a visitar ese país, lo amo y lo aborrezco…India es como esos amores desgraciados que nos acechan siempre con su tufillo a veces hediondo, a veces maravilloso.” Y es que los olores acechan por todas partes en estos reiterados viajes a India, como un curioso recordatorio para la viajera: un olor a especias persistente, mezclado a veces con flores, o con basura, o con deshechos, o con cadáveres, un olor descrito por el escritor Naiyer Masud, cuenta Margo, tan antiguo como el mundo, antes de que existieran las flores y que al inhalarse induce a recordar lo olvidado. “Sí, India es un país horrendo y maravilloso, epítetos que repetimos invariablemente los que viajamos, país que deja recuerdos inolvidables, lugar común que podría leerse en un Reader’s Digest cualquiera. Lugar común evidente y ¿por qué no?, verdad sagrada. En Varanasi, como en Delhi, en Bangalore, en Agra, en Hyderabad, en Mumbai, el mismo polvo, el mismo caos, la misma contaminación, la misma mierda, las infaltables vacas, todo se repite…” Y sin embargo, en esa mezcolanza están los templos como oasis, las sedas, los ríos, los elefantes siempre decorados, las muchísimas deidades y religiones hinduistas, así como la musulmana, con distintas ceremonias, costumbres y modos de purificación, como las misteriosas Torres del Silencio de la religión parsi, a las que se lleva a los cadáveres a ser devorados por buitres, para que no contaminen la tierra o el agua. Los pasos de Margo, en este libro construido con base en fragmentos como muchos otros, parecen trazar un mapa que va y viene sobre imágenes que le obsesionan, un poco como el viajero que retorna a la esquina donde vio algo que le interesaba mucho, pero que al hacerlo siempre encuentra otra cosa.
¿Qué guarda de su periplo un viajero? Las imágenes y los recuerdos del viaje dependen por completo de su poder de observación, de su testimonio personal y subjetivo. Por ello los buenos relatos de viaje son mucho más brillantes y vívidos que las tristes fotografías con que un turista busca suplantar la experiencia y la memoria. El don de observación de Margo abarca todo: lo sublime y lo horrendo, y en ese afán, me parece, busca abarcar un país en el que esos ámbitos se entremezclan cotidianamente de manera misteriosa. La de Margo Glantz es una mirada crítica y avasallada por un país que en muchísimos aspectos recuerda al nuestro, pero que parece trazar otras coordenadas sorprendentes, tanto quizá, que la cultura sempiterna devora ahí a la modernidad y le cambia el sentido. Comprenderlo sería una tarea infinita, que periódicamente han realizado muchos otros escritores, desde Forster hasta Octavio Paz, y que intervienen en los apuntes y referencias de Coronada de moscas, como acompañantes de la viajera Margo Glantz. Las bellas fotografías de Alina López Cámara, al atrapar esta mezcla desconcertante de color y belleza mezclados con el polvo, nos abisman en el acertijo.
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