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Hugo Gutiérrez Vega
LA OPINIÓN PÚBLICA Y LA MASA DE CONSUMIDORES DE INFORMACIÓN (VII DE VIII)
Desde hace mucho tiempo que los medios dirigen sus campañas, tanto de información y opinión como de publicidad, a ese conjunto amorfo de individuos que las teorías sociales definen como la masa. La noción del público se ha ido perdiendo paulatinamente. Me refiero al público tal y como lo define C. Wright Mills en su libro La élite del poder: “La comunidad en la que expresan opiniones tantas personas como las reciben y en las que las comunicaciones públicas se hayan organizadas de modo que cualquier opinión manifestada en público puede ser contestada o comentada de una manera inmediata y eficaz.” En esta comunidad, ya prácticamente desaparecida junto con la prensa doctrinaria y las formas más libres y dialogantes de la prensa popular (tomemos en cuenta las excepciones que confirman la regla) las opiniones podrían ejercer una acción efectiva aun contra el sistema de autoridad dominante. El público mantenía intocada su autonomía de las instituciones autoritarias y éstas no intentaban penetrarlo para ejercer las técnicas de la orientación y manipulación. En la masa, afirma Mills, es mucho menor el número de personas que expresan una opinión que el de aquellas que la reciben. La organización de los medios de comunicación impide que el público pueda formular replicas inmediatas y eficaces, y la realización de la opinión en la acción está gobernada por una minoría que establece los causes de dicha acción. Es indudable que la masa no es independiente de las instituciones. Todo lo contrario, éstas la penetran, moldean, adecuan y conforman, y le impiden que forme opiniones y que participe en la elaboración de los criterios públicos por medio de una discusión abierta y constante. Este tipo de organización ha acabado con todas las posibilidades del diálogo. El sistema se ha enfrascado en un monólogo manipulador, lleno y auto alabanzas, que califica la crítica de disolvente o la nulifican minimizándola, motejándola de inmadura e inadaptada o, lo que es más grave, señalándola como pintoresca, excéntrica y anormal. La masa escucha el monólogo, se deja manejar, y cada día está más inerme frente a las nuevas técnicas de manipulación y frente a las argucias de los dirigentes sociales y de los mercachifles y sus epígonos tecnócratas, dedicados a aumentar la enajenación para incrementar su política esquizofrénica paranoica de producción-consumo-producción.
El individuo integrado a la masa adquiere su conocimiento de las realidades del mundo siempre de segunda mano; la mayoría de las imágenes que circulan en su mente le son proporcionadas por los medios de comunicación. No cree en una imagen adquirida de primera mano, por experiencia propia, hasta que la comprueba leyendo la prensa. Su posición permanente ante la realidad es insegura y perpleja. Necesita de la guía de la prensa para formar sus opiniones y, lo que resulta siniestro, para fortalecer sus prejuicios y para insertar su nueva experiencia en alguno de los arquetipos en que está organizado su endeble aparato mental.
(Continuará)
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