Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de septiembre de 2009 Num: 758
 

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Conciencias que se alternan
ROGELIO GUEDEA

En la colina del norte
IÁSON DESPOÚNDIS

Borges: escribir después del romanticismo
GUSTAVO OGARRIO

Petróleo
ISAAC BABEL

El camino
ISAAC BABEL

La escritura como reinvención del cuerpo
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ÁNGELA BECERRA

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Hugo Gutiérrez Vega

ENCUENTRO CON EL OTRO

La filosofía nos enseña a morir, pero antes de que ese inevitable momento nos derrumbe (o nos deje caer o nos borre, como ustedes prefieran) conviene seguir el consejo socrático e intentar, a través de los caminos laberínticos de la mente, el conocernos a nosotros mismos. No hablo de nuestro reflejo en los espejos ni de nuestra imagen viva en los ojos de los otros. Hablo, más bien, del viaje al otro lado del espejo de la mano de Alicia, de todas las Alicias que han sabido romper la barrera y que posan relajadas, felices y seductoras en los divanes de Balthus. Hablo, además, de nuestra posición frente a la ventana de Magritte. Estamos frente a una ventana que se abre a otra, ante un cielo azul con nubes pasajeras que se abre a otro cielo azul con las mismas nubes. En fin, se trata de encontrarse con el propio ser y, de repente, desencontrarse e inicar la espera de Godot, a la mitad de un paisaje vacío y al lado de un árbol que, por razones inexplicables, tiene una rama verdecida.

Todas estas reflexiones salieron de las páginas del libro de Luis Tovar Una jornada en el otro tiempo. No me interesa clasificarlo en un género concreto, pues contiene prosas poéticas, narraciones, crónicas (las fundamentales son las que se hacen en el interior del que escribe), pensamientos que recuerdan la precisión de Blas Pascal, observaciones sobre el mundo y la vida, protestas, alegrías, deslumbramientos. Digamos, pues, que es un compendio de géneros literarios, pero que es, sobre todas las cosas, una declaración de amor a la literatura y una descarnada reflexión sobre el “oficio de vivir”, (Pavese dixit).

Nuestro autor, paseando por todos los géneros, siente el pavor del sueño en el que tenemos en las manos una foto de nosotros mismos que se repite en ese espejo que nos devuelve nuestra imagen angustiosamente multiplicada. Nuestro poeta en prosa, como González León, ve cómo “una rendija descifra una ecuación matinal” y se reconcilia con la vida, firma un pacto de no agresión con la mañana. Es entonces cuando “haces un repaso de lo que has sido” y, en el fondo, este libro, lleno de facetas y de juegos de espejos, es un repaso de una vida que, en los inicios de eso que llaman madurez, reflexiona sobre lo que le ha pasado en el mundo. Por eso, el libro está hecho de pensamientos y, al mismo tiempo de sensaciones. Los poetas simbolistas confiaban en la originalidad de la sensación y colocaban en ella todo el peso de la aventura de escribir, esa aventura en la que va nuestra vida de por medio, que desasosiega e ilumina, pues sabe que cada página es un paso en el camino de esa literatura que, además de sus legítimos artificios, de sus hallazgos formales, tiene como rasgo fundamental el de esa sinceridad que, para Darío, es el único camino posible para los que dedican su vida a las letras.

Hay momentos en los que Luis entra en un laberinto, en uno de esos juegos vertiginosos de las ferias populares. Ya no es el escritor solitario, pues hay en su interior ocho figuras que se mueven y se desdoblan. Esto produce la urgencia de buscar, de analizar, pues es necesario reflexionar sobre el tema, pero sabemos que, al final, “nadie sabe bien a bien quién es uno y quién es otro”.

Los textos breves son homenajes a Lucrecio, Epicteto, Pascal, Borges, Arreola. Homenajes escritos desde una manera original de mirar el mundo, de horrorizarnos y de exaltarnos. Reina en estas observaciones el azar, pues “es el único que sabe perfectamente de qué va la cosa y nunca, pero nunca se equivoca”. Ya lo decía Vinicius: “La vida siempre tiene razón.” Azar y vida son la misma moneda, las dos están en las dos caras. La tiramos al aire y regresa a la tierra con su mensaje sin sentido, con su obsoluta carencia de certezas.

Luis le tiene temor a la banalidad y trata de combatirla dando relevancia a todos los momentos de la vida, a los trabajos, a los reposos, a los datos esenciales de ese cotidiano que es lo principal de nuestra existencia. Todo esto forma parte de la vida que es un sueño en la definición calderoniana. Ya lo decía Shakespeare: “Estamos hechos de la materia de los sueños.” Nada en ese territorio de claridades y de penumbras es banal, en sus caminos no hay llegadas, el tiempo no existe en su morada. “El tiempo fue, el tiempo será, el tiempo no existe”, nos dice Bacon.

En las narraciones mayores hay una ciudad y un niño, un principio en el que todo lo que se descubre produce una iluminación irrepetible. Textos densos, cargados de un contenido reflexivo y de la alegría de los comienzos de cada viaje (aunque el autor, como el que esto escribe, le tenga pavor a los aviones).

Como Borges, nuestro autor sabe que hay otro que se mueve en su interior y que, “al aceptar los flagelos, recibe la caricia del recuerdo”. El que escribe formula preguntas al otro oculto, preguntas “desnudas como flores nuevas”. No hay respuesta. Sólo ese silencio inacabable.

Luis tenía un año y ocho meses de edad cuando el monstruo represor masacró a una cantidad incalculable de vidas jóvenes. Esto, como a todos los mexicanos, nos mantiene mutilados. Es uno de nuestros grandes temas pendientes. Siguieron Acteal, Aguas Blancas, Atenco, los homicidios que día con día reseñan nuestros diarios. En este adolorido país escribe este autor que gusta de pensar y de comunicarnos los avatares, el dolor y la alegría de sus pensamientos.

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