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En Sonora, cinta de Alejandro Springall, no hay final feliz, sino una esperanza cuando nadie más tiene que morir
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▲ Fotograma de Sonora
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▲ Un descanso de los actores.Foto cortesía de la producción
 
Periódico La Jornada
Jueves 29 de agosto de 2019, p. 7

En una travesía por un paisaje inhóspito, 12 personas intentan cruzar el desierto sonorense en un Chrysler 1929, guiadas por un indígena tohono o’odham (pápago).

Sonora, cinta dirigida por Alejandro Springall, producida por Bertha Navarro, Edher Campos y Luis Salinas, se desarrolla en un contexto posrevolucionario de crisis económica, racismo y xenofobia. Estas son algunas razones que impulsan al grupo de hombres, mujeres y una niña a trasladarse a Mexicali, donde esperan encontrar paz y seguridad.

Sobre el largometraje que fue durísimo de filmar, Alejandro Springall explicó a La Jornada: “No quise un final hollywoodense y rompí esa tradición. Ganan quienes sobreviven. Existe una esperanza cuando nadie más tiene que morir.”

El filme, basado en el libro de Guillermo Munro La ruta de los caídos, nos transporta a un momento poco conocido dentro de la historia de México que tiene resonancia en la actualidad, porque la trama se ubica en una época de movimientos nacionalistas, xenófobos y de odio al migrante.

Esto sucede “10 años después de que terminó la Revolución Mexicana, un par de años tras la guerra cristera. Sonora es una especie de laboratorio donde se comienzan a propagar ciertas ideas del nacional-socialismo así como del libro, Mi lucha de Adolfo Hitler”.

En el periplo por el desierto, los personajes arman y desarman alianzas; las ideologías se confrontan y la benevolencia se enfrenta a la brutalidad: el racismo, la avaricia y la paranoia, que se vuelven más peligrosos que las tormentas de arena, las altas temperaturas y la fauna de la región.

Ante seres casi moribundos, no puede haber alegría, pero el único que tiene la energía hacia el final es Emeterio (Joaquín Cosío), quien creció en el desierto y, al contrario, de los demás personajes, que se deterioran en el camino, éste mejora y sonríe en algún momento con la única mueca de felicidad que emite a lo largo de 93 minutos.

Sobre el personaje que encarna Cosío, el director detalló: “Emeterio pertenece a los tohono o’odham, del norte de Sonora, que cruzan los territorios en Arizona, es gente del desierto, la cual ha sido muy castigada por esta división territorial entre México y Estados Unidos; incluso han estado contra el muro de Donald Trump, porque les pega como a ninguna otra etnia, pues cruzan la frontera todo el tiempo”.

La cinta, que se estrenará el 6 de septiembre en salas comerciales y fue filmada durante siete semanas en el Gran Desierto de Altar y El Pinacate, tiene en la música otro elemento que entusiasmó a Springall. Trabajé con Jacobo Lieberman porque quería que a través de los sonidos se observara el viaje cultural del microcosmos de las personas adentro del coche.