Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Herman Koch:
dosificar el conflicto
Jorge Gudiño
Federico Álvarez:
Una vida. Infancia
y juventud
Adolfo Castañón
A la sombra de
la hechicera
Juan Manuel Roca
Tres poetas
Belisario Domínguez:
política con dignidad
Bernardo Bátiz V.
Una topada de
huapango arribeño
Guillermo Velázquez, el León de
Xichú y Juan Carreón, el Diablo
Zona muerta
Aris Alexandrou
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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Felipe Garrido
Recado
Para Víctor Hugo Rascón Banda
Encontraron tres cuerpos. Dos eran de los policías municipales que desaparecieron desde el otro domingo, cuando levantaron al Miguel. El tercero no se supo; nadie lo reconoció. Le hallaron una tarjetita donde le habían escrito un recado. A mano, con letra muy fina, muy elegante. Con tinta violeta. No se podía leer bien por las manchas que tenía. “Acá en el pueblo nadie está libre de [...] ni hay [...] que [...] Será mejor que no vuelvas, hijo. No te asomes ni [...] Si hace falta, yo voy a verte. Acá no se puede confiar en nadie. Y menos porque [...] y como dice Rosa, tu madrina, que no te ha [...] te vistes como narco; o como judicial, que lo mismo da. Te peinas como [...] miras como [...], o como judicial; es igual. No quiero perderte, mi hijo. No quiero que corras riesgos tan grandes. Prométeme [...] Haz de cuenta que no viste nada, no escuchaste nada, no sabes nada. No me obligues a [...] Haz de cuenta que [...]” |