Número 152 |
Joaquín Hurtado La plaza caliente Lo nunca visto ni imaginado: mujeres, ancianos y niños salen a bloquear las avenidas para protestar por los abusos del ejército en sus colonias. Helicópteros los sobrevuelan en órbitas dislocadas, policías federales tratan de contenerlos sin éxito. Canes entrenados echan espuma mientras esperan la orden de ataque. En la retaguardia y por calles adyacentes unos chavos amotinados usan piedras, palos y petardos contra los carros artillados. Los locutores de radio y tv exigen mano dura contra los herejes y desharrapados que trastornan el libre paso de los febriles oficinistas y chicos TEC. Hay fuego y barricadas en medio de las arterias vitales de la industriosa y sumisa metrópoli regiomontana. Todo el norte está quebrado. Tijuana, Juárez, Torreón, Laredo, Monterrey, Reynosa, Matamoros, son tierra sin ley. Mejor dicho: si hay ley, la de Mr. Darwin, la ley del matón. Nunca como ahora la ciudad había estado más sombría. El miedo, todos lo sabemos, provoca comportamientos extraños: bares, table dances, discos, moteles, salas de masaje, servicios de acompañamiento y portales de internet rebosan ofertas de todo tipo, para todos los paladares, en todas las variantes posibles del polimorfo, perverso y dinámico juego de los cuerpos sexuados. Súmele una variable insólita: nunca como ahora las drogas ilegales habían estado tan baratas, accesibles y de óptima calidad. Uhmmm, qué rico. ¿Pero, y dónde quedó el programa Limpiemos México del presidente Calderón? Es sólo un eslogan cacarizo en la pared escarapelada por los fusiles cuerno de chivo. El azote del sida cabalga desbocado y a ras de suelo en estos llanos arrasados. ¿Qué clase de trabajo preventivo en materia de sexualidad y sida puede uno implementar con los chamacos de secundaria envejecidos prematuramente en el camino alfombrado de casquillos? ¿Cómo incentivar a los cholos que usen el condón si su horizonte vital alcanza para unas cuantas horas? ¿Hablar de derechos sexuales y reproductivos a sus chavalas de quince años ya preñadas mientras se guarecen de los plomazos bajo la cama? ¿Enseñarles a las muchachitas a negociar el condón mientras sufren el acoso de los perros del ejército en brama? ¿Discutir sobre los programas exitosos de reducción de daños en los picaderos incendiados a punta de granadazos? ¿Gastar dinero en campañas que preconicen la responsabilidad en una ciudad sitiada por gendarmes y sicarios? ¿Pedir financiamiento para proyectos comunitarios y luego vivir a salto de mata para no ser sujeto de extorsión de los mafiosos de Hacienda? ¿Exigir mejor trato a los enfermos de sida, ésos a quien ningún bando quiere? ¿Pregonar la ética sexual entre los centenares de desaparecidos, decapitados, cocidos en ácido? ¿Promover cursos de autoestima entre niñas explotadas por capitanes, políticos y caballeros decentes? ¿Pasarse la tarde viendo pajaritos en medio de la plaza caliente? |
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