Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de junio de 2007 Num: 640

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Julián Carrillo: la reivindicación de la utopía
NATALIA NÚÑEZ SILVESTRI

El gobierno de la música
JOSÉ ÁNGEL LEYVA Entrevista con ENRIQUE ARTURO DIEMECKE

Coachella 07: el sonido
y la furia

ROBERTO GARZA ITURBIDE

OK Sargento
ALONSO ARREOLA

Fred Frith: música para
un momento

JAVIER ELIZONDO

Coda a Shostakovich
CARLOS PINEDA

Leer

Semblanzas de Carlos

Columnas:
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Naief Yehya
[email protected]

El show de Cho (III y última)

CONFESIÓN-MANIFIESTO

El multihomicida de Virginia Tech, Cho Seung-Hui, se describió a sí mismo como un mártir en el testamento-manifiesto que pasó al aire la cadena nbc. Su venganza no consistió únicamente en matar a sus presuntos opresores, enemigos y fariseos, sino en tornar sus actos en un espectáculo. Para esto debió pasar por lo menos una semana desarrollando la imagen que proyectaría de sí mismo, creándose una identidad de superhéroe trágico (cachucha de béisbol puesta al revés, chaleco de cazador-fotógrafo, guantes negros, cartucheras), para eso realizó sesiones de foto posando con su precario arsenal, el cual incluía pistolas (once fotos), cuchillos y hasta un martillo. Hizo videos confesionales; en unos aparece sonriente, en otros recita parrafada tras parrafada de insultos y amargura hasta llegar a las18 mil palabras, para condenar al mundo por haberlo obligado a "derramar su sangre". "La decisión fue de ustedes", señala, y luego entra al terreno religioso al apuntar que, como Cristo, él va a inspirar a generaciones de personas débiles e indefensas. También adopta la causa de la humanidad y se manifiesta en contra del hedonismo y se lanza en contra de aquellos a quienes no les "bastan sus Mercedes, sus collares de oro, sus cuentas de banco, su vodka, su coñac y su libertinaje". En toda su magnitud catastrófica, el paquete multimedia de Cho (que aparte de textos incluye docenas de fotos suyas de un narcisismo apabullante, e instantáneas y close ups de sus cuchillos y pistolas) parece el juego de un niño maníaco y ocioso que en sus fantasías se ve a sí mismo crucificado por luchar contra los privilegiados. Cho recuerda la falsa y artificiosa complejidad de los héroes y villanos de las caricaturas animadas japonés, seres a menudo atribulados, imbuidos de las patologías de los superhéroes de los cómics Marvel, pero impregnados de un angustioso derrotismo.

EL SHOW

La masacre de Virginia Tech fue transformada en entretenimiento grotesco, en material para ser explotado durante incontables horas de seudoinformación mediática y regodeo sadomasoquista televisivo. Aun cuando no había nada que comunicar, los medios seguían repitiendo imágenes y desfilando a expertos en toda clase de disciplinas para especular al aire acerca de la información que desconocían. Incluso medios conservadores, como el propio New York Times, puso en su webpage mapas y el recorrido virtual de la matanza. Estos documentos tienen un relativo valor informativo, pero más que nada evocan la estética vistosa de los juego de video. De tal manera que este diario entró en la competencia por el público al tornar su información en una emulación del tipo de espectáculos violentos en video como los que supuestamente inspiraron a Cho.

LA APROPIACIÓN DE LA VOZ NARRATIVA

La maquinaria del infoentretenimiento se echó a andar de manera convencional, pero a las pocas horas Cho, desde la tumba, se apropió del show. Le arrebató a los medios la narrativa, secuestró la atención del público y se insertó como una construcción mediática en la Zeitgeist, dictando como quería ser recordado. Esto no es poca cosa, ya que al seducir a los medios, específicamente a la cadena nbc con un jugoso paquete de imágenes que no se atrevieron a rechazar (y enviar a la policía en lugar de trasmitir al aire), Cho logró inyectar su voz en el recuento informativo de forma mucho más poderosa que cualquier otro asesino psicópata de la historia reciente. Tenemos que reconocer que acertó. Bien pudo subir su material a internet, en YouTube, MySpace o cualquier página, pero optó por la televisión. Y aunque en ese medio los comentaristas condenaron ampliamente sus acciones, para quienes ven a los "viejos medios masivos" como el enemigo, el mensaje crítico y moralista de la tele carece de sentido y significado. Cho, al lado de sus héroes, Eric Harris y Dylan Klebold, los asesinos de la escuela Columbine (20 abril de 1999), pasará a ser una mórbida figura de culto, otro fenómeno al estilo de Charles Manson, John Wayne Gacy o Jeffrey Dahmer, otro genocida, antihéroe de la cultura necrófila mediatizada que logró extender sus proverbiales quince minutos de fama al ser adoptado por la cultura popular. No hay duda que Cho será canonizado por los suicidas vengativos del futuro, y por los humillados que sueñan con cumplir sus fantasías de venganza matando a los estudiantes populares, a los maestros severos, a los deportistas engreídos y a todos sus demás enemigos.