Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de septiembre de 2011 Num: 861

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tomarse el día
Aura MO

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Mujeres, poetas y beatniks
Andrea Anaya Cetina

Entrevista con Alberto Manguel
Adriana Cortés Colofón

Lawrence Ferlinghetti.
¿Qué es poesía?

José María Espinasa

Lucian Freud, lo verdadero y lo palpable
Anitzel Díaz

Lucian Freud más allá de la belleza
Miguel Ángel Muñoz

Manuel Puig: lo cursi transmutado en arte
Alejandro Michelena

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Lucian Freud
lo verdadero y lo palpable

Anitzel Díaz


El joven Lucian Freud en su estudio

Mi trabajo es puramente autobiográfico,… es acerca de mí y lo que me rodea. Trabajo con personas que me interesan y a las que quiero, en cuartos que conozco… Cuando miro un cuerpo me da la opción de qué poner en el lienzo, qué me acomoda y qué no. Hay una distinción entre hecho y verdad. La verdad tiene un elemento de revelación acerca de ella. Si algo es verdadero, es palpable.
Lucian Freud

Ib es el apodo que recibía Isobel Boyt, una de las hijas de Lucian Freud (quince hijos reconocidos). La pintó cuando era una niña pequeña en los últimos años de la década de los sesenta en un cuadro llamado Large interior, Paddington 1968-69; en la pintura ella aparece acostada en el piso del estudio de su padre junto a una planta enorme. En el cuadro Ib y su esposo, 1992, Isobel posa una vez más en el estudio de Freud. La textura que se observa arriba del radiador son los restos acumulados que el pintor va quitando de sus lienzos cuando limpia el pincel en la pared más cercana; todo su estudio muestra estos restos. Ib y su esposo se vendió en 2007 por 11.4 millones de dólares en Christie’s de Nueva York.

Muchos de sus hijos posaban para él como una manera de tener una relación más próxima, de poder pasar unas horas juntos. En el documental realizado por Jake Auerbach, donde entrevista a varios de sus modelos, otra de sus hijas, Rose Boyt, comenta: “Dejar que me pintara era sólo una manera de estar con él… me mudé a la vuelta de su estudio cuando tenía quince años, él nos ayudó a pagar la renta. Para alguien que no quería tener compromisos con nadie fue un gran paso, para mí fue muy significativo que me ayudara.” Freud realizó un poderoso desnudo de Rose (en una perspectiva no muy lejana al célebre cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet), donde tuvo que posar por varios días con los músculos contraídos. La expresión del rostro de Rose expresa el esfuerzo y, de alguna manera, el enojo que sentía al estar posando.

Freud tuvo muchas mujeres. Alguna vez se comentó que había tenido más de cuarenta hijos. Le apasionaban la vida nocturna, los caballos y el juego pero, más que nada, Lucian Freud fue el pintor figurativo más importante del siglo XX, uno de los artistas contemporáneos de mayor interés y, desde luego uno de los pilares, junto a Francis Bacon y Frank Auerbach, de la pintura británica actual. Auerbach decía que Freud era el mejor artista vivo, y Freud le correspondía de la misma manera.

Lucien Freud nació el 8 de diciembre de 1922 en Berlín, Alemania. Su padre fue arquitecto y era el hijo menor de Sigmund Freud, el famoso fundador del psicoanálisis. Lucian tenía sólo ocho años cuando su abuelo mudó a la familia a Londres para huir de la Alemania nazi. Estudió brevemente en la Central School of Art y en el Goldsmiths College. Después de esto sirvió en la marina mercante inglesa en 1941. Su primera exposición individual fue en el famoso Painter’s Room en 1944. Aunque tenía un gran encanto –sus numerosas conquistas lo demuestran– se hizo famoso por su mal temperamento. Hacía las cosas a su manera y lo que más disfrutaba, según sus palabras, era “el trabajo”. Murió el pasado 20 de julio, a los ochenta y ocho años.

Conocido sobre todo como pintor de desnudos y retratos, en su temática aborda la naturaleza humana. Sus modelos favoritos son las personas en su vida; amigos, familia, pintores, amantes, niños... “Pinto personas, no por cómo son, ni a pesar de cómo son, sino por cómo están.” Sus desnudos son sinceros y francos, cargados de una sexualidad que desconcierta. Al igual que su admirado Velázquez, buscaba la verdad y no la belleza: la belleza está en la verdad. Por eso sus desnudos nos parecen brutales, por ser tan sinceros y mostrar hasta el más ínfimo pliegue. Su arte nos dirige a la vida de los individuos que posan para él, con delicadeza y una perpleja corporalidad. Dentro de su estudio tenía un sofá donde la mayoría posaba, en clara analogía con la labor de su célebre abuelo psicoanalista. La gente exorciza su existencia pensando en la inmortalidad.

Frank Auerbach, más intimista, llega a la forma y al sentimiento desde el proceso, hace y deshace el cuadro, mientras que Lucian Freud ve la forma desde antes. Al principio su obra es más plana; no en lo visual, en los volúmenes (más cercana a Durero), sino en la materia. La paleta siempre fue la misma. A diferencia de Francis Bacon, que lo ponía nervioso tener al modelo presente y pintaba de fotografías que encargaba, Freud siempre pintó con modelos presentes, los cuales muchas veces posaban durante más de ocho horas. Siendo un perfeccionista empedernido, detalla cada contorno, músculo, gesto y hueso.

En la escena del arte contemporáneo, donde uno se encuentra desde bolsas de basura colgando de alambres hasta el video de un ojo, siempre es bienvenida la pintura realizada con maestría y, por qué no, el tema clásico del desnudo. Lucian Freud vivía solo, le gustaba usar el teléfono pero nunca daba su número, mantenía todas sus relaciones en compartimentos separados, así como nunca juntaba a sus modelos. Vivió con la misma estética que utilizaba en su trabajo –las mejores sábanas, los muebles más exclusivos, las obras de arte más espectaculares, jacintos y bambúes en su jardín y los residuos de pintura que cargaba desde su estudio. Pintó hasta el último momento, enfrentándonos como espectadores con imágenes tan absorbentes como liberadoras.