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Vándalos sentimentales de internet
Esta columna se permite hoy citar al cáustico escritor campechano (más allá del gentilicio) Rodrigo Solís, consuetudinario autor del boletín electrónico Pildorita de la felicidad ( http://pildoritadelafelicidad.blogspot.com) cuyo título alguna vez creí remisión de una monja aguerrida y ganosa, vulgo metafórico dixit, de ponerse con un albañil a los ladrillazos. En reiteradas ocasiones Solís me ha hecho reír hasta que la panza duele, que en el caso de su servidor es decir a lo bestia. En reciente entrega titulada “El barómetro de la soledad” confiesa don Rodrigo haber hecho mal uso de internet, pero no para hackear bancos ni secretos de Estado, sino para joder la ociosa vida de algunos lujuriosos solitarios que creen encontrar en la red el espacio propicio para conseguir pareja, en el mejor de los casos, y a veces sacar impunemente la bestia babeante que casi todos llevamos guardada en psique más o menos reprimida, aunque ocasionalmente escape de la jaula como en el caso del psicópata caníbal de reciente notoriedad en los utilísimos noticieros de la tele. Para ello, don Rodrigo y sus alecuijes de la adolescencia –fascinados ya por las sicalípticas posibilidades de la red–, además de ver con toda impunidad mujeres encueradas, también dedicaban el tiempo a aprender “insultos de otras latitudes de América. Esto era posible gracias al chat , una herramienta de intercambio cultural invaluable que en dos minutos te hacía descubrir que en Argentina la concha de tu madre no significa “el pan dulce de tu mamá”, inventaron una chica virtual que: “No era la clásica rubia despampanante, sino una chica de barrio aspirante a modelo, larguirucha y de facciones finas. Unas veces se hacía llamar Vane, en otras Paty, pero por lo general decía ser Kathy. Nunca utilizábamos nickname; poner los nombres arriba mencionados facilitaba más las cosas. En menos de un minuto teníamos a decenas de interesados, lo que provocó que aprendiéramos lo impensable y lo que no pudo enseñarnos la maestra de mecanografía en la escuela: escribir sin ver el teclado y a la misma velocidad que una secretaria. […] Para evitar sospechas decíamos no ser modelo profesional sino aspirante a modelo, llevábamos viviendo en México algunos años (así teníamos justificado utilizar el tú en vez del vos ) y trabajábamos de edecán para poder pagar las clases en la escuela de actuación de Televisa. Como era de esperarse todos pedían pruebas. […] Eventualmente perfeccionamos nuestra estrategia: escaneamos la foto de la amiga de una amiga y voilá. El primer incauto fue un peruano que a los dos días nos llenó la bandeja del correo electrónico (creado ex profeso para nuestros novios) con poemas y todo tipo de declaraciones amorosas. Un día nos mandó su fotografía, que resultó ser tan horrenda como sus poemas, y dijo querer viajar a México para conocer a Kathy, y luego quién sabe, tal vez incluso llegar hasta el altar. Después de eso, las múltiples personalidades de Kathy coincidimos en que la broma había llegado demasiado lejos. Sin embargo, sólo de imaginar lo divertido que sería citar a nuestro novio en Cancún (donde pasaríamos un fin de semana y por coincidencia estaría modelando Kathy) se nos hacía agua la boca. Luego alguien sugirió ir un poco más lejos, decirle a todos nuestros novios de Latinoamérica que nos viéramos en Cancún el mismo día y a la misma hora, así serían varios los timados en vez de a uno. La teoría era que el dolor no sería tanto porque se repartiría entre toda la comitiva de pobres diablos.
”Nunca llevamos a cabo nuestro plan. Kathy era una chica de nobles sentimientos después de todo. A lo más que llegó su maldad fue a improvisar una página de internet y subir todas las fotografías y poemas de sus novios y luego mandarles la dirección de la página para que abrieran los ojos y se concentraran en buscar a mujeres de su ciudad, de preferencia de carne y hueso. […] Kathy, aunque ahora teme por su vida, acepta de buena cara las consecuencias que podrían llegar. Gajes del oficio. La mayoría pensará que esto fue una maldad, pero no lo es: en realidad se trata de un simple ejercicio para demostrar cuán solitarias e ingenuas se han convertido las personas que viven su vida detrás de un monitor navegando en internet.”
Este escribidor agradece a la vida haberse casado con la Negra, de carne y hueso, antes del furor del Cupido cibernético y antes de haber conocido en la red a don Rodrigo. Pero fin de semana en Cancún, vaya, aunque sea en convención de tarugos...
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