Versiones de Horacio
Rubén Bonifaz Nuño
Oda III, 9
Donec gratus eram
Horacio
En tanto yo te era grato
y joven ninguno mejor a tu cándida
cerviz los brazos le daba,
existí más rico que el rey de los persas.
Lidia
En tanto no más por otra
ardiste, y no estaba Lidia atrás de Cloe,
Lidia de mucho renombre
existí, más clara que la romana Ilia.
Horacio
Hoy me rige, tracia, Cloe,
docta en dulces ritmos y sabia de cítara,
por quien morir no temiera
si ahorraran los hados su ánima supérstite.
Lidia
Con mutua antorcha me quema
de Órnito el turino, el vástago, Calais,
por quien dos veces muriera
si ahorraran los hados al mozo supérstite.
Horacio
¿Qué, si torna antigua Venus
y en yugo broncíneo junta a los ya aparte?
¿Si es echada, flava, Cloe,
y la rechazada Lidia abre sus puertas?
Lidia
Aunque más bello que un astro
él es, tú más leve que el corcho, y que el Hadria
ímprobo, más iracundo,
amaré vivir contigo, contigo moriré a gusto.
Oda I, 30 O
Venus, regina
Oh Venus la reina de Cnido y Pafo:
desprecia a tu dilecta Cipro, y viaja
al bello hogar de Glícera que llámate
con mucho incienso.
Contigo, el niño ardiente y, las cinturas
sueltas, las Gracias, y las Ninfas vuelen
y así la Juventud, poco amigable
sin ti, y Mercurio.
Epodo 2
Beatus ille
Feliz aquel que lejos de negocios
cual la mortal gente antigua,
paternos campos labra con sus bueyes,
soltado de toda usura;
ni por cruel trompa es despertado, mílite,
ni el airado mar lo eriza,
y el foro evita y los soberbios límenes
de más potentes civiles.
Luego, o de vides la provena adulta
marida a los altos olmos,
o, en apartado valle, de mugientes
las greyes errantes mira,
y amputando con hoz ramas inútiles,
más felices las injerta,
o miel prensada guarda en puras ánforas
o esquila endebles ovejas;
o cuando otoño alzó, de suaves pomas
la testa ornada, en los agros,
cómo goza en cortar la injerta pera
y, rival, la uva, a la púrpura,
con que, oh Príapo, os honra, y oh Silvano
padre, tutor de los fines.
Ora goza yacer so vieja encina,
ora en la grama tenaz.
En tanto, de altas ribas corren aguas;
quéjanse, en las selvas, aves,
y suenan fuentes con manantes linfas,
lo que invita sueños leves.
Mas cuando el invernizo año de Jove
lluvias y nieves congrega,
o echa, de aquí, de allá, con mucha perra
los puercos a obstantes mallas,
o en percha leve tiende raras redes,
dolos a tordos voraces,
y en lazo a extraña grulla y liebre pávida,
jocundos premios, captura.
¿Quién no de malas, cuitas que amor tiene,
entre estas cosas se olvida?
Mas si, en parte, mujer púdica ayuda
la casa y los dulces hijos,
cual sabina o esposa de apulo ágil
muy tostada por los soles,
nutre, con viejos leños, sacro el fuego,
al llegar cansado, su hombre,
y encerrando el rebaño alegre en rejas,
reseca las tensas ubres,
y al sacar vino anual del dulce jarro,
sirve viandas no compradas.
No me gustaran más lucrinas ostras
o más el rombo y los escaros,
si invierno, alzado en orientales olas,
hacia este mar los tornara;
no descienda a mi vientre ave africana;
no, jónico francolín,
más gratos que cortada oliva en ramas,
las más pingües, de los árboles,
o que acedera que ama al prado, y malva, al cuerpo grave, salubre,
o, muerta en fiesta Terminal, cordera,
o cabrito hurtado al lobo.
Cuán place, entre estas mesas, ver ovejas
yendo, hartas, de prisa a casa;
cansados bueyes ver, que el vuelto arado
arrastran con cuello lánguido,
y a esclavos, de la rica casa enjambre,
en torno a lucientes lares.
Cuando Alfio el usurero habló estas cosas,
ya rústico futuro,
todo el caudal juntó en los Idus; quiere
a las calendas ponerlo.
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