El tenista español Rafael Nadal no podría haber ganado el título del Abierto de Francia sin “algunos antinflamatorios” que se inyectaba para calmar los dolores en su pie derecho. El delantero sueco Zlatan Ibrahimovic, mermado por una rotura del ligamento cruzado en la rodilla izquierda, sobrevivió gran parte de la temporada pasada del campeonato del AC Milán sólo gracias a los analgésicos.
¿Es que el deporte de alto nivel ya no puede funcionar sin analgésicos? Ante esta alarmante situación, médicos y expertos en dopaje advierten de las dramáticas consecuencias que conllevan estos fármacos.
Los llamados antinflamatorios no esteroideos (AINE) reducen la fiebre y la inflamación e inhiben el dolor. Se trata de fármacos, por lo general de venta libre, cuyos principios activos son demasiado débiles para acabar en la lista de sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).
“Salvo en situaciones especiales, los deportistas suelen tomar estos productos de forma profiláctica. Esto ya puede considerarse abuso”, aseveró el médico Wilhelm Bloch, de la Escuela Superior de Deportes de Alemania. Estimó que, según el tipo de disciplina y la categoría, más de 50 por ciento de los atletas de élite toman analgésicos con regularidad.
El ex futbolista croata Ivan Klasnic es uno de los casos deportivos más conocidos sobre el consumo de analgésicos y sus consecuencias. “Me envenenaron. Me dieron analgésicos que no estaban permitidos”, aseguró el ex jugador del club alemán Werder Bremen, quien denunció que las drogas arruinaron sus riñones y debió someterse a tres trasplantes. Una disputa legal con su antiguo equipo médico finalizó en 2020 con un acuerdo.