La reforma migratoria y las elecciones en Estados Unidos
Fotos: spanish.safe-democracy.org |
Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
En su editorial del pasado 27 de abril, Los Angeles Times le agradece al gobierno de Arizona por haber aprobado la ley SB1070 pues, según el diario, con esta legislación se volvió a poner en el centro del debate el tema de la inmigración.
Los hechos le han ido dando la razón a Los Angeles Times. El primero de mayo hubo manifestaciones en setenta ciudades; las más grandes fueron en Los Ángeles, Dallas, Nueva York y Chicago. Se cree que se manifestaron en total más de 600 mil personas.
En la ciudad de Chicago participaron alrededor de 25 mil manifestantes. Lo llamativo de esta marcha es que el indocumentado –que prácticamente se había ausentado en las protestas del Día del Trabajo de 2007, 2008 y 2009– otra vez participó en la toma de las calles por donde marchó. Después de tres años, el inmigrante sin papeles se sobrepuso al miedo, pues la indignación de que se le acuse de criminal por su condición migratoria ha sido más fuerte que su temor de ser deportado. Esa indignación ha ido más allá del indocumentado y ha permeado a toda la familia inmigrante, así como a la comunidad latina y latinoamericana.
ALGUNOS CASOS
El lunes 17 de mayo, cinco jóvenes –tres de ellos indocumentados– ingresaron en las oficinas del senador John McCain, en Tucson, para que se descongele y finalmente se apruebe el Dream Act. De aprobarse esta propuesta de ley, saldrían beneficiados miles de jóvenes indocumentados que llegaron al país siendo menores de edad. Cada año se gradúan de high school cerca de 65 mil jóvenes sin documentos.
El miércoles 19 de mayo, Michelle Obama, quien estaba promoviendo su campaña contra la obesidad infantil en un suburbio de Maryland, fue cuestionada por una niña de ocho años. La pequeña le comentó a la primera dama que su mamá había dicho que el presidente Barack Obama expulsaría a todos los indocumentados. Michelle le dijo que ese problema se tenía que resolver para que todos en el país tengan sus documentos en regla. La niña, con cierta incertidumbre, le respondió que su mamá no tenía documentos.
El 20 de mayo, más de doscientos estudiantes de cuatro secundarias de Chicago abandonaron sus clases y se dirigieron al arco del barrio La Villita para repudiar la Ley Arizona y promover el boicot contra ese estado.
Cabe mencionar que de nuevo –como con la HR4437, promovida a nivel federal en diciembre de 2005 por el congresista Sensebrenner– un gran número de figuras del espectáculo y del deporte se ha manifestado contra la Ley Arizona. La cantante Shakira participó en una manifestación el 28 de abril, a unos días de haberse aprobado la SB1070. Y en Los Ángeles, Gloria y Emilio Estefan iban al frente de la manifestación del primero de mayo. Tanto por radio como por televisión hemos escuchado frases de repudio a esta ley por parte de Los Tigres del Norte, la Banda Limón, Gloria Trevi, Ozzy Guillén, Juanes, etcétera.
Sobresale el festival de rock contra la SB1070, organizado por el Gobierno de Ciudad de México el 16 de mayo. En el concierto participaron grupos como Jaguares, La Maldita Vecindad y Molotov, entre otros, y asistieron más de 85 mil personas. Saúl Hernández, vocalista de Jaguares, consideró la Ley Arizona como “una estupidez y una muestra de racismo”.
En el mundo del deporte, el equipo de basquetbol de Phoenix, como protesta hacia esta ley, aprobada en su propio estado, honró a la comunidad latina traduciendo un artículo en el nombre estampado en la camiseta y la noche del 4 de mayo el equipo se convirtió en “Los Suns”.
En el suburbio de Highland Park, Illinois, el equipo femenil de basquetbol a nivel high school canceló su participación en el torneo nacional que se llevará a cabo en Arizona, acto que provocó la ira de Sarah Palin, símbolo del neoconservadurismo republicano. Y el senador Bob Menéndez, como otra forma de presionar al estado de Arizona, les propuso a los directivos y jugadores de beisbol profesional cambiar la sede del Juego de las Estrellas de 2011, a realizarse en Phoenix, o bien su cancelación. El argumento del senador es que más del cincuenta por ciento de los peloteros profesionales es de origen latino.
