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Ana García Bergua
Un paseo entre la niebla
Sergio Pitol viaja a La Habana para hacerse estudios médicos y someterse a un tratamiento contra el misterioso mal que le provoca dificultades con el lenguaje; al entrar al tradicional restaurante La Zaragozana, acude a su memoria, de manera inequívocamente proustiana, otro viaje realizado en su juventud a la misma ciudad, el cual se encontraba enterrado en la memoria. Ese recuerdo trae, como una perla submarina, los orígenes de su escritura.
Así comienza Una autobiografía soterrada (ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones), el último libro de Sergio Pitol, publicado por Almadía. En él se suceden cinco textos escritos a partir de la relectura de sus libros para la edición de su Obra reunida por el fce, a los que se suma un diálogo con Carlos Monsiváis. En este libro, Pitol pasea por sus cuentos, sus novelas, sus libros de ensayo, como si nos llevara por los corredores de sus pensamientos, sus lecturas, las películas y los recuerdos, su taller interior, o como él diría, su carpintería literaria. Chéjov, Gombrowicz, Gogol, Reyes, Borges, Dickens, James, entre tantos espíritus tutelares, presiden este paseo que es como todas las obras de Sergio Pitol: una mezcla de delicia, inquietud y revelación pospuesta. “En mis narraciones soy más bien un personaje enmascarado que se mueve en los corredores, un observador de las tramas para despejar las oscuridades de la obra o encapotarlas más: dejémoslo así.”
Como ya es habitual en él, en este libro que se acompaña además de unas fotos espléndidas, este personaje enmascarado nos sumerge de vez en cuando en su narrativa, por ejemplo cuando relata sus recuerdos habaneros en tercera persona, o cuando traza el personaje de “Polidora la opulenta, la inigualable, la deliciosa…”
La trama de Una autobiografía soterrada avanza, de texto a texto, en revelaciones y descubrimientos sobre la escritura y la vida que vienen a ser lo mismo: se trata de una poética, una narrativa y una autobiografía, como su título lo indica, una estructuración de hechos de naturaleza diversa y a la vez coetánea. El escritor viajero recorre sus pasos una y otra vez para entregarnos algunas claves de sus libros: las lecturas, los afanes y las circunstancias muchas veces novelescas que los inspiraron, como el personaje verdadero que dio carne a Billie Upward. Lo leemos desde un lugar distinto al de quien lee biografías, pues Sergio Pitol despierta siempre en el lector la entrega de quien va a recibir un cuento, una ficción –nos va tentando a lo largo de los textos con tramas escritas o planeadas– y en ese estado recibimos también, de manera teatral y prodigiosa, los apartes y las revelaciones del maestro de ceremonias: “En fin, sobre cualquier tema que escribo logro introducir mi presencia, me entrometo en el asunto, relato anécdotas que a veces ni siquiera vienen al caso, transcribo trozos de viejas conversaciones mantenidas no sólo con personajes deslumbrantes sino también con gente miserable.”
Al final nos damos cuenta de que su construcción narrativa es tan perfecta, que incluso cuando habla de sí mismo hace ficción y cuando hace ficción habla de sí mismo. Este libro es una autobiografía soterrada, como bien dice el título, cuya materia es la escritura y cuya estructura es la del enigma que antecede a la escritura y a la vida: así como el libro comienza con la revelación sobre aquel viaje a La Habana, terminará con otra desgarradora y decisiva sobre su infancia.
En el diálogo con Monsiváis, Pitol se refiere a los excéntricos, cómicos y angustiosos a la vez, que habitan su obra: “Las dictaduras y la opresión los producían; ser raro era un camino a la libertad.” Extrapolándola, la frase se podría aplicar también a Sergio Pitol: ser un escritor raro, interesado en la farsa y la deformación, en la caída patética y grandilocuente de sus personajes, le ha permitido esa libertad que sólo pertenece a quienes desbrozan un camino absolutamente personal y se entreveran en él: las estrellas que los guían son propias y están en otro universo donde nadie más podrá imponer las reglas. Una autobiografía soterrada no deja de seguir las que ha creado para sí el maestro: “Instalo en el relato una ambigüedad y una que otra pista, casi siempre falsa. Necesito crear una realidad permeada por la niebla.” En ese sentido, este libro es una lección de escritura y de literatura, una revelación que deja al lector deslumbrado y sediento, como todos los libros del gran Sergio Pitol.
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