jornada


letraese

Número 229
Jueves 6 de Agosto del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus



pruebate



editorial

Joaquín hurtado

Lo cuir

Queer as Folk popularizó un término que ya tiene sus buenos años discutiéndose en grupos académicos, feministas y activistas del arcoíris ilustrado. Si trasladamos el bonito anglicismo queer hacia un barbarismo chilero y decimos “cuir”, ¿qué pasa?

No pasa nada. Pasa que cuir somos todos y todas, por eso todo lo tolera, todo lo soporta. Pensemos cuir como la sexualidad rara, extraña, desacostumbrada, tal como la fundamentó Judith Butler, la madre de esta teoría. Cuir: la fonética de la palabreja adquiere densidad gelatinosa en su pueril onomatopeya.

Cuir está presente en el aparador que sale cada junio a marchar con orgullo: lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero, travestis e intersexuales. Pero va más allá y más profundo. Podemos guardar bajo lo cuir todos los eslabones y cartabones entretejidos por las mismas minorías sexuales en el impronunciable e ininteligible trenecito LGBTTTI…

Todas las identidades son para lo cuir algo enjaulado, dominado, secuestrado. Lo cuir se interesa por los objetos excéntricos y revoltosos del ser sexual. Denuncia y arrincona la verdad erótica única. Más que categoría sexológica lo cuir es a mi modo de entender un signo aglutinante de la sexualidad humana.

Es la posibilidad de todas las posibilidades libres de imposición y violencia. Recupera el sentido lúdico, bellaco, perversillo, indomable del ser hombre o mujer o ninguno de los dos en las más distintas modalidades y presentaciones. Es la insurgencia renovada de lo puto, lo maricón, lo geisha de los jotos que hemos dado vuelta a la tortilla del escarmiento: “Soy una loca perdida” –dice dignísima la Manuela en el film El lugar sin límites. Lo cuir reabsorbe el estigma doloroso y lo proyecta en clave terapéutica a través de sublimes actos de resistencia.

Lo cuir es poder ligero, fluidez, inestabilidad, enigma, inscritos en otras maneras de sobrellevar la pesada e intransferible cruz de la identidad sexual. Apresa y estabiliza de una maldita vez la sexualidad sólo para declararla como territorio en permanente disputa. Con lo cuir no hay paz. Nada lo aplaca.

Lo cuir está siempre en desplazamiento, en rebeldía trashumante, como masa migrante trepada a la bestia del deseo. En el camino cuir hay muchas aduanas, amenazas institucionales, fuerzas criminales que harán del trayecto un infierno. Pero lo cuir sólo quiere conocer la tierra prometida para abandonarla de inmediato. Vive en los pantanos del loco afán, como Pedro Lemebel, el escritor que se radicalizó en los confines del amor desaforado, feliz y eterno.

¿Luchar entonces por el matrimonio cuir? El planteamiento es descabellado, contradice el sentido heterodoxo de la esencia cuir, pero podemos platicarlo. La Suprema Corte ya nos allanó el camino para seguir meditando el asunto. Impuso la libertad afectiva como condición única del matrimonio, desplazando el estatuto gonadal de los contrayentes. En su humanitaria jurisprudencia caben personas del mismo sexo y género.

Las fuerzas políticas de la mayor parte del país no convienen en legislar a favor de modelos alternativos de familia. No ceden en sus posiciones de poder sacramentado en el matrimonio tradicional. Sólo permiten el contrato civil entre machos y hembras porque está ideado exclusivamente para procrear. Binarismo de conejos, el sexo vale por su productividad medible en coitos eficaces para la descendencia.

 


S U B I R