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Genocidios
LA OFENSA OTOMANA
Turquía ha sido un aliado de las tropas de ocupación estadunidenses en Irak; si bien no ha colaborado con tropas, sí ha permitido el flujo constante de armas, materiales e insumos a través de su frontera. Pero a lo largo de la aventura bélica, los turcos han contado con que los estadounidenses controlen a los kurdos iraquíes, que impidan que se independicen, que no incursionen en territorio turco y que no influencien a sus hermanos del otro lado de la frontera norte iraquí. Pero, como tantas otras consecuencias inesperadas de esta catastrófica guerra, la situación en el Kurdistán iraquí está fuera del control de los ocupadores. Rebeldes kurdos del pkk atacan posiciones turcas y se refugian en las montañas de Irak, lo cual ha empujado a Turquía a preparar incursiones militares al norte de Irak. El gobierno títere de Bagdad no tiene control alguno de la zona kurda, por lo que su influencia en las acciones del gobierno local es meramente simbólica. Y en este momento ha tenido lugar un acontecimiento histórico: en un arrebato de coraje poco usual, los demócratas de la Casa de Representantes votaron a favor de denominar la matanza de armenios por los turcos en 1915 como un genocidio. Los turcos amenazaron con cesar su colaboración y varios de los demócratas que votaron a favor de la medida se retractaron al instante. Los armenios tendrán que seguir esperando para que se reconozca su tragedia. Para los políticos estadunidenses, la indignación ante los peores crímenes siempre puede esperar.
“Los Estados Unidos viven una pesadilla cuyo fin es imposible avistar.” Ricardo Sánchez
Hasta hace poco, el general Ricardo Sánchez aseguraba que muchas cosas estaban muy bien en el Irak de hoy y que la situación sólo podría mejorar, pero parece haber cambiado de opinión. Sánchez, el ex comandante supremo de la coalición hasta que el escándalo de tortura de Abu Ghreib lo hizo renunciar y perder su cuarta estrella, declaró el 12 de octubre que el plan de guerra que la administración había lanzado era catastróficamente defectuoso y absurdamente optimista. Pero el hombre que se ha señalado a sí mismo como “otra víctima de Abu Ghreib” enfocó la mayor parte de su ira en los medios de comunicación, ya que “a lo largo de esta guerra, eventos tácticamente insignificantes se han vuelto derrotas estratégicas para eu debido al tremendo poder e impacto de los medios de comunicación y por extensión de los periodistas”. Así, tenemos que el general que se encontraba al mando durante el estrepitoso colapso de esta supina invasión, ha retomado el viejo cliché de culpar al mensajero. No es de sorprender, ya que la necedad de responsabilizar a la prensa de las catástrofes militares tiene su antecedente directo en lo ocurrido en Vietnam. Hasta la fecha, y a pesar de innumerables pruebas de que los medios no tuvieron nada que ver con la derrota de eu ante un pueblo determinado a resistir a la invasión aunque fuera por mil años, como hicieron contra los invasores chinos (desde 111 aC hasta 1010 dC), no faltan quienes creen que la “prensa liberal” fue culpable del fracaso en el sudeste asiático. Lamentablemente, reportar las aberraciones y crímenes que comete un ejército no basta para detener una guerra. En cambio, la incapacidad de eliminar, o neutralizar a un enemigo inmensamente inferior en términos de armas y tecnología durante un largo período, puede desmoralizar de manera irreversible al pueblo. Aún hacia el final de la guerra de Vietnam, cuando supuestamente la prensa incitaba a las masas a oponerse al conflicto, la gran mayoría de los artículos y reportajes sobre la guerra eran positivos. Pero lo que resulta verdaderamente repugnante de la actitud del general que no hizo más que mostrarse servil al régimen de Bush, es que olvida el inmenso esfuerzo de los medios “insertados” con las tropas, los cuales durante meses no hicieron más que mostrar lo que los mandos del Pentágono les ordenaban. Las notas de disidencia no comenzaron a aparecer en los noticieros televisivos y grandes diarios sino hasta que las tropas de ocupación se mostraron incompetentes para proteger a los civiles iraquíes, mantener los servicios y proveer un mínimo de bienes para la población e impedir el colapso de la sociedad. Mientras contemplamos los atentado diarios y las pilas de cadáveres frescos de los iraquíes, tenemos que preguntarnos si dentro de un siglo el Congreso de la potencia dominante en turno se atreverá a calificar lo ocurrido en Mesopotamia a partir de 2003 como un genocidio.
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