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REPENSAR LOS CONCEPTOS DE SEXO Y GÉNERO
GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ
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Construyendo la herramienta. Perspectiva de género:
cómo portar lentes nuevos,
Gezabel Guzmán Ramírez y Martha Bolio Márquez,
Universidad Iberoamericana,
México, 2010.
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En los años sesenta del pasado siglo comenzó a hablarse en el medio académico e intelectual sobre la importancia de reivindicar los derechos de las mujeres a ser tratadas como sujetos con derechos y responsabilidades sociales. Fueron las mismas mujeres quienes, a través del discurso ágrafo, comenzaron a formular preguntas sobre sus propios derechos negados a lo largo de la historia.
El feminismo se pluralizó con el transcurso del tiempo. Se pasó de la visión esencialista y de lucha de las mujeres, a una proliferación de discursos e intereses diversos y nacieron los estudios de género. Con los años, el feminismo anglosajón, el francés; el feminismo marxista, moderno, postmoderno, el ecofeminismo, entre otras tendencias discursivas, han venido a remozar y enriquecer el panorama de la voz de las mujeres –también en plural–, sobre todo por las aportaciones que invitan a la reflexión, al diálogo y a la lucha por la igualdad de condiciones de todos los seres humanos en el medio cultural, político, social y económico en el que vivimos.
A partir de los años sesenta del siglo XX hubo una proliferación de estudios, seminarios, libros y manuales sobre feminismo y estudios de género, lo que ha ayudado a establecer un diálogo entre las distintas formas de pensamiento. En fechas recientes se publicó Construyendo la herramienta: perspectiva de género, texto de Gezabel Guzmán Ramírez y Martha Bolio Márquez, que a lo largo de cuatro apartados extensos y completos, se ocupa en definir, conceptualizar y sistematizar la información necesaria para que cualquier interesado, ya sea iniciado o experto en asuntos de género, tenga a la mano definiciones, referencias teóricas que, dicho sea de paso, son tanto clásicas como recientes, así como esquemas, cuadros de síntesis, ejercicios, relatos de vida y tablas que dan cuenta de un exhaustivo trabajo cualitativo.
El subtítulo del libro Cómo portar lentes nuevos tiene como propósito presentarle al lector una forma de mirar y acercarse a las reflexiones necesarias para pensarse a sí mismo y al otro desde la mirada de la diversidad y la autodefinición. Leer este libro da una perspectiva muy clara sobre el género, entendido como una construcción social y cultural de las diferencias sexuales que influyen en las identidades de los sujetos tanto en sus prácticas o roles de género.
El acierto más importante del libro es que puede ser una herramienta para psicólogos, pedagogos, filósofos, médicos, antropólogos o científicos en el área de salud, pues lo mismo pone énfasis en la relación de género, en los aspectos de la relación sociedad-ambiente; género-salud; género-cultura o género-políticas pública, que en los aspectos más cotidianos en donde el sexo y el género se ven involucrados: en las canciones, por ejemplo, en sus contenidos sexistas, e incluso en las modas de los cuerpos que a través de varios medios de comunicación vigilan, construyen o excluyen a los cuerpos que no ingresan dentro del canon estético, produciendo daños en la salud, incluso de forma irreversible.
Este libro permite re-pensar los conceptos ortodoxos de la asignación de roles sexogenéricos como una posibilidad para subvertir y pluralizar las posibilidades de ser hombres y ser mujeres en el mundo contemporáneo.
LA MANSEDUMBRE, LA AQUIESCENCIA
RICARDO YÁÑEZ
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Luz de la materia,
Malva Flores,
Era,
México, 2010.
