Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de diciembre de 2006 Num: 613


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Más allá de la belleza
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con YANNIS KOUNELLIS
Una muestra llamada a ser referente
EDUARDO ESPINA
Gonzalo Portocarrero, en prosa y en verso
PEDRO GRANADOS
Síncopes
(fragmentos, inédito)

ALLAN MILLS
Réquiem por un fracasado
GUSTAVO OGARRIO
Santa María de Onetti
CARLOS PASCUAL
De la corrección política
RICARDO BADA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Señales en el Camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

(h)ojeadas:
Reseña de Jorge Alberto Gudiño Hernández sobre Las motivaciones inútiles

Cuento
Reseña de Alejandro Michelena sobre Un rico universo narrativo


Directorio
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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
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FIESTAS DE DICIEMBRE (I DE II)

Una módica revisión de las principales fiestas cristianas del mes de diciembre y de algunos de sus símbolos permite apreciar una notoria influencia franciscana mezclada con muchos signos paganos, astronómicos y del culto a la Tierra: durante las vísperas de la Navidad de 1223, san Francisco se encontraba en la campiña de Rieti, ejerciendo actividades de predicación. La noche lo sorprendió y el santo encontró cobijo en la ermita de Greccio donde, en una gruta, decidió reproducir en tamaño natural el escenario descrito por Lucas 2, 2–12: un cobertizo con un pesebre, un buey y un asno, más los personajes centrales del episodio evangélico: María, José y el Niño Jesús (labor "actoral" llevada a cabo por campesinos de la región). Tres siglos después, los evangelizadores franciscanos divulgaron la costumbre del Nacimiento en la América hispánica, incluida la porción correspondiente de lo que ahora es Estados Unidos. Además, a ellos se debe la tradición de las posadas, una suerte de teatro colectivo en el que los participantes conmemoraban la manera como la Sagrada Familia recorrió varios lugares en Belem, en busca de asilo, antes de llegar al Pesebre, actividad que dio origen al género poético de los villancicos, y al teatral de las pastorelas.

Las piñatas, artefactos indispensables en las posadas, se atribuyen a otra influencia italiana, la de Marco Polo, quien llevó las primeras a Italia en el siglo xii, después de que las conoció en Oriente –en China eran usadas como mediadoras de adivinación agrícola durante el Año Nuevo–: se fabricaban con figuras de vaca, buey o búfalo, se cubrían con papeles coloreados y cada color era indicio de las condiciones de siembra del año por venir. El buey y la vaca estaban rellenos con semillas de cinco clases, que se derramaban cuando los mandarines las golpeaban con varas de diferentes colores. Una vez vacías, se quemaba el papel y la gente trataba de obtener un poco de la ceniza, considerada de buena suerte para el año recién nacido. En la América de la evangelización franciscana, la piñata representó la lucha salvífica sostenida por el hombre: éste, valiéndose de la fe –simbolizada por el palo que empuña el creyente–, busca destruir la subordinación a las pasiones; por eso, la piñata original tenía siete picos, emblema de los siete pecados capitales del cristianismo.


Ilustración de Norman Rockwell

¿Y el árbol de Navidad más sus luces y esferas? En el siglo xvi, Martín Lutero regresaba a Wittenberg durante una silenciosa y fría noche decembrina; al llegar a casa, decidió adornar un abeto doméstico con pequeñas velas, para reproducir su impresión de los árboles helados del bosque, resplandecientes bajo la luz de la luna… Posiblemente, mediante él, la Iglesia Alemana Reformada haya pretendido conservar una costumbre pagana, viva en el pueblo germánico, mediante la que se daba un valor sagrado a los árboles –como el Ygdrassil, fresno que atravesaba los tres niveles del mundo, donde Odín fue iniciado, crucificado, muerto y resucitado, lo cual le permitió descifrar los misterios inscritos en las runas–, dotando a éstos y a su culto de un carácter cristiano. La costumbre se arraigó en Alemania y los países escandinavos en los siglos xvi y xvii, de donde pasó a Inglaterra: el abeto decorado en los hogares podría considerarse, en el entorno isleño, una extraña prueba de fidelidad monárquica, pues fue la aristocracia inglesa la que, por influencia continental, adoptó la idea de adornar los abetos para las fiestas navideñas.

Se desconocen las razones por las que la Iglesia cristiana eligió el 25 de diciembre para conmemorar el nacimiento de Jesús, pero es notoria la intención de sobreponerla a la saturnalia romana de diciembre y a la festividad solar del natalis invicti o "nacimiento del invicto" (el Sol), celebrada en el solsticio de invierno, cerca del 25 de diciembre (solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del en el ecuador celeste, proveniente del latín solstitium –sol sistere o ‘sol quieto’–: es aquel momento del año cuando el Sol alcanza su máxima posición meridional o boreal. En el solsticio de invierno, la longitud del día y la altura del Sol al mediodía son mínimas, comparadas con cualquier otro día del año, fenómeno debido a la inclinación del eje de la Tierra).

Si en la Navidad coexisten fenómenos astronómicos, agrícolas, mistéricos, religiosos y sociales, ¿qué hacen en ese entorno tan ricamente cultural un santo apócrifo, como Nicolás de Mira, y un duende gordinflón y barbado, como Santa Claus?

(Continuará)