LA LEY CRUZA LAS FRONTERAS
La indignación que ha provocado esta ley ha rebasado la frontera sur estadunidense. El pasado 4 de mayo, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) repudió la Ley Arizona por considerar que esta legislación entraña “el peligro latente de violencia racial con lamentables episodios de los que ya hemos sido víctimas los ciudadanos sudamericanos”. Y el 20 de mayo –en un hecho casi inédito en la historia de las relaciones México-Estados Unidos–, el presidente Felipe Calderón afirmó frente al Congreso y el Senado, en una reunión conjunta, estar “completamente en desacuerdo con la adopción de la reciente ley en Arizona”. Y agregó estar “de acuerdo con el presidente Barack Obama cuando señala que esta nueva ley conlleva un gran riesgo cuando se violentan los valores básicos que a todos nos importan”.
La patente división en la sociedad estadunidense se manifestó también a lo largo y al final del discurso de Calderón. Si bien es cierto que fue ovacionado por los demócratas, los senadores republicanos no tardaron en expresar su enojo. John Cornyn consideró que el presidente Calderón “se pasó de la raya”. Por su parte, Orrin Hatch señaló que “es inapropiado que un jefe de Estado cuestione nuestras leyes, especialmente cuando Arizona sólo actuó en el mejor interés de sus ciudadanos y con el apoyo del setenta por ciento de su población”.
No hay duda de que la SB1070 ha dividido y exacerbado los ánimos de la sociedad estadunidense. Aunque más de una decena de ciudades ha decidido boicotear legalmente al estado de Arizona, también hay más de diez estados en los que diferentes sectores de sus congresos locales quieren emular la SB1070.
SISTEMAS OBSOLETOS
Ante el panorama descrito en los párrafos anteriores, cabría hacerse una pregunta: ¿el mandatario mexicano Felipe Calderón realmente estaba invadiendo la soberanía estadunidense al criticar en el Capitolio la SB1070?, ¿o los presidentes agrupados en Unasur estaban entrometiéndose en los asuntos internos de otro país?
Debido a los caminos y senderos que han tomado la historia y la economía en los últimos cien años –sobre todo a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte– ya no se puede afirmar que el problema de la inmigración deba resolverse de manera unilateral. En un primer plano, este problema le atañe directamente a Estados Unidos y a México, así como a los países centroamericanos y del Caribe, y ya en un segundo plano a toda América Latina.
En la actualidad hay más de 45 millones de habitantes de origen latino en Estados Unidos; dos terceras partes son de origen mexicano. Son muy fuertes los lazos económicos y de identidad cultural entre Latinoamérica y el mundo latino nacido en los Estados Unidos. Es prácticamente imposible romper esos lazos; sería como cortar una arteria de la totalidad de un cuerpo. No hay que olvidar que países como Guatemala, El Salvador y República Dominicana dependen primordialmente del envío de remesas. Tampoco hay que olvidar que en México o en Ecuador hay cientos de pueblos cuyas familias subsisten gracias a las remesas que envían puntualmente los hermanos, hijos o padres que viven al norte del río Bravo.
Carteles tomados del sitio: www.altoarizona.com |
Los sistemas políticos de carácter nacional de todo el Continente han sido rebasados por la realidad social. Problemas como el de la migración, la venta de armas o el combate al narcotráfico, por mencionar sólo algunos, hoy por hoy deberían ser resueltos por un Congreso Panamericano, quizás similar al que se tiene en la Unión Europea. Obviamente, los sectores que más se opondrían a la creación de un Congreso de este tipo los vamos a encontrar en las filas del Partido Republicano. Y se opondrían porque históricamente han sido los más beneficiados de un sistema colonialista que ya es imposible sostener.
En términos históricos, la lucha que se está librando por lograr una reforma que incluya la legalización de todos los indocumentados, es comparable a la lucha que se libró en Estados Unidos en el siglo XIX por abolir la esclavitud. Acaso la gran diferencia sea el carácter multinacional y transfronterizo que ha ido adquiriendo la lucha actual.
