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–Usted crea su propio sistema para que el espectador encuentre la resonancia o el juego. ¿Cómo elabora cada uno de sus proyectos artísticos? –Cada proyecto es diferente. Me gusta la diversidad y jugar desde diferentes perspectivas. No me cierro a nada, al contrario, siempre aprendo cosas nuevas; aunque lo que sí me molesta mucho son los términos y sus modas. Es decir, en cierto momento se atacó mucho al concepto de "modernidad", y claro, yo era un artista "moderno". Aunque creo que es una palabra que incluso los críticos más conservadores la utilizan como una máscara que se ponen para esconder sus ideas conservadoras. Me interesa que mi obra sea gestual, aunque hay una repetición que me parece liberadora, pues tiene un fundamento metafórico, como una letanía sacra que siempre está y estará presente. –¿Considera el término moderno como un concepto caduco en estos tiempos de mucha confusión en el campo del arte? –Desde luego, pues siempre he creído que uno de los elementos de la modernidad es precisamente la secularización de la cultura, la gran independencia que los artistas adoptamos –mi generación en especial: Mario Merz, Lucio Fontana, Gilberto Zorio, Alberto Burri, o artistas como Tàpies y Josep Beuys–, con respecto a determinados poderes (el gobierno, la iglesia, la aristrocracia). La cultura moderna vence, aunque poco a poco, las múltiples funciones y dificultades debidas a los que, tras la máscara de la modernidad, han pensado de un modo reaccionario.
–Desde sus comienzos su obra siempre ha sido revolucionaria, desde aquella exposición en la Galería LAttico de Roma, en 1969, donde expuso doce caballos vivos, o las múltiples acciones que ha desarrollado con pedazos de reses sobre paneles de acero. ¿Considera que hoy su obra tendría el mismo impacto estético y crítico? –Siempre me he preocupado por la cuestión de la vocación artística. Esta vocación puede desarrollarse de un modo progresivo, aunque también puede empezar de un modo repentino, suscitada por sucesos imprevisibles. Eso le pasó a muchos artistas, y eso pasó conmigo. Hoy día el arte se ha convertido más en una "fiesta" comercial, ves las nuevas galerías, los nuevos espacios para el arte moderno, y cuando sales te quedas vacío, no hay nada de revolucionario, ni mucho menos de talento. Hay más ruido y mucha literatura, ya no hay vanguardia, casi todo es la repetición de un ciclo de ideas que ya se fueron, y que tuvieron su sentido hace cincuenta años. Por otra parte, no sé si mi obra primera tendría la misma repercusión, creo que lo mejor es verla desde una retrospectiva general; es más, creo que puede ser de gran utilidad para las generaciones de artistas jóvenes –Su obra se caracteriza por dos aspectos claves: la espontaneidad y la certeza de las ideas, ¿alguna vez ha tenido miedo de perder la espontaneidad por la razón? –No, mi obra siempre ha tenido una distancia entre lo espontáneo y el análisis; es decir, establezco una clara diferencia entre las reflexiones que hago en mi taller de un modo espontáneo, y lo que hoy día se ha puesto en boga: difundir teorías sobre el arte. No obstante, cuando estoy en el estudio surgen ideas y reflexiones espontáneamente, puesto que no trabajo con un léxico de símbolos. |