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ANGELICA ABELLEYRA
NORMA PATIÑO: NACÍ PARA GOZAR
Siente que lo visual constituye su naturaleza primera; la determina. Y desde que empezó a exponer, la fotografía se alió a ella como un animal que la picó y le inoculó su veneno. Por eso, ni el diseño gráfico en el que se formó, ni la pintura con la que creció en familia, lograron generarle el placer que la foto le infunde día a día. Con naturalezas que son piel, objetos, paisajes geográficos y emocionales, Norma Patiño se divierte, se place, se goza.
Aunque apenas hace un año descubrió que su abuelo era fotógrafo, el arte y el gusto por lo artesanal la formó desde siempre, entre la melomanía de su padre, fotograbador por tres décadas en los talleres de Excélsior, y su tío Rafael Navarro, del linaje de Manuel Rodríguez Lozano.
Primero estudió diseño gráfico, le apasionó el dibujo y desarrolló trabajos para carteles, portadas de libros y folletos. Pero cuando algo de fotografía se atravesaba en su camino, su interés se enfocaba nada más a ese universo, por lo que abandonó el diseño, se formó como fotógrafa de manera autodidacta a través de cursos con maestros de la talla de Katy Horna y Toni Kuhn para moverse más del lado del artista libre que se ejercita en la foto experimental, a veces con intereses editoriales, pero más con aires de búsqueda en el paisaje, el desnudo, el retrato, la naturaleza muerta.
Desde los tiempos universitarios, el desnudo fue su abrevadero de inquietudes formales. Y a pesar de todos los años en que ha intentado captar el cuerpo humano con la lente, asume con soltura que la experimentación con éste nunca termina: es un campo inatrapable; no hay manera de acabar de mirarlo. es O es objeto o es piel, o es respiro o es movimiento.
Otra de sus obsesiones ha sido el retrato, su manera de atrapar la esencia de seres humanos que le importan: pintores, escritores, bailarines y poetas. Es el tema que enseña y debate con sus alumnos de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde da clases desde hace más de quince años, y ubica como un género complejo porque anhela representar no sólo la identidad de un personaje, sino sus connotaciones presentes para poder reconocerlo en la posteridad. Sus retratos no son sólo una imagen del hombre que camina por la calle, sino un espejo más elaborado de quien construye, piensa o destruye, permitiendo ver hacia el alma, más allá de las ventanas que son los ojos.
Consciente a plenitud de que sus estados de ánimo influyen en los intereses temporales dentro de su labor artística, dice que cuando se encuentra en etapas reflexivas, el paisaje le otorga un reposo emocional y visual. Otra historia yace en su fuero interno cuando se trata del desnudo erótico. De la mano de su pareja, el escritor Andrés de Luna, trabaja el desnudo a niveles compartidos. No sólo ella acompaña con imágenes textos de él, sino que el novelista se apoya en las fotografías de Norma para extraer mundos profundos y lúbricos. Una tercera vía con que se alimenta es la naturaleza muerta. Los objetos que nos rodean y pasan inadvertidos, pero que mirándolos con mucho interés y sutileza cobran vida.
Con la mirada puesta siempre hacia adelante, acepta haber entrado a destiempo en la fotografía digital. Empero, el contacto con sus jóvenes alumnos le ha permitido ponerse al día en la modernidad. Y si bien valora lo artesanal de los procesos análogos en la fotografía, dice que las nuevas tecnologías no le restan valor estético al trabajo visual. Cree en la técnica integrada a la creación y a las ideas, y en ese sentido continúa experimentando en el video y en la animación.
Amante lo mismo de la lectura de la imagen que de los textos, sus maestros en el primer universo han sido Manuel Álvarez Bravo, Edward Weston, Irina Ionesco, Jean Saudek, Enrique Bostelman y Graciela Iturbide, quienes le mostraron caminos para mirar y hacer foto con amplios horizontes. Además, su pasión por la historiografía de México (su futura maestría), le ha ayudado a dar cierto orden y método para que su naturaleza caótica y libre encuentra cauce.
Por lo pronto, esta aficionada al yoga y la danza árabe, la lengua francesa y el canto, dice que nació para gozar y para hacer lo que quiere sin que le otorguen permisos. Y se le nota cuando platica sobre la edición de un segundo libro de retratos de creadores (el primero se publicó en 2000), de la hechura de videos de animación erótica y de la exposición de su serie Historias del inicio, donde reunirá las fotografías que ha tomado los primeros minutos de cada año, desde hace trece.
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