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HUGO GUTIÉRREZ VEGA
PERSPECTIVA MEXICANA DE MAX AUB (Iv DE X)
Max fue, en el sentido más amplio del término acuñado por Gaos, un transterrado. Fue, como diría León Felipe, un empatriado. Para todos los españoles, como para todos los hombres, el exilio fue una experiencia dolorosa, un desgarramiento intenso que se manifiesta en la impaciencia de los ojos que querían remontar el océano para enterarse de lo que sucedía en España. Todos los que conocí me dieron la impresión de que tenían prisa y, al mismo tiempo, me produjeron la certeza de que estaban bien instalados en la tierra que les había abierto los brazos con una efusión sin antecedentes en la historia de todas las diásporas.
Max trató el tema del exilio en su ensayo dedicado al estudio de la personalidad de José Mancisidor. "Lo que debe y deberá España a México nunca se aquilatará con exactitud –en la lucha, en la derrota, en la victoria. Ahí queda, en la vida misma de México y de España, un lazo tan fuerte como fue el de la Conquista", decía Max en 1964 y, a fe mía, que tenía razón. No quiero incurrir en el sermón nacionalista y les pido perdón por el entusiasmo que me causa el tema. Tenía razón Max. México se involucró en los problemas políticos de España porque los sintió en carne propia. Tal vez violamos la ortodoxia del derecho internacional, pero lo hicimos por las fuertes razones del mucho amor. Sentimos como propios los problemas del hermano e intentamos ayudar en la medida de nuestras posibilidades. Sólo el amor explica nuestras actitudes y justifica moralmente lo que algunos llaman excesos. Así lo dice Max: "Ningún país americano está hoy ni estará mañana tan cerca de España como México." En esta afirmación, Max recalcaba el papel jugado por el presidente Cárdenas, pero también reconocía la existencia y la fuerza de un movimiento popular que apoyaba la decisión de su presidente. ¡Y pensar que durante cuarenta años nuestro amor fue interpretado como odio y resentimiento por una propaganda facciosa, imbécil e irresponsable! Si algún país le interesó lo que sucedía en España fue a México. Estuvimos fuera de ella por razones de amor, hemos regresado a ella por las mismas razones. Lástima que no todos comprendan ese efecto desbordado, excesivo; lástima que la interpretación torcida haya hecho mella en la conciencia de algunos incautos. Max se dio cuenta del peligro representado por la acción de la propaganda y clarificó la postura de México.
Hace bien Tuñón de Lara al recordar una declaración hecha por Max Aub en un momento de tensión emocional: "La mayor parte de lo que he escrito está totalmente hincado en España." Sí, la tierra española nutría a Max, le daba vida y sufrimiento, lo llenaba de nostalgia y fortalecía su posición que era, a la vez, independiente y militante, aunque esto parezca paradójico. Max amaba las paradojas, sobre todo las que se metían con la vida, y odiaba las ortodoxias impuestas, los caminos llanos para el que se limita a seguir la orden del pastor, sin necesidad siquiera del asedio de los perros.
El mismo Tuñón, al establecer los paralelos entre la obra de Max y el universo novelístico de Pérez Gáldos y de Unamuno, nos dice que los tres son "autores que han creado todo un mundo que tiene una cohesión interna y unas relaciones entre sus diversas partes". Sus cuentos mexicanos deben leerse dentro del contexto general de su obra, al lado de La Calle de Valverde, de Las buenas intenciones, de Josep Torres Campalans, de los relatos, las obras de teatro y los ensayos. Aunque la atmósfera y el clima espiritual sean distintos, yo encuentro que en esos cuentos se mueven los entes de ficción del universo novelado de Max: Abelardo Muñoz, Tula, el Tellina, Luis Álvarez Petreña, Leonor, don Nicolás y su doble, el avaro, el gran mentecato, Pelagia, el personaje de su adaptación de la obra de Gorki, Servando Gutiérrez, etcétera. Todos forman parte de la cosmovisión española que Max hizo suya por libre elección de la misma manera como hizo de Valencia su tierra natal. Este, tal vez, sea su rasgo primordial: su capacidad de elegir patria, de tomar decisiones al margen de los pasaportes y de las actas de nacimiento. Así escogió a México como su segunda patria y de un salto se zambulló en el mundo mexicano entendiendo de un golpe lo que otros nunca pudieron o quisieron entender.
(Continuara)
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