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“No somos de razón./ Somos de voz./ Sólo
nombrando/ se da vida a las cosas.” Cito no tanto
“a la letra”, que de todos modos sí, sino “al espíritu”
de la poética o de una de las poéticas de
Malva Flores en Luz de la materia, que yo no sé por
qué preferiría (acaso no le quede al libro, conste,
hablo del título de forma aislada) Materia de la luz
(un poco como Borges prefería Cristal y acero en
vez de, nombre de no sé qué poemario, Acero y
cristal); pero insisto: aparte del sonido, no sé por
qué. Hago lo mismo por última vez, no tanto atender
la letra como el sentido, pero citando, a retazos,
palabras, frases de la autora: “Merced de la
luz/ cuando amanece el mundo,/ su caricia redonda/
de aves y naranjas.” Aquí, la verdad, en esta
esencial o esencializada imagen, no me atrevería
a decir que estamos ante otra poética, pero sí ante
una imagen que plenamente resume una clara
experiencia lírica. Poética, de nuevo: “Sólo si
canta es plenitud la boca” (por lo demás, endecasílabo
perfecto).
El arte de la reticencia ya sabemos que además
de uno de los más agraciados es uno de los
más difíciles. ¡Cómo desearíamos, o desearía yo,
que el par de versos siguientes: “Uno se vuelve
siempre/ el árbol que lo habita”, continuara. Pero
cómo negar el logro en “La nostalgia de Dios/ es
lo que mueve al árbol/ cuando llama al relámpago”,
que aunque en algo recuerda a Darío, es
definitivamente de Flores. Uno, y sólo por jugar
(pero el que la escritura ajena invite al juego no
la hace menos, sino más disfrutable) quiere
invertir el orden de estos otros dos versos: “Un
fresno para escuchar la noche./ La risa, para saber
del agua.”
Qué precisión, hablando de agua, la de este
acorde que acompaña, y cómo bien, el preciso y
sin duda precioso cantar de la madre: “Cantaba.
Sobre el lío de las aguas/ modulaba su voz,
reuniendo con su timbre/ las vocales precisas del
llamado. /Siempre es tarde cuando ocurren las
cosas./ Es otro su reloj mas es preciso en su atinada
inclemencia...” (Seguimos un momento en el
tema de la precisión.) Tal el inicio de uno de sus
textos más conseguidos y escrito en memoria de
Luis Ignacio Helguera, donde también se encuentra
lo estricto de estas líneas: “Nunca ha sido
verdad que el hilo/ se rompa por lo más delgado.
Se rompe/ y punto.”
El tema, en otro texto, estremece la página:
“Aquí viene mi muerto, digo,/ y borro las palabras
de inmediato./ Pero el miedo es así. Permanece
en la marca del lápiz/ –en la hoja.”
Hagamos, como ella al parecer hace, un puente
entre la alusión a la muerte y el goce del árbol: “No
busca el niño el ala de la urraca./ Cuando tira la
piedra/ quiere que baile el árbol.” Y concluyamos
con esta observación o, mejor, meditación: “No
está hecho de mansedumbre el árbol./ Lo que
vemos cuando se mueve al aire/ es aquiescencia”.
SUBLEVACIÓN Y TRAICIÓN
CUAUHTÉMOC ARISTA
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La sombra del tiempo: ensayos sobre
Octavio Paz y Juan Rulfo,
Jorge Aguilar Mora,
Siglo XXI,
México, 2010.
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Esta es una continuación de La divina pareja…, aquel libro que todavía fue visto como un atrevimiento porque se propuso analizar la obra ensayística de Octavio Paz sin limarle el filo a los instrumentos críticos. Ahora Aguilar Mora sometió al mismo tratamiento la poesía de Paz y afirma que el breve ensayo resultante es “lo último” que dice sobre él.
Después de demostrar que Paz intentó reescribirse como poeta para corresponder a una imagen idónea concebida en su madurez –y que de todas formas naufragó en una ambigüedad ideológica–, el crítico desmenuza los contenidos de algunos poemas y ensayos que juzga representativos y los compara con las poéticas de otros autores hispanoamericanos y franceses.
