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SERGIO HERNÁNDEZ: Cura de viento
Directa o indirectamente, la pintura es reflejo de la sociedad que la produce. En incontables ocasiones ha sido el vehículo de protesta y resistencia ante los embates, abusos y tropelías de las clases dominantes y de la falta de valores éticos y morales del ser humano de todos los tiempos. Basta mencionar a un puñado de artistas revolucionarios como Goya, Picasso, Daumier, Grosz, Ensor, Hogarth, entre muchos otros, quienes recurrieron a la "estética de lo grotesco" para plasmar sus denuncias, críticas e inconformidades ante los sucesos lamentables de su tiempo. A lo largo del año pasado, Oaxaca fue sede de un conflicto social inusitado que cobró la vida y coartó la libertad de numerosos inocentes, víctimas de la intolerancia, la ceguera y la sinrazón del poder desmedido. La humillación que sufrieron los oaxaqueños durante los largos meses de violencia y barbarie desplegadas en las calles de su hermosa ciudad secuestrada por la ignominia, ha dado pie a manifestaciones de resistencia pacífica por parte de los diversos sectores de la sociedad civil. Los artistas plásticos son portavoces de ese miedo, coraje e impotencia que hemos sentido los mexicanos en solidaridad con nuestros hermanos oaxaqueños. La exposición titulada Cura de viento que se presenta en el Centro Cultural Estación Indianilla da cuenta de esto.
El artista Sergio Hernández fue invitado por Isaac Masri hace unos meses a realizar una gran exhibición individual en este magnífico recinto recién adaptado como museo, que fue hacia principios del siglo pasado una planta generadora de energía para tranvías. Hernández decidió preparar una exposición en torno al conflicto social que vivió en carne propia en su ciudad. Paralelo a la creación de una serie de pinturas, esculturas y obra gráfica, Sergio invitó a tres pintores a realizar dos obras al alimón, a manera de un melting pot en el que se concatenan una serie de imágenes estrujantes que trasminan el humor ácido y negro con el que plasmaron su coraje, zozobra y desazón. Demián Flores, Guillermo Olguín, Dr. Lakra y el propio Hernández plasmaron en dos grandes telas (245x708 y 300x540) imágenes esperpénticas que aluden al gobernador Ulises Ruiz, rodeado de toda suerte de sabandijas y monstruos diabólicos que parecen extraídos del más puro realismo grotesco que describía el notable teórico ruso Mikjail Bajtin, gran estudioso de Rabelais. También convocado por Hernández, el espléndido fotógrafo Antonio Turok, autor de portentosas imágenes de las guerrillas y levantamientos sociales en Latinoamérica, presenta impactantes fotografías captadas en las calles durante los enfrentamientos con la pfp, entre ellas, el retrato del fotógrafo Bradley Hill recién asesinado. Se muestra también una imagen de las barricadas ampliada a gran formato e intervenida por Hernández con grana cochinilla aplicada a manera de chorreados que evocan la sangre derramada. En sus pinturas recientes, Sergio abstrae los elementos figurativos y los reemplaza por líneas caligráficas, manchones y escurrimientos que simbolizan los alambres de púas de las barricadas, la sangre desparramada y los disparos de las armas de fuego. Dentro de la obra gráfica destaca Picasso en El sueño de uro, una irónica reinterpretación de Sueños y mentiras de Franco, así como ecos de José Clemente Orozco en Las masas, y de Goya en Los chimuelos.
Cabe mencionar aquí mi discrepancia con la colega Blanca González Rosas quien, en su columna de Proceso (8 de abril de 2007) acusa a Hernández de realizar "planos urbanos y poéticas borrosas" en "abiertas similitudes con las poéticas abstractas y matéricas de Ramón Torres". Por más vueltas que le doy, no consigo captar a qué planos urbanos y poéticas borrosas se refiere, pero lo que más llama mi atención es la analogía con el pintor Ramón Torres, quien es alumno de Sergio y siempre ha reconocido sin tapujos su admiración por el maestro y las inevitables influencias que, a todas luces, van en el sentido opuesto.
Cura de viento es una práctica de saneamiento que llevan a cabo los curanderos indígenas en casos de enfermedad o desgracias. A través del trabajo multidisciplinario y colectivo que se reúne bajo este título propiciador, Sergio Hernández practica una suerte de catarsis con el deseo de mantener la resistencia pacífica para exigir soluciones reales y contundentes a ese conflicto que aún sigue latente.
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