En el siglo XIX los estados del Norte (liderados por Abraham Lincoln) tuvieron que involucrarse para abolir la esclavitud en los estados del Sur. Ahora, los latinoamericanos que viven al sur del río Bravo tienen que involucrarse para que se respeten los derechos básicos de los latinoamericanos que viven en Arizona, Georgia, Texas, Alabama, Nebraska, etcétera. Reiteremos: hay una interdependencia que se vigoriza a través de varias venas, y si se llega a cortar una de esas venas el cuerpo entero reacciona. En Arizona se está intentando cortar una vena y las reacciones se han ido multiplicando en todo Estados Unidos y en gran parte de Latinoamérica.
¿QUÉ HACER?
En su última visita a la Casa Blanca, Felipe Calderón le pidió a Barack Obama que impulsara una reforma migratoria. La respuesta fue clara y contundente: “No tengo sesenta votos en el Senado.” En la actualidad el Partido Demócrata cuenta con cincuenta y nueve senadores. Para las próximas elecciones intermedias, que se realizarán a principios de noviembre, están en juego treinta y seis curules en la Cámara de Senadores y todos los asientos en la Cámara de Representantes.
Estamos en un momento en el que el número de senadores y de representantes del partido del presidente puede cambiar a favor o en contra de los inmigrantes. Una constante a tomar en cuenta es que en las elecciones intermedias por lo general sale a votar menos del treinta por ciento del electorado. Curiosamente, los latinos se hallan entre las comunidades que menos participan en dichas elecciones y los sectores conservadores del Partido Republicano son los que más participan.
En la coyuntura actual hay un punto a favor. La comunidad latina al interior de Estados Unidos está indignada por la Ley Arizona. Y esta comunidad ha recibido apoyo de políticos, artistas populares, deportistas y locutores de la radio y la televisión tanto al sur del río Bravo como a lo largo y ancho de Estados Unidos. La indignación y el apoyo representan una gran fuerza política que hay que saber capitalizar en los próximos meses.
Tradicionalmente, el banderazo formal de la lucha electoral se da durante las celebraciones del Labor Day a principios de septiembre. Los inmigrantes tendremos que demostrar la fuerza que se tiene en ese fin de semana, que indudablemente es crucial. En todas las manifestaciones que se lleven a cabo, se podría apoyar a los candidatos u oficiales electos que están siendo atacados por favorecer una reforma migratoria. Por ejemplo, se podría organizar un gran evento político-cultural en Nueva Jersey en apoyo al senador Bob Menéndez, ya que los miembros del Tea Party (movimiento ultraconservador que se ha creado en torno a Sarah Palin) están proponiendo una revocación de mandato en su contra, todo porque el senador ha actuado abiertamente en contra de la Ley Arizona.
Para que las manifestaciones del Labor Day tengan impacto en la comunidad latina y en los sectores progresistas de las otras comunidades, habría que llevar a cabo movilizaciones del tamaño de las que se realizaron el primero de mayo de 2006. Cabe señalar que las condiciones actuales son más favorables que las de dicho año: se tiene el apoyo de la gran mayoría de los presidentes latinoamericanos; ellos bien podrían llamar a sus connacionales a participar en todo evento de carácter político que favorezca una reforma migratoria. También se tiene el apoyo de los concilios municipales de las ciudades más importantes de Estados Unidos, aspecto que facilitaría todos los operativos y la logística que conlleva cualquier evento masivo. Se cuenta además con la solidaridad de figuras del mundo del espectáculo y deportivo; bien podrían participar estas figuras en una manifestación político-cultural en cada gran urbe del país. Tomemos como ejemplo lo que hizo el Gobierno de la Ciudad de México: en un lapso de dos semanas organizó un festival de rock en el Zócalo capitalino en contra de la Ley Arizona al que, como ya hemos señalado, asistieron más de 85 mil personas.
En Los Ángeles, San Antonio, Denver, Nueva York, Miami, Phoenix, Chicago, Seattle, etcétera, se tendrían doce semanas para organizar marchas, festivales culturales y conciertos con un solo fin: lograr que el presidente Obama obtenga en noviembre –gracias al movimiento pro inmigrante– los sesenta votos en el Senado para impulsar de una vez por todas una reforma migratoria que saque de las sombras a todos los indocumentados.
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