Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de mayo de 2009 Num: 743

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Adriana Yáñez: entre filosofía y poesía
LUIS TAMAYO

Al compás de la OCDE (educación y cultura en México)
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Danilo Kis o el arte de mentir verazmente
GUY SCARPETTA

Reflexiones de Sándor Márai

La filosofía en tiempos panistas
ÁNGEL XOLOCOTZI YÁÑEZ

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
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Mentiras Transparentes
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Javier Sicilia

La Mnemosina de Claudia Santa-Ana

A diferencia de lo que el agua se ha convertido en la mentalidad industrial: H2O –un bien económico que como el dinero y la sangre circula y sirve para lavar y quitar la sed– en todos los mitos indoeuropeo se concibió siempre como un límite que separaba el mundo en el que vivimos del otro, un reino que carece de una localización precisa en el mapa mental, pero que siempre se extiende del otro lado de un agua. Para alcanzarlo, como lo muestra el mito más conocido, el del Leteo, hay que cruzarlo. Quien lo hace es despojado de sus recuerdos. A Esquilo el canto letárgico de las plañideras con el que acompañaban el último sueño de los héroes de Tebas, le recordaba la monótona cadencia de los remos que transportaban al héroe al otro reino.

Sin embargo, como lo hace ver Iván Illich, los recuerdos que el río despega del peregrino, no se destruyen. Permanecen en sus aguas que los arrastran a un estanque cósmico donde el poeta bebe para traer, desde su sobria ebrieta, un poco de esos recuerdos que, inútiles para el difunto, son extremadamente preciosos para los vivos. Lo que el Leteo quitó a los muertos regresa a la vida.

Mnemosina, una titán, que el himno dedicado a Hermes llama la madre de las Musas y a quien Hesiodo describe con los cabellos esparcidos, tendida con Zeus para concebir a sus nueve hijas, es la fuente de esos recuerdos.

Oratorio del agua, de Claudia Santa-Ana (Alforja, Seminario de Cultura Mexicana 2008), parece recordarlo. En medio de un mundo que ha olvidado a Mnemisina y la ha sustituido por un abastecimiento que el poder puede garantizar a un ciudad, Claudia Santa-Ana se allega al agua como a un oratorio para escuchar lo que aquella hija de los titanes continua trayendo del otro mundo. A semejanza de los poetas que bebían en el estanque de la rememoración, Santa-Ana escucha y su poesía, como lo señala bien Jorge Esquinca, “formula un augurio [o] eleva una plegaria”, es decir, nos trae un poco de agua viva del reino de los muertos, creando un vitral de signos en los que la memoria y las voces que vienen del otro lado se articulan para decirnos que somos mucho más que la rugosa y a veces pueril realidad en la que creemos habitar.

Si algo fascina de este libro que nos devuelve a las fuentes fundamentales del decir poético, es paradójicamente su móvil inmovilidad. Aunque nos hace sentir la enorme fascinación de abandonarse a la solicitud del agua que habla de un reino tan lejano como misterioso, Santa-Ana no entra en ella. Fiel a su vocación poética, poseída por la sobria ebrietas que su sabor le provoca, permanece en su orilla, escuchando las voces que llegan de su insondable fondo. De allí su tono onírico, su fragmentación, su suavidad, su asombro.

Oratorio del agua no quiere, por lo tanto, decirnos algo específico, sino sumergirnos en los abismos que a través de Mnemosina vienen de lo más lejano, de los recuerdos más profundos, de la voces de aquellos que se han ido y que llegan al oído de la poeta, como llegan, en el silencio de la oración, las revelaciones más insólitas y hermosas. Ajenas a cualquier sentido racional, enclavadas en un conocimiento espiritual y poético, las voces que Santa-Ana escucha de Mnemosina y traduce en las imágenes de sus poemas son de una hermosura radical. Ellas no dicen qué es ese otro lado –nadie puede decirlo–, simplemente nos recuerdan que somos más que el mundo económico al que el racionalismo nos ha reducido, que somos ese misterio que viene de las insondables aguas de los sueños, como “un crepitante perdigón de estrellas” que nos redime de la dominación técnica que ha querido transformar a Mnemosina en el h 2 o de las industrias, esa materia que jamás podrá mezclarse con las aguas arquetípicas que la poesía de Claudia Santa-Ana escucha y nos revela: “Ha venido/ coronada con incendios/ entre la arquería que emerge de los mares:/ la sibila la impronunciable la alada/ ojos de piedra; ha venido envuelta como la noche, arrojando en puño/ crepitante perdigón de estrellas.// la escucho aguzar mis huesos,/ servirse de mi boca dispuesta en la noche,/ someter el vuelo de mi sangre confundida.”

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva , esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.