1984
e gustó la versión teatral de 1984, (adaptación de Robert Icke y Macmillan y dirigida por López Velarde. En el pequeño recinto teatral se logra recuperar parte del contenido del libro y mu-chos de los aspectos críticos de la obra de George Orwell. Me gusta saber que su obra maestra ha logrado aumentar sus ventas en Europa y en Estados Unidos hasta en 10 mil por ciento y creo bueno que el público en México lo conozca y reflexione sobre sus hallazgos.
Para mi generación, 1984 fue la destrucción del mito que a través de la economía centrali-zada y el autoritarismo (que todo lo controla) podría crearse una sociedad mejor que la poco utópica sociedad en que vivía el mundo capitalista y democrático. Estos últimos paradigmas han predominado en nuestro mundo y lentamente los jóvenes iracundos han abandonado (no sin sufrimiento) las utopías fascistas o soviéticas. Nos hemos tenido que conformar con el dominio al parecer inexpugnable del capitalismo y con el ideal prosaico de la democracia.
Un tema muy interesante es plantearnos con honestidad si 1984 es una distopía supe-rada con la caída del muro de Berlín o si podemos tener enfrente un aparato de control de la conducta que pudiera tener entre sus lemas la ignorancia es la fuerza
. Está creciendo día a día el control de las corporaciones y los medios sobre la conducta individual. Todo lo que escribimos en nuestras redes sociales puede ser visto y analizado por grandes poderes capaces no sólo de controlarnos, sino de inducirnos a hacer lo que quieren ellos y no lo que nos conviene.
La proliferación de medios como Instagram, Facebook, Twitter y Whatsapp van formando una densa red que anula la intimidad personal y puede determinar la conducta política. Los gobiernos tienen mecanismos que ni siquiera fueron imaginados por Orwell. Una nueva tiranía con base en el fantástico desarrollo de la tecnología electrónica se cierne sobre todos nosotros. 1984 no es un viejo libro marginal, sino una guía para entender que en el centro del poder está vivo el espíritu de la sociedad orwelliana: la vocación de que una bota aplaste el rostro de los súbditos.
Colaboró: Mario A. Domínguez