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Ingrid Suckaer
Desde fines del siglo XVIII, como resonancia del romanticismo, el cual impulsó principios de libertad y subjetividad contra las reglas clásicas y el racionalismo filosófico, paulatinamente la iconografía divina, Dios y su cuerpo, quedaron atrás; la figura humana tomó el lugar central en la historia del arte. Se resignificó: pasó a ser un nuevo signo en la historia del arte. Con esta resignificación, los artistas introdujeron en sí mismos la génesis creativa, quebrantando con ello la concepción ideológica de que el ser humano está hecho a semejanza de Dios.
En menos de una cincuentena, el mundo moderno padeció la invasión del odio, lo cual lo condujo a una carrera en donde muchos significados cambiaron: a partir de los últimos años decimonónicos y con mayor énfasis luego de la primera guerra mundial, como consecuencia de lo que avistaban en la colectividad, muchos artistas empezaron a explorar el erotismo desde la estética del dolor; después de los experimentos eugenésicos, los campos de concentración más todas las aberraciones de la segunda guerra mundial y la bomba atómica, la sociedad no podría ser la misma y así lo ha registrado el arte.
Con el imperativo de unir el arte y la vida desde una dimensión política, en 1960, los wiener aktionimus (accionistas vieneses) marcaron un cambio rotundo en el uso del cuerpo; lo llevaron a los extremos de la violencia y rompieron de tajo con su idolatría, un verdadero cuestionamiento a la filosofía platónica que pondera al soma como fuente de inspiración y amor. Hermann Nitsch (Viena, 1938), uno de los accionistas más reconocidos, desarrolló en 1957 la idea de un “teatro orgiástico y misterioso”, fundado bajo premisas místicas combinadas con la sensualidad.
Nitsch es conocido como un artista transgresor quien, por medio de la pintura, el performance, la música y la dramaturgia, explora la esencia de los rituales antiguos para lo cual durante un tiempo utilizó animales muertos. Esto dio origen a que grupos ecologistas protestaran. No obstante, entre 1962 y 1998 Nitsch desarrolló cien actuaciones; enfrentó problemas, siempre aclaró su postura y nunca fue censurado.
Desde meses atrás se sabía que el Museo Jumex inauguraría en febrero una muestra individual de Hermann Nitsch. Ya con la obra en México, sin dar mayores explicaciones, dicha institución canceló la exposición. No hay duda: esto se debió a la campaña de protesta encabezada por grupos ecologistas. La cancelación de la muestra de Nitsch por parte de la dirección del Museo Jumex pone en evidencia la falta del verdadero compromiso que se debe asumir con el arte. Es lamentable que un museo de arte contemporáneo tenga una postura tan débil.
Para beneplácito de muchos, contando con la presencia de Hermann Nitsch, en Ex Teresa Arte Actual se escuchó, a finales de febrero pasado, la premier del Concierto Sinfonía para México compuesto por Nitsch para México. Dirigida por Andrea Cusumano, la sinfonía del prestigioso autor permite comprobar que la música proviene de una concepción profunda y que el respeto al silencio da paso a experimentar diferentes estados de conciencia.
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