Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Sándor Márai
y la justicia
Ricardo Guzmán Wolffer
Antonio Cisneros
cronista
Marco Antonio Campos
Todos presos
o presuntos
Fabrizio Lorusso
Retrato de Rafael
Sánchez Ferlosio
José María Espinasa
Maravillas de
la antimateria
Norma Ávila Jiménez
María Izquierdo,
pasión y melancolía
Germaine Gómez Haro
La poesía salvaje
de María Izquierdo
Argelia Castillo
Leer
Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal
|
|
Juan Domingo Argüelles
El falso Nezahualcóyotl
En Nezahualcóyotl, vida y obra (FCE, 1972; 16ª reimpresión, 2012), de José Luis Martínez, publicado con motivo de los quinietos años de la muerte del gobernante y gran poeta del México antiguo, el autor no recoge –ni siquiera en los apéndices del libro– un poema apócrifo (atribuido a Nezahualcóyotl) que, sin embargo, ¡aparece en el billete de cien pesos emitido por el Banco de México!
El poema en cuestión (“El cenzontle”) dice así, traducido al español: “Amo el canto del cenzontle,/ pájaro de cuatrocientas voces./ Amo el color del jade/ y el enervante perfume de las flores,/ pero más amo a mi hermano: el hombre.”
¿Por qué el Banco de México estampó esta composición en el billete y se la achacó al Rey Poeta? ¿Quién toma las decisiones para incluir los elementos conmemorativos en nuestra moneda? ¿Se consulta acaso a los especialistas? ¿Por qué en vez de poner en el billete un texto pedestre, no incluyó un poema o un fragmento de un texto emblemático de Nezahualcóyotl (1402-1472) siendo que hay varios extraordinarios que no sólo son, sin duda, de la autoría de Nezahualcóyotl, sino que, además, poseen las características más representativas de la estética del Rey Poeta y, más ampliamente, de la mejor poesía prehispánica en lengua náhuatl?
Desinformado, pero también mudo, el Banco de México no ha respondido a estas preguntas pese a que el nahuatlato francés Patrick Johansson, del Instituto de Investigaciones de la UNAM, ha dicho muy claramente que “el poema en el billete de 100 pesos es falso”, es decir, no lo escribió el señor de Texcoco.
Como lo consigna la revista Proceso en su número 1917 (28 de julio de 2013), Johansson afirma que este poema (“Centzontótotl”, “El cenzontle”), ampliamente difundido desde el nivel escolar, es de origen incierto. Para probar que no es de Nezahualcóyotl analiza lo mismo cuestiones lingüísticas que aspectos discursivos e ideológicos de la versión en náhuatl, y relaciona, una a una, las inconsistencias del texto, ajenas por completo al estilo y el lenguaje poéticos del gran texcocano.
Explica, por ejemplo: “La expresión verbal nictlazotla, ‘yo amo’, muy común en el náhuatl de hoy, no aparece como tal en textos antiguos. Los antiguos mexicanos empleaban formas metafóricas y perifrásticas para expresar el amor y la admiración que tenían por algo o por alguien.. Y añade: “Aun cuando las palabras tienen mucha movilidad en la frase náhuatl, el hipérbaton nocniuhtzin in tlacatl, nehuatl nictlazotla (‘a mi hermano el hombre amo yo’) no corresponde a la retórica indígena prehispánica.” Por lo demás, “el amor al prójimo es una idea cristiana que no corresponde a la episteme indígena prehispánica.”
Todo esto y las muy notorias diferencias lingüísticas y gramaticales entre el náhuatl antiguo y el náhuatl moderno dan fe de que ese texto es apócrifo. Aun sin ser conocedores de la lengua náhuatl, pero sí atentos lectores de poesía y en especial de la obra poética de Nezahualcóyotl (en las traducciones de Miguel León-Portilla y Ángel María Garibay), es posible advertir que esos cinco versos de “El cenzontle” no son de Nezahualcóyotl ni por asomo.
Nezahualcóyotl escribió maravillas como las siguientes: “No acabarán mis flores,/ no acabarán mis cantos:/ yo los elevo: soy un cantor.” “Aunque sea jade: también se quiebra;/ aunque sea oro, también se hiende,/ y aun el plumaje de quetzal se desgarra:/ ¡No por siempre en la tierra:/ sólo breve tiempo aquí!” “Estoy embriagado, lloro, me aflijo,/ pienso, digo,/ en mi interior lo encuentro:/ si yo nunca muriera,/ si nunca desapareciera.”
“Este poema, por demás hermoso, es de factura moderna”, concluye Johansson respecto de “El cenzontle”. Y, puesto que así lo cree, en este punto habrá que concederle su lugar al gusto personal, pero Gabriel Zaid no lo incluye en su Ómnibus de poesía mexicana, porque dicho texto está muy lejos de ser antológico. Tampoco lo incluyen Coral Bracho y Marcelo Uribe en la antología de poesía náhuatl La tinta negra y roja (2008).
Por mi parte, contradiciendo a Johansson, “El cenzontle” no me parece un poema hermoso, sino tramposo: retórico, afectado y lleno de clichés. Su “estética” es priísta, por lo convenenciera y demagógica: “pero más amo a mi hermano: el hombre”. (¡Sí, cómo no!) Es un texto de político más que de poeta (es un discurso oportunista, más que un poema), y aunque Nezahualcóyotl fue gobernante, queda claro (a partir de su obra poética auténtica) que nunca cultivó la demagogia.
|