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Gala Gershwin, Orquesta Sinfónica Nacional
En unos meses se cumplirán 110 años del natalicio de Jacob Gershovitz, mejor conocido como George Gershwin, músico de la Nueva York judía, autor de un repertorio fundamental para el mundo clásico y popular de Estados Unidos. Echando mano de diferente bibliografía y del propio sitio oficial de Gershwin, diremos que su genio quedó claro desde sus inicios cuando aprendió a tocar el piano de manera autodidacta, lo que hizo que su padre, al paso de algunos años, se decidiera a conseguirle al maestro Charles Hambitzer, quien le mostró el catálogo clásico de pianistas como Liszt, Chopin y Debussy.
Paralelamente a sus limitadas enseñanzas, Gershwin comenzó a interesarse por el sonido de Broadway al escuchar a Irving Berlin y Jerome Kern. Tratando de emularlos, a los veintiséis años ya estaba interpretando temas de moda en almacenes musicales, sitios donde comenzó a popularizar canciones propias. Así consiguió su primer contrato para escribir el musical La, la, Lucille. Luego llegaron Lady Be Good, Oh Kay!, Funny Face y Girl Crazy. Entre sus piezas de mayor popularidad estuvieron: “Swanee”, “I'll Build a Stairway to Paradise” y “Somebody Loves Me.”
En 1924 pasa algo fundamental para la historia de la música del siglo XX. La primera cosa que nos compete este domingo: Gershwin estrena Rhapsody in Blue, uno de los mejores temas de la historia estadunidense; un homenaje a todos los géneros que ingresaron a Estados Unidos con la esclavitud y las bandas de guerra para luego sofisticarse, sin perder su empatía con la gente. Mientras tanto, y pese al éxito, siguió sus estudios teóricos y técnicos. Por ello viajó a Francia donde compuso Un americano en París, el segundo evento que hoy nos motiva.
Porgy and Bess |
Por otro lado, lo más significativo de aquel periplo europeo, empero, fue que Gershwin intentó ser discípulo de Stravinsky y de Ravel, quienes se negaron a aceptarlo, argumentando que su genial intuición no necesitaba pulirse con educación formal. Incluso se dice que el primero le preguntó: “¿Cuánto dinero ganó usted en el último año?”, y que el joven respondió: “200 mil dólares”, a lo que el legendario compositor reaccionó bromeando: “Entonces yo debería tomar clases con usted.”
En 1935 pasa, finalmente, la tercera cosa que pretextamos hoy: Gershwin estrena su ópera negra Porgy and Bess, la que instantáneamente le dio la vuelta al mundo para quedarse como un clásico revolucionario. Después de ello, muchas veces aliado a su hermano Ira (con quien ganó el Pulitzer por la obra Of Thee I Sing), George se integró a la familia de Hollywood para trabajar con Fred Astaire, Ginger Rogers, Joan Fontaine y Gracie Allen, sin imaginar que la felicidad acabaría muy pronto.
A mediados de 1937 sobreviene la desgracia; ésa que ni la Casa Blanca pudo evitar mandando traer de su yate vacacional al mayor especialista en cerebros. Tras dolores de cabeza y desmayos, Gershwin entra en coma y muere con sólo treinta y nueve años de edad por un tumor cerebral, lo que afectó profundamente a todos los melómanos del planeta. Afortunadamente, desde los noventa, la Biblioteca del Congreso, unida a la fundación Leonore Gershwin (viuda de Ira), se ha dado a la tarea de recopilar materiales dispersos, localizar partituras, restaurarlas, grabarlas y editarlas. De cualquier forma, inevitablemente seguirán siendo Rhapsody in Blue, Un americano en París y Porgy and Bess las más grandes y más interpretadas cumbres del músico, ésas que el próximo fin de semana abordará la Orquesta Sinfónica Nacional de México.
Concierto número 15 de la temporada 2009, el que sonará en viernes 5 (Sala Nezahualcóyotl, 20:00 hrs.) y sábado 6 (Teatro Ocampo, Cuernavaca, Morelos, 20:00 hrs.) incluye las tres obras mencionadas bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, con la participación de la soprano Roberta Laws (Bess), el bajo Alvy Powell (Porgy), el tenor Dwayne Clark (“Sportin' Life”) y el pianista Andrew Armstrong, todos veteranos en la interpretación de Gershwin, todos grandes referentes para la ejecución de este repertorio. Y sí, se trata del mismo proyecto que conquistara al público del teatro Manuel Doblado en la pasada edición del Festival Cervantino de Guanajuato.
Entonces, si el lector quiere dejarse herir bellamente por tres de las piezas más azules, más agridulces, más inspiradas en la delgada frontera que separa al mundo clásico del popular, asistir a la Gala Gershwin parece una condición obligada en un año como éste, escenario de un racismo renovado que justifica su intolerancia argumentando pandemias y salud global.
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