La conclusión está al principio: con ser un poeta “importante” –para utilizar el término trivial en el que desemboca el aparato de conceptos volcado sobre sus poemas–, Paz no “sobrevivirá” por su poesía sino por su prosa, y aunque algunas de sus páginas más “deslumbrantes” pertenecen justamente a sus tratados de poética, la vanidad le impidió a Paz desplegar un sólido pensamiento literario.
Este ensayo tiene otros méritos, que son igualmente cuestionables. Por ejemplo, el esfuerzo por exponer claramente las objeciones a las que considera claves de la poética paciana le da tensión al estilo, pero a veces saltan reproches como resortes. Otro: la enumeración de autores podría enriquecer la crítica pero se extiende hasta rebasar la pertinencia: poetas latinoamericanos que dijeron algo primero que Paz, novelistas “de la Revolución” que expresaron en unos años lo que en Francia requirió un siglo… Es una lástima que sea lo último de Aguilar Mora sobre la obra de Paz: se despide así de una polémica que todavía no inicia.
En el segundo ensayo, “Yo también soy hijo de Pedro Páramo”, el autor no quiere ya desmontar un mito ni el entramado de símbolos. De hecho, afirma que no hay símbolos, y se abre con amplia si no profunda empatía a la prosa de Juan Rulfo. De pronto guarda los peligrosos instrumentos que ensayó con Paz y justifica esta movida con una retórica que páginas antes denunció como sospechosa. Uno puede pensar que el análisis fue presa de prejuicios aunque concuerde con las conclusiones.
También aquí las referencias teóricas y literarias ocultan, en vez de aclarar, los sentidos de la escritura de Rulfo. El crítico termina proponiendo una lectura vivenciada –con fragmentos autobiográficos sobre el descubrimiento de la paternidad– que exige crecientes malabares conceptuales para relacionarse con el texto rulfiano.
En este sentido, el ensayo sobre Rulfo arruina el equilibrio formal que a pesar de mis objeciones valoro en el texto sobre Paz. Sospecho que la escritura de Aguilar Mora empezó sublevándose contra la crítica cortesana, fue independizándose de este proyecto y desembocó en una búsqueda de la paternidad al contrastar las figuras de Paz: “sobrevalorado”, pero al que no odia ni inviste de poder, y Juan Rulfo, que es casi todo escritura.
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En nuestra quimera ardiente y querida.
Refundar la puertorriqueñidad en Luis Rafael Sánchez,
Gabriela Tineo,
Editorial de la Universidad de La Plata,
Argentina, 2010.
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Buen síntoma de salud de los vasos comunicantes entre la literatura y los estudios que de ella se derivan, es este completo ensayo sobre la obra del autor de La guaracha del Macho Camacho y La guagua aérea: que sea leído, disfrutado y analizado en Argentina, habla bien del intercambio cultural que puede y debe darse en esta región del planeta. Para quien no lo conozca, Luis Rafael Sánchez se revela como lo que es en el ensayo de Tineo: una de las voces más destacadas en el panorama literario latinoamericano, y quizá el más relevante de la subregión del Caribe.
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Crónicas, 25 aniversario,
Manuel Altamira, Pascual Salanueva, Rafael Croda,
Sitrajor,
México, 2010.
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Además de la obvia, que consiste en ser parte de los festejos por el vigesimoquinto aniversario del Sindicato de Trabajadores de La Jornada, y en palabras extraídas del prefacio firmado por la reportera Matilde Pérez Uribe, este volumen “sí tiene una intención: ofrecerlo a las nuevas generaciones de reporteros de esta casa editorial que están ansiosos por destacar, por contar lo que observan y escuchan [...] y para que de Manuel, Pascual y Rafael ‘aprendan quienes deseen beneficiarse de su legado’, como dice Jaime Avilés en el prólogo de esta edición”. Habría que añadir, solamente, que no sólo de esta casa editorial serán quienes se beneficien del trabajo de estos cronistas destacados, a quienes se les rinde homenaje con la reproducción de algunos de sus más memorables relatos periodísticos.
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