n el primer semestre de este año la economía estadunidense creció 2.5 por ciento. Estimaciones de analistas indican que puede repuntar 2 por ciento en el año. En 2018 aumentó 2.9 por ciento. En principio –aseguran los analistas– la economía del país vecino vecino no registrará tasas negativas este año, pero se desacelerará. Crecerá a una tasa menor que el año pasado.
¿Qué sucederá con la nuestra? Si la inyección extraordinaria de recursos planteada por el gobierno opera eficientemente, es probable que no registremos una tasa de crecimiento negativa en nuestro producto, pero, eso sí, un crecimiento moderado. Muy moderado. No hace feliz a nadie. Menor a uno por ciento. Entre 0.1 y 0.5 por ciento, considerando esa inyección extraordinaria de recursos y la relación histórica del volumen de valor agregado producido en Estados Unidos con el volumen de valor agregado producido en México. Veremos qué sucede. Tanto con la inyección extraordinaria de recursos como con la evolución estadunidense.
Lo cierto es que –como documentan muchos estudiosos estadunidenses– la economía vecina tiende a crecer a tasas menores. De los promedios que rondaban el 4 por ciento de crecimiento real al año en las décadas de los 50 a los 70, a promedios ligeramente superiores a 2 por ciento de la década de los 80 a la década actual. Y cada vez con más dificultades por la competencia internacional. En particular, por el dinamismo extraordinario –a pesar de todo– de la economía de China, que en unos años más superará a la economía estadunidense.
Entre otras cosas –lo diré una vez más–, por el perfil rentista y especulativo que ha penetrado poco a poco, pero firmemente, en la economía de nuestros vecinos. Hay trabajos –incluso de orientaciones teóricas ortodoxas y no tan críticas– que presentan esas tendencias. Me permito citar uno no tan reciente (1999), pero muy ilustrativo, de investigadores del Urban Institute, de Washington DC.
En seis órdenes muestra algunas de esas tendencias: 1) en tecnología y organización del trabajo; 2) en empleo, su intensidad, la magnitud de la jornada y las remuneraciones; 3) en especialidades laborales y sociales; 4) en aspectos demográficos y de estructura de la fuerza laboral estadunidense; 5) en condiciones de salud, pensiones y retiro; 6) finalmente, en cambios vinculados o derivados de la globalización financiera, productiva y comercial. Se trata de la investigación llamada An overview of economic, social and demographic trends affecting the US labor market, de Robert I. Lerman y Stefanie R. Scmidt. Un dato final sobre las ganancias financieras. Al observar el ciclo de las ganancias de las empresas corporativas, se percibe el mayor crecimiento de las ganancias de empresas corporativas financieras. Ciertamente, las ganancias corporativas han recuperado su participación en el valor agregado, próximo a 40 por ciento y similar al de los años 70 y 60.
Sin embargo, el peso de las ganancias no financieras en ese 40 por ciento es inferior al 35 por ciento respecto al valor agregado de aquellos años 60 y 70. Es decir, esas ganancias no financieras representaban 90 por ciento de las ganancias corporativas totales en aquellos años. Hoy representan 75 por ciento. Han cedido casi 15 puntos porcentuales a las corporaciones financieras. De esto, precisamente, comentaremos más. Y pronto. De veras.