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FIESTAS DE DICIEMBRE (II Y ÚLTIMA)
Se dice que san Nicolás, obispo de Mira –en Asia Menor– y santo patrono de Rusia, vivió en el siglo iv. Entre otras proezas, rescató a tres niñas pobres que no tenían dote para realizar un matrimonio decoroso, lo cual las ponía en riesgo de convertirse en prostitutas: el obispo las salvó de la infamia al regalarles sendas bolsas con monedas de oro. En otra ocasión, un hospedero criminal asesinó y descuartizó a tres niños; los trozos de los cuerpos los guardó en un barril, con la miserable intención de ofrecer de esa carne a sus huéspedes para hacerlos incurrir en canibalismo, pero san Nicolás resucitó a los tres niños y restituyó sus cuerpos desmembrados, dándoles regalos al cabo de ese prodigio. Su fiesta se celebraba el 6 de diciembre. Sin que san Nicolás haya estado directamente relacionado con la Navidad, su leyenda prefigura algunos rasgos de la fiesta: la entrega de regalos a los niños y la santificación de la infancia. Sin embargo, Paulo vi eliminó del santoral a san Nicolás, junto con otros conspicuos como san Jorge, en 1969, y canceló su fiesta del calendario litúrgico. Las razones del Vaticano fueron contundentes: "Hay muchas dudas acerca de la posibilidad de que alguna vez hayan existido esos santos."
La prodigiosa leyenda de san Nicolás sería como tantas otras reportadas por Pedro de la Vorágine, en la Leyenda áurea, de no ser porque algunos espíritus descarriados han querido ver en él –erróneamente– un antecedente de ese ser ridículo y obeso, mezcla de elfo y duende, característico de la sociedad norteamericana: Santa Claus. Es de este personaje ficticio de quien procede la mofletuda imagen con la que, desde hace demasiados años, se rodea al acontecimiento hoy comercial de la Navidad. Su reciente, brevísima historia, transcurre de la siguiente manera: en diciembre de 1809, Washington Irving publicó una sátira acerca de la fundación holandesa de Nueva York titulada A Knickerbocker history of New York, donde, sin quererlo, sentó las bases de esa invención moderna llamada Santa Claus: en el sueño de uno de los personajes aparece un san Nicolás caricaturesco que vuela en su trineo por encima de las copas de los árboles, llevando regalos para ser depositados en los calcetines de los niños, junto a la chimenea de cada casa: para los bienportados, dulces; para los malportados, carbón.
En 1822, un profesor de teología llamado Clement Clarke Moore escribió un poema banal, A visit from St. Nicholas, inspirado en el texto de Irving. Lo escribió para sus hijos como regalo navideño pero, en 1823, un amigo suyo lo publicó anónimamente en Troy Sentinel, tal vez por haber percibido en él algún oscuro mérito que la crítica literaria ignora. El texto se volvió muy popular y terminó por ser rebautizado como Twas the night before Christmas. Finalmente, en 1863, Thomas Nast, un caricaturista que se inspiró en el poema de Moore, realizó una serie de dibujos para el semanario Harpers Weekly, en los que dotó de rostro, gordura, vestimenta y aspecto de gnomo a ese ser que, finalmente, se llamaría Santa Claus, un objeto estadunidense que tardó cincuenta y cuatro años en alcanzar popularidad local para internacionalizarse después, gracias a la publicidad y la mercadotecnia norteamericanas.
Marguerite Yourcenar dijo, aludiendo al día de halloween, que se trata de la única fiesta en el mundo donde se ha perdido la profundidad de los rituales de muertos y la simbología del inminente descanso invernal de la tierra: en Estados Unidos es pretexto para realizar un festival de espantajos y zombis cuyo epicentro es el consumo de dulces y disfraces. Algo semejante ocurre con la versión estadunidense de la Navidad. Borrada la idea central de la fiesta y en pleno ejercicio de los rituales contemporáneos de hacer compras disparatadas para ofrecer regalos sin ton ni son, la idea de Santa Claus en trineo impone imágenes al resto del mundo que, además, son extrañas para quienes no pertenezcan al hemisferio norte (donde sólo nieva en la parte cercana al Círculo Polar Ártico): en el hemisferio sur es verano cuando la Navidad parece "blanca" y tampoco existe esa nieve en Belem, donde nació Jesús.
La del rollizo y colorado Santa Claus es apenas una figura paródica de san Nicolás, Sinter Klaas, Père Noël, Boži ć BataÉ; es un olvido de los símbolos decembrinos; es una impostura comercial alejada del Niño Jesús, cuyo nacimiento es lo que pretende conmemorarse el 25 de diciembre, pues son la historia y el mensaje crísticos los insoslayables en la memoria humana.
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