Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 6 de septiembre de 2015 Num: 1070

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

¿Qué hay por Europa?
Yordán Radíchkov*

Bangkok, puerta
de Indochina

Xabier F. Coronado

Mariano Flores Castro
y Máximo Simpson

Marco Antonio Campos

Ecológica
Guillermo Landa

La interioridad
(o la paradójica
edificación de un hueco)

Fabrizio Andreella

Israel y Palestina:
coincidir en la resistencia

Renzo D’Alessandro

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

¡Qué cierre el de la Sinfónica de Minería!

Como nosotros, muchos entusiastas hacían fila en la taquilla de la Sala Nezahualcóyotl. Aún faltaban tres horas para el concierto de gala que cerraría la temporada de verano de la Orquesta Sinfónica de Minería, así que cruzábamos dedos en las bolsas de chamarras y gabardinas. Tal como nos sucedió horas antes, tampoco ellos fueron atendidos por teléfono cuando quisieron verificar la disponibilidad de entradas. Día complicado, llegar al  Centro Cultural Universitario bajo la lluvia y sortear los remanentes del Maratón de la Ciudad de México fueron el aperitivo de una espera frustrante.

Apenas nos dejaron pasar el mensaje fue claro: “No hay lugares, están agotados desde hace dos meses.” Entonces, las preguntas airadas: “¿Por qué no poner un letrero para que la gente espere bajo su riesgo?; ¿por qué no lo informan en redes y sitios web?; ¿por qué nadie responde las llamadas?” Venido del cristal, por supuesto, escuchamos el surrealismo sindicalizado: “Sí contestamos el teléfono y no hay nada que hacer… a menos que esperen a ver si liberamos boletos a última hora.” A punto de claudicar, la suerte apareció: alguien ofreció, a precio regular, dos lugares sobrantes. Los compramos pero seguimos un rato los acontecimientos en taquilla. Muchas personas renunciarían ante la incertidumbre. Ello nos molestó pues el foro mostró cerca de doscientas butacas vacías de principio a fin del espectáculo. En fin.

Imposible soslayar lo ocurrido seis años atrás, allí mismo, cuando la Orquesta Sinfónica Nacional, también bajo la conducción de Carlos Miguel Prieto (hoy director de la de Minería), abordó el repertorio de George Gershwin (igualmente elegido para este cierre veraniego 2015, junto a Elgar y Tchaikovsky). En aquel momento se cumplían 110 años del natalicio del genio de Brooklyn y los encargados de encarnar a sus emblemáticos personajes Porgy y Bess fueron el bajo Alvy Powell y la soprano Roberta Laws. En el papel de Sportin’ Life estuvo el tenor, bailarín y actor Dwayne Clark, quien afortunadamente repitió en esta ocasión. La gratísima novedad, sin embargo, fue que ahora venían las veinticuatro voces del Coro Negro de Nueva Orleáns cobijando a la soprano Jonita Lattimore y al bajo Kevin Deas, todos bajo la dirección de John E. Ware.


Viñeta de Juan Gabriel Puga

Ya en la sala, el ambiente era festivo. Desde las populares marchas de Elgar (1ra. y 4ta.) se sentía la emotividad en la Orquesta de Minería, la conclusión de un trabajo largo, pulcro y comprometido con su director. Hablamos de un conjunto sólido pero dispuesto a la metamorfosis extrema, con dinámicas trabajadas obsesivamente pero atento a un espíritu contemporáneo que lo acerca a audiencias variopintas gracias a sus aires ligeros y dramatismo escénico. Ello fue evidente cuando el solista israelí Vadim Gluzman tomó el escenario en el Concierto para violín en Re Mayor, de Tchaikovsky, manipulando extraordinariamente un Stradivari “ex Leopold Auer” de 1690, propiedad de la Sociedad Stradivari de Chicago.

Sin exagerar, diremos que su timbre es por momentos atípico, tanto como algunas decisiones interpretativas, lo que se agradece en una obra conocida. Escuchamos la dulzura del instrumento, sí, pero con una delicada carraspera que, sumada a ciertos vibratos y glissandos, refleja los orígenes e intereses del violinista (no en balde ha estado involucrado en estrenos de figuras como Arvo Pärt o Sofia Gubaidulina). Un balance delicado en la presión del arco, que durante el emocionado encore se vio devuelto a su forma más “correcta” en acto de diáfana despedida. Desde luego la audiencia aplaudió de pie antes del intermedio.

Ahora imagine la energía, lectora, lector, cuando llegó el momento de escuchar Porgy and Bess, a ochenta años de ser compuesta por Gershwin (versión de concierto de Robert Russell Bennett). Imagine, por si fuera poco, que justo en ese último y reciente fin de semana de agosto se cumplían diez años de la catástrofe del Huracán Katrina. No hubo mejor manera de tributar a los que se fueron. Así lo entendió el Coro Negro de Nueva Orleáns, institución de orgullo cultural y calidad artística que combina lo escolástico con lo lírico en un afán de integración social e histórica. Así lo entendimos nosotros, empañados los ojos, cuando Lattimore, Deas o Clark alcanzaron la cumbre vocal y el orden afinó sus prioridades. Ni la lluvia, ni el caos del estacionamiento, ni el recuerdo de las taquilleras ejerciendo un poder anómalo pudo borrarnos la sonrisa con que agitábamos pañuelos al son de “When The Saints Go Marching In”. Sonrisa que aún nos acompaña mientras firmamos estas líneas. Enhorabuena por Carlos Miguel Prieto y la Orquesta Sinfónica de Minería. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.