Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Luisa Josefina Hernández:
Mis tiendas y mis toldos
José María Espinasa
La mutilación
Miguel Donoso
Primera canción
del exiliado
Miguel Donoso
Miguel Donoso Pareja: el
enigma de las dos patrias
Yanna Hadatty Mora
Dos poetas
El Berlín de
Esther Andradi
Consuelo Triviño Anzola
Leer
ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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La Jornada Semanal
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El intelectual como objeto
Ricardo Guzmán Wolffer
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Judíos heterodoxos,
Michael Löwy,
UAM Iztapalapa,
México, 2015.
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Este volumen es el resultado de la recuperación, y posterior ampliación, de diversas conferencias impartidas por Löwy, el autor, mismas que giran alrededor de varios pensadores judíos de inicios del siglo XX, ubicados en la mitad de Europa, todos los cuales son productores de bienes intelectuales, ya sean culturales o simbólicos.
El autor limita su estudio a la temporalidad previa a la guerra. En su trabajo, Löwy toma a los judíos como punto partida, con las variantes más inesperadas: por país, por región, por género creativo, por ser o no integracionista, por sus ansias libertarias, por su afinidad conceptual y muchos etcéteras. El autor habla de la “edad de oro” de los pensadores judíos, acaecida entre 1830 y1933, debido a los muchos creadores destacados en dicho lapso; incluso, Löwy compara dicho período con el esplendor de la cultura judía en la España musulmana de la Edad Media.
A Löwy le interesan dos polos en particular: el del judío liberal, demócrata y republicano, por un lado, y por otro, el judío conservador/revolucionario. Empero, también distingue entre quienes se sujetan a la religión y los que la rechazan. La amplitud de clasificaciones es inagotable.
Los ensayos tocan temas previsibles como “Romanticismo y mesianismo en el pensamiento judío de Europa central a principios del siglo XX”, “mesianismo contra progreso”, “la utopía comunitaria”, “la utopía romántica” y se trata la obra de autores inevitables: Walter Benjamin, Franz Rosenzweig, Martin Buber, Ernst Bloch y varios más.
Se incluye una entrevista del autor con el citado Bloch, pensada para “esclarecer aspectos de las relaciones entre Bloch y Lukács”. Cada capítulo tiene mucho material para comentarse, pero llama la atención la personalidad de Bloch. Se le advierte prudente, casi minimiza el alcance de los trabajos hechos en conjunto con Max Weber y otros, precisa al marxismo como una opción más en los inicios de siglo, acepta sus limitaciones en la percepción de personalidades y se sorprende, a pesar de los años de distancia, por la forma en que comulgaba con Lukács, pues tenían “la misma opinión sobre todo”, hasta que llegó la guerra y Lukács optó por hacerse soldado mientras que Bloch se fue a Suiza para evitar participar en el conflicto armado. Luego vendría la discrepancia sobre la obra de Schopenhauer. Bajo la narración de tales apreciaciones de temas trascendentes, Bloch precisa sus conceptos sobre la verdad y su relación con el marxismo: “los hechos sólo son momentos reificados de un proceso y nada más”. Bloch precisa los alcances del Sermón de la Montaña para justificar la violencia como corrección de la injusticia; explica la falta de necesidad “moral” en el proletariado para rebelarse a la opresión y contrapone las motivaciones éticas de los intelectuales.
Este es un libro de ensayos profundos, que muestran la persistencia de un bloque intelectual que ha modificado muchas disciplinas en la historia universal y es, al mismo tiempo, una mirada sobre la intelectualidad que rebasa el nivel de mero análisis sobre un conjunto de judíos imperecederos.
Mínima biografía literaria
Juan Gerardo Sampedro
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París DF,
Roberto Wong,
Galaxia Gutenberg/Colofón,
México, 2015.
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Necesariamente el autor de esta novela tuvo que buscar y hallar un único y exclusivo referente temático en Franco Moretti: Atlas de la novela europea 1800-1900 (Trama Editorial, Madrid, España, 2001): “La geografía es un aspecto decisivo del desarrollo de la invención literaria.”
Aunque el título remite a otros como el inevitable Paris Texas, nada guardan en común. Aquí, el argumento es autónomo pero nunca novedoso. Ganadora del Premio Dos Passos a la Primera Novela, París df retoma un recurso del siglo XIX europeo: Balzac y Sue trazaron sus geografías para contar sus historias. Moretti: “Otro misterio: la leyenda urbana ante litteram de la Corte de los Milagros, que hace su primera aparición […] en un mapa de París de 1652 cuando en la realidad histórica se la había suprimido mediante el Gran Internamiento de los vagabundos y mendigos de la capital.”
Espacios distintos ofrecen relatos diferentes: sin la existencia de uno no se da la presencia del otro. Sucede en toda ficción, así se trate de lugares abiertos o cerrados: todo terreno es propicio o no para situar una acción.
Sucede entonces que lo que pareciera un logro de la imaginación en París DF no lo es: el personaje central, Arturo (estudiante de lingüística y literatura), empleado de una farmacia de mediana categoría en el DF, presencia el asesinato de un hombre que de manera frustrada intenta robarse unos medicamentos para el tratamiento de una costosa patología crónica.
Obsesionado con un lejano e inalcanzable París, Arturo superpone el plano sobre uno del DF y observa las coincidencias. Meticuloso, sabe de dónde partiría el centro y comienza a otorgar a las avenidas y a las plazas del DF, los nombres que llevan en París.
Unos días de vacaciones en la farmacia le sirven para involucrarse en una avalancha de situaciones que cambiarán su modo de percibir la vida: robo, mujeres, alcohol y sexo, o como lo explica la cuarta de forros: se enfrenta a la ley de las “probabilidades y de la mala suerte”. La simple idea de que la bala que mató al hombre en la farmacia pudiera haberle tocado a él (observa la sangre en su ropa) lo transforma. Y todo sucede rápido entre el DF y el París que añora pero que le es tan ajeno, en situaciones un tanto inverosímiles.
El sustento de la narración se aferra en distractores: mención de personajes de la cultura parisina, una lectora del Tarot que sólo aparece como débil telón o la detallada y abrumadora descripción de la geografía de París.
Lo interesante de la novela, en todo caso, es el intercambio que se da entre el sueño, la realidad y el delirio. Arturo retrocede en el tiempo; vive en el París que imagina aunque la realidad lo situé de pie sobre el DF. La “voz osada, original, capaz de sacudirnos” del autor se extravía y no regresa y nos deja algunos cabos sueltos a los lectores.
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