Hugo Gutiérrez Vega
Nikos Engónopoulos: surrealismo y tradición
Desde hace varios años nuestro suplemento y, en particular, el poeta y traductor Francisco Torres Córdova, han venido analizando distintos aspectos de la riquísima poesía griega contemporánea. Las traducciones de Torres Córdova pueden reunirse ya en un libro antológico. Tiene muchos lectores y varias instituciones, exceptuando la embajada griega en nuestro país, siguen con interés sus traducciones y sus comentarios. Yo quisiera poner mi granito de arena en esta tarea de recuperación y de divulgación de una poesía ligada en algunos aspectos al resto de la poesía europea, pero diferente y dueña de una originalidad que proviene de los momentos iniciales de la poesía occidental.
Hoy quiero hablarles de Nikos Engonópoulos, poeta nacido en 1910 y muerto en 1985. Fue, en todos sentidos, un francotirador. En sus primero libros, No hablen al chofer y Los clavicordios del silencio, muestra la influencia del surrealismo, pero sobre todo una fuerte originalidad. Esto se hace más patente en “El poema al que le falta alegría, dedicado a una mujer maravillosa dorada de pasión y calma.” Así habla el poeta:
Ven
déjate caer en mis brazos
y otórgame
–pues así lo quieres–
la tristeza de tu verde mirada
la profunda amargura de tus labios rojos
la noche de misterios entretejida en tu cabello largo
la ceniza de tu espléndido cuerpo
Embirikos es sin duda el principal representante del surrealismo griego, pero Engonópoulos aporta una visión que asume la influencia de Kavafis, considerándola como fundamental para el desarrollo de la poesía moderna. En un ensayo –no olvidemos que Grecia ha producido grandes ensayistas y críticos literarios– , Engonópoulos afirma que la poesía griega se divide en dos: antes y después de Constantino Kavafis. El poeta de Alejandría, amante de las tradiciones helenísticas, realizó la ruptura formal que era absolutamente necesaria para que la tradición continuase y dejase de ser una lápida para convertirse en un capitel. La modernidad griega, por esta razón, no reniega de sus raíces populares. Los poetas actuales mantienen firmes los lazos que los unen con la primera poesía demótica. En el poema de Engonópoulos “La joven Laura” están presentes la tradición y la ruptura. Su forma se aleja de la hermosa pero inimitable y, por ende, periclitada retórica de Palamás o de Sikelianós y, dentro de su originalidad, se mueven las presencias kavafianas y los vientos encontrados y vivificantes del mundo helenístico:
Ven
no te pongas así
somos griegos
tú eres –¡que maravilla!–
una joven
griega
cuando duermo
las flores de tus axilas
vienen
y me acarician
todo el cuerpo
Aquí, juntos el poeta y el pintor revelan los colores del Mediterráneo en los rasgos de una mujer joven rodeada por el paisaje del mar, las islas y el sol constante del Dodecaneso.
Engonópoulos, en su poesía amorosa, utiliza todos los emblemas de la realidad histórica griega, desde los clásicos, pasando por los bizantinos, hasta llegar a los del mundo moderno en el que estas presencias se agitan detrás de cualquier poema, de cualquier canción:
con mano firme
conduzco el navío
hacia las islas
donde vuelan
a montones
los huesos y cráneos de los muertos
en la arena rubia
del litoral
En la fiel traducción de Torres Córdova, el poeta-pintor culmina, de manera clamorosa, sus amores de carne, hueso y espíritu:
Ves aquella tumba
ahí
abriremos la puerta
y entraremos:
ahí habré de abrazarte
y así abrazados para siempre
nos perderemos
en los cristales polícromos
del Juicio Final
Por último quiero mencionar el poema que Engonópoulos escribe sobre el libertador Simón Bolívar. Pensando en la lucha por la independencia del pueblo griego y recordando, entre otras, la figura de Lord Byron, el poeta griego interpreta magistralmente algunos momentos estelares del pensamiento de Simón Bolívar. Este poema puede iluminar a los estudiosos del programa, la vida, la muerte y la herencia del libertador.
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