Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El misterio de la escritura
Mariana Domínguez Batis
entrevista con Vilma Fuente
Marcel Sisniega: literatura, cine y ajedrez
Ricardo Venegas
Eduardo Lizalde:
cantar el desencanto
José María Espinasa
Rubén Bonifaz Nuño,
la llama viva
Hugo Gutiérrez Vega
El naufragio de la cultura: educación
y curiosidad
Fabrizio Andreella
El espectáculo
del presente
Gustavo Ogarrio
Leer
Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Alonso Arreola
[email protected]
Trueba, Anderson y Tarantino,
directores de orquesta
En una misma semana cruzaron por nuestros ojos tres películas que muestran profundos homenajes a la música. Ello nos recuerda qué lejos puede estar la banalidad cuando compositores y directores se lo proponen, cuando dos disciplinas se potencian sin doblegarse del todo al “gran show” en que efectivamente se ha convertido el mundo. Hablamos de Chico & Rita (2010), Moonrise Kingdom (2012) y Django Unchained (2012). Nos arriesgaríamos a decir, incluso, que se trata de las mejores bandas sonoras que hemos escuchado en mucho tiempo.
Chico & Rita es un filme animado de los españoles Fernando Trueba y Javier Mariscal, rodado principalmente en La Habana, Cuba. Teniendo como motor oculto la vida del pianista Bebo Valdés (quien la musicaliza a sus noventa y dos años), tributa a los autores e intérpretes que viajaron de la Isla a Nueva York en los cincuenta para dar nacimiento al cubop, género al que contribuyeron decisivamente Dizzy Gillespie y Mario Bauzá. Así, pese a la falta de detalles en el trazo de sus protagonistas (está lejos del arte gráfico del japonés Miyazaqui; del francés Sylvain Chomet o del inglés Bill Plympton), las dos ciudades brillan mostrando un rostro olvidado, de cuando aún podían darse la mano a través del mar.
Cruzando distintas etapas, el amor del pianista Chico y la cantante Rita nos permite asistir a fiestas y conciertos en el Tropicana y el Riviera de La Habana, en el Palladium y el Village Vanguard de Nueva York; escuchar las reinterpretaciones a temas legendarios como “Manteca”, “Sabor a mí”, “Bésame mucho”, “Celia” y “Blue Monk” (regrabadas en 2009); reconocer a Thelonious Monk, Tito Puente, Charlie Parker, Chano Pozo y muchos otros músicos, al tiempo que recordamos lo que puede nacer del choque entre dos culturas, o dos personas. Es así como Fernando Trueba prolonga lo que comenzara hace más de una década en el musical Calle 54 y la posterior fundación del sello discográfico homónimo que lanzara Lágrimas negras, el más premiado de los trabajos de Bebo Valdés y Diego el Cigala.
La segunda película que “escuchamos” con atención y que hoy deseamos recomendar es Moonrise Kingdom, del cineasta texano Wes Anderson. En ella la música no es materia central de la historia, pero juega un papel singular como apertura y cierre “pedagógicos” que homenajean al músico Benjamin Britten (1913-1976); como discurso que suplanta por completo al diálogo en algunos de sus mejores momentos, contribuyendo así a una plasticidad de enorme belleza. Ganadora de dos premios del American Film Institute, está por conocer si sus guionistas (Anderson y Roman Coppola) triunfan en la próxima ceremonia del Oscar.
pendiente si sus guionistas (Anderson próxima ceremonia del Oscar.
A propósito de la influencia del compositor británico en esta obra, el director dijo en el festival de Cannes: “Tuvo un efecto enorme en toda la película [...] De alguna manera es su color.” Esto se debe a que Britten utilizó coros de niños en algunas de sus composiciones, lo que acompaña naturalmente a los muchos infantes que vemos en la pantalla. Asimismo, destaca el fino trabajo del compositor francés Alexandre Desplat, encargado del score original, y el del supervisor Conrad Pope, quien acertó con maestría en los arreglos a la obra del cantautor country Hank Williams, incluida en escenas de humor más relajado.
Finalmente señalamos Django Unchained, de Quentin Tarantino. Independientemente del gusto que el lector tenga por estos filmes, del juicio que pueda establecer sobre sus actores, de la violencia o la mucha sangre que los inundan, hay rasgos de su banda sonora que nos parecen valiosos. Uno: como suele suceder en las películas de Tarantino, hay una excelente selección de piezas western, pero no del tipo texano sino espagueti, cortesía de compositores italianos como Luis Bacalov, Riz Ortolani y el gran Ennio Morricone. Dos: la que, honestamente, dio origen a esta columna dominical: esa breve escena en la que el cazarrecompensas llamado Dr. King Schultz, encarnado por el actor Christoph Waltz, llega al límite de su paciencia y cordura por estímulo de un Beethoven malamente interpretado en arpa. Digamos que justo allí se desencadena el final, cuando en un momento de revelación aplastante, ese hombre ya no puede soportar la barbarie e impide que se siga malgastando la obra musical de un genio en los oídos equivocados. Un maravilloso momento en donde alguien se juega su presente por defender el pasado y el futuro de una melodía.
Trueba, Anderson y Tarantino, tres directores que saben y aprovechan esa verdad insoslayable: la música dice lo que está antes o después del lenguaje hablado. Por ello vale la pena verlos y, claro está, escucharlos.
|