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Juan Cristóbal Pérez Grobet. DesEnlaces
o el gobierno de la nieve
Fue a finales de 2014 cuando imaginamos la frase que impulsaría este texto. Era sábado por la tarde en Coyoacán, Ciudad de México. Luego de varios intentos fallidos habíamos logrado juntarnos para escuchar la primera aproximación a DesEnlaces, último disco del bajista Juan Cristóbal Pérez Grobet. Alrededor de la tercera o cuarta pieza apareció el enunciado en nuestra cabeza, igual que una semilla huérfana y prometedora. Pero no lo compartimos, pues aún parecía un tanto absurdo. Era éste: “Juan Cristóbal Pérez Grobet es un compositor elegante, gobernado por la nieve.” Hoy, empero, sentimos de nuevo su pertinencia porque lo hemos vuelto a escuchar y porque está próximo a salir. Sirva nuestra experiencia como invitación a nuestra lectora, lector, interesado en apoyar y promover artistas nacionales valiosos, originales. Volvamos pues a ese día en Coyoacán.
Al tiempo que transcurría la música pensábamos en la influencia que los viajes al estrecho de Bering, Alaska, tuvieron sobre su obra –ésta y la precedente–, confirmábamos lo personal e introspectivo, lo genuino y honesto de un arte que se ocupa en preguntas esenciales relacionadas con la soledad, la naturaleza, el color del mundo y su temperatura. Comprobábamos que Juan Cristóbal sabe transformar recuerdos y fotografías entrañables en radiografías sónicas de su espíritu, algo raro en un mundo desbordado por la angustia que busca aceptaciones intangibles. Además, hay que decirlo, todo eso que pensamos, confirmamos o comprobamos esa tarde es una diáfana extensión de su persona.
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El eje toral del álbum, desde luego, es el sonido natural del bajo sin trastes, expresión impoluta de un Grobet lleno de virtudes melódicas. También canta el contrabajo —con y sin arco—, así como otros parientes graves que en sus manos regalan ternura, abrazos. De allí que sean amigos de notable trayectoria quienes lo ayudan en esta vendimia de frutos cariñosos. Juan Carlos Novelo suena en la batería, Rodrigo Barberá en el piano, Darío González en el teclado, Santiago Ojeda y Rodrigo de la Mora en las guitarras.
Se trata de nueve piezas —casi todas breves— con gran variedad discursiva y unidad tímbrica, bien ordenadas para el éxito de su trama. “¿Dónde está el pelícano?”, la de apertura, juega con un provocador ritmo en nueve y siete octavos. “Tonos blancos” y “Color favorito” son temas que se internan en el tres del vals, mientras que “Martendida” y “Equilibra el horizonte” juegan al seis octavos. El resto propone acentos mayormente binarios pero, eso sí, todos se inclinan hacia un instrumento o diálogo específico entre dos o más voces. Esto hace que la dotación jamás haga pleonasmo, al igual las cambiantes y lúdicas arquitecturas.
Ahora bien, podríamos decir que DesEnlaces es jazz, pero sería negar los aires clásicos, folclóricos y étnicos que contiene. Digamos que es música de enorme dulzura y profundidad a la que sólo parece importar su propio ciclo volitivo, como pasa con el alud que se desplaza hipnotizado. Lo mejor es que al final de la avalancha estamos nosotros, escuchando los cristales melancólicos de la nieve. Porque sí, volviendo al principio, Juan Cristóbal Pérez Grobet es un compositor gobernado por una claridad fría que aparece y desaparece con naturalidad de cellisca. Tales son los trazos que en el aire pinta su meteoro: blancos, suaves, reflectantes y prestos a derretirse al contacto con el otro; equilibrados, rompe tiempos, luminiscentes y privados cual relojes.
Y perdónenos quien se acerca a esta música a través de nuestras letras. No queremos explicar a qué suena un gran bajista. Pretendemos ampliar el abrazo de DesEnlaces, final e inicio de un contacto con tierras y personas lejanas que por su túnel se nos aparecen. Deseamos acercarnos a su oficio emparejándonos con el motor poético que propone. Dicho de otra forma: si al escuchar su materia e improvisaciones atestiguamos la creación de un mundo nuevo y necesario, ¿por qué no íbamos nosotros a arriesgar palabras en la nevisca?
Finalmente diremos que Juan Cristóbal Pérez Grobet pertenece a la estirpe de quienes sacan un disco en cumplimiento de su compromiso con las huellas, pero entendiendo que la cima indudable se alcanza una tarde viajando en lancha, lejos de industrias y banalidades, cuando el paisaje de la Tierra se transforma en piel del sueño. No hay mejor prueba de ello que estos, sus admirables DesEnlaces. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.
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