Viernes 18 de octubre de 2019, p. 5
Nueva York. Su técnica es impecable, su pasión inigualable. Muchos se han destacado en grandes compañías de danza en Estados Unidos, desde el American Ballet Theatre (ABT) en Nueva York hasta el Ballet de Boston o el de San Francisco. Son bailarines cubanos y tienen algo en común: pasaron por la escuela de Alicia Alonso.
‘‘Creo que lo que Alicia ha creado en Cuba es un verdadero milagro, se pudiera decir’’, dijo en 2010 José Manuel Carreño, entonces bailarín principal del ABT. ‘‘Un bailarín en Cuba es tan reconocido como cualquier deportista en Estados Unidos y eso sinceramente no se ve en otra parte’’, añadió.
En el extranjero, expertos e íconos como Mijaíl Baryshnikov se han jactado de reconocer a los bailarines cubanos por su gracia y técnica.
‘‘Es imposible no darse cuenta cuando un bailarín cubano entra en el estudio’’, escribió el más grande de los bailarines rusos en el prólogo del libro Cuban Ballet, de Octavio Roca, crítico de artes cubano-estadunidense.
En ese libro de 2010, en cuya portada aparecen las hermanas Lorna y Lorena Feijóo –dos exponentes del ballet isleño en Estados Unidos–, Roca exploró la historia del ballet cubano enfocándose en la vida de Alonso, fundadora del Ballet Nacional de Cuba, quien falleció ayer en La Habana.
Experiencias en Moscú, Leningrado y Riga
‘‘Los cubanos son gente que baila. La danza nos importa y nos importa profundamente’’, afirmó Alonso, quien bailó en la Unión Soviética en 1957 y 1958, en un prólogo que escribió para el libro de Roca.
‘‘Regresé a La Habana a compartir mis experiencias de Moscú, Leningrado y Riga con nuestros bailarines y maestros. Pero siempre nos mantuvimos atentos, cautelosos de las imitaciones; usamos nuestro criterio para determinar qué funcionaba y qué no en los cuerpos de nuestros bailarines... para conseguir nuestro propio concepto de belleza, de elegancia y de gracia’’, añadió la también coreógrafa.
Para el autor lo interesante es cómo una pequeña isla ha logrado influir tanto en las artes, y sobre todo en la danza. ‘‘La historia del ballet cubano es una historia de esperanza y triunfo, pero la historia de Cuba es una historia muy triste... y el ballet sigue triunfando contra viento y marea. Es una cosa conmovedora’’, dijo al publicar su libro.
La influencia de la entonces Unión Soviética en el ballet internacional es evidente incluso en el ballet cubano. Lo que diferencia a los bailarines de la isla parece ser una combinación de una estricta formación integral desde temprana edad, una exposición a un público muy particular y una promoción del arte comparable con la del deporte en otros países.
‘‘Las dictaduras suelen generar grandes artistas; la gente necesita una manera de expresarse y el arte es el medio mayor para lograr esa expresión en cualquier manifestación’’, dijo en 2010 Pedro Pablo Peña, director artístico del Festival Internacional de Ballet en Miami fallecido el año pasado.
‘‘Lógicamente, influyen hasta las dificultades del sistema. No damos nada por sentado... La gente se vuelca con más ganas a lo que se dedica’’, sostuvo en 2010 Lorena Feijóo, entonces bailarina principal del Ballet de San Francisco.
Explicó que al no tener tantas opciones, uno ‘‘se dedica 150 por ciento a lo que ama’’.
Suki John, escritora y profesora de danza en Fort Worth, Texas, quien ha trabajado con bailarines de la isla desde 1992 y ha colaborado con la escuela de Alonso, opina que ‘‘los bailarines cubanos son extraordinariamente bien preparados y educados como artistas, no como máquinas danzantes.
‘‘Están expuestos a muchos aspectos culturales: estudian danza cubana moderna, danza social... son muy bien versados en el lenguaje corporal, lo que les da una increíble sensibilidad que transmite calidez al público’’, dijo el mismo año que los demás entrevistados. Añadió que a ella misma la técnica de la danza moderna cubana la ‘‘transformó’’ como bailarina y que en Cuba encontró ‘‘una clase de profesionalismo y sed en los bailarines de aprender y de crecer muy entusiasta y refrescante’’.
Alicia Alonso enfrentó constantemente una fuga de talentos que decidieron abandonar la isla, ya sea para escapar del régimen o, según la mayoría de los entrevistados, para aprender otras formas de danza que no llegaban a la isla.
Para la reconocida artista cubana esa circunstancia fue algo ‘‘doloroso’’, según dijo en una entrevista en 2008.
‘‘Han recibido una educación de más de nueve años, enseñándoles sin costo’’, deploraba.