Mis asesores me han hecho algunas preguntas con las que puedo darle contenido a este artículo. La primera es la que sirve de título. Me siento en un mundo muy distinto del de mis años mozos. El tipo de sociedad y la ideología de esa época eran mucho más conservadoras y aceptaban el autoritarismo como un fenómeno natural, nos adaptábamos a eso en formas a veces ignominiosas.
Les pongo de ejemplo “el tapadismo” que, visto ya a la distancia resulta vergonzoso. De pronto, un rayo de la providencia caía sobre un hombre que se convertía mágicamente en un ser providencial. Las relaciones humanas y entre los sexos eran mucho más rígidas y conservadoras. La libertad que gozan los jóvenes ahora también tiene sus aristas, pero es mejor de lo que vivíamos en la sociedad mojigata de mi primera juventud.
Me considero una persona afortunada y feliz porque en las dos áreas en que trabajé –la abogacía y la política democrática– me fue bien. Además, tengo una vida familiar realmente solidaria.
La mayor alegría que he tenido en mi vida profesional es ver que lentamente se perfila en México un sistema democrático, con respeto a los derechos humanos y con libertades; un México moderno y distinto a aquél en que nací y crecí, aunque el problema que no se ha podido resolver es la desigualdad, que tiene una raíz histórica profunda.
En la vida personal, la fuente de mi mayor felicidad se encuentra en una magnífica relación de pareja, una extraordinaria relación con mis hijos y nietos, los afectos del “gran yo” y conservar la experiencia del amor con la frescura de la juventud.
La finalidad de la existencia es la felicidad, y ésta se puede alcanzar, aun en la vejez, a través de tener afectos firmes y una actividad profesional útil, interesante y divertida.
La vejez significa la disminución del impulso vital, pero también un pensamiento más sabio. Uno acaba de entender las distintas etapas de la vida y de valorarlas. Eso puede llamarse sabiduría; quizá sea una de las compensaciones. Lo más difícil es la rigidez casi inevitable y el cansancio vital físico. Tiene uno que prepararse para cerrar el ciclo con dignidad.