Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora Bifronte
RicardoVenegas
Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova
Cartas de Carlos Pellicer
Carlos Pellicer López
El animal del lenguaje
Emiliano Becerril
Los ojos de los que no están
Raúl Olvera Mijares entrevista con Benito Taibo
Cézanne, retrato del artista fracasado
Manuel Vicent
Creador de sueños
Miguel Ángel Muñoz
Un inspector de tranvías
Baldomero Fernández Moreno
Leer
Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Corporal
Manuel Stephens
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Felipe Garrido
Dos momias
Rita querida:
Espero que te encuentres muy bien. No sé en qué estés ocupada, pero me pareció que esto que te voy a decir no podía dejar de contártelo. Que Dios te bendiga. Tú sabes que te tengo siempre presente en mis oraciones. Hace ya varios días que quería escribirte. No me atrevía a hacerlo, pero finalmente me decidí, porque no puedo guardar por más tiempo este secreto. Tengo que decirte lo que vi aquel sábado, cuando terminaron las vacaciones y me regresé. Camino a la terminal bajé a la cripta de tu parroquia porque allí reposan los restos de mi madre y quería despedirme. Oí que había alguien en la sala del fondo y me asomé por si era gente conocida. Vi a dos mujeres, no sé quiénes eran, vestidas de negro, con unos cirios en las manos, arreglando unas flores a los pies de dos momias que estaban en sus cajas, recargadas en la pared. Una de ellas era un niño, no lo reconocí. La otra eras tú. Tu amiga que mucho te quiere y te extraña. Ana. |