Siempre que se vota por un candidato se mide su perfil, su trayectoria política, su experiencia en eso de gobernar; en fin, se le analiza para saber si es merecedor del sufragio, pero pocas veces se mira con detenimiento quién o quiénes lo rodean, quiénes tomarán las decisiones que afectan a la población.
Y si bien las ocupaciones de tipo electoral llenan las agendas de quienes pretenden la candidatura, dentro de las oficinas las batallas por quedar bien llenan de traiciones –pero también de ideas, algunas hasta interesantes– los espacios de trabajo de una burocracia que busca sobrevivir en el mejor de los lugares: el cambio de gobierno.
Aunque a pedido expreso del presidente López Obrador, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se coló a las filas de quienes quieren. Bastó una prueba muy sencilla de savoire faire para que frente a todo el mundo quedara en claro la muy poca destreza del tabasqueño para enfrentar, por ejemplo, a la prensa.
No es posible imaginar a un presidente que le corre a los representantes de los medios y que no tiene discurso ni idea para enfrentarlos. Es decir, Adán Augusto López se la pasaría huyendo de la prensa o bien encerrado en Palacio Nacional para que nadie lo cuestione.
Por eso mismo ya no tiene ningún caso tratar de averiguar quiénes y qué tan capaces podrían ser los que lo rodearían para formar un equipo de gobierno.
El canciller Marcelo Ebrard ha ido construyendo algo muy parecido a una red de protección cuyos hilos más fuertes están en el aparato de comunicación de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Por ahí, por prensa o comunicación, como a usted mejor le guste llamarle, han pasado piezas claves en el trabajo de la cancillería que por el momento no tendría mayores reproches, sobre todo si se ve que México ha vuelto a encabezar las luchas en las que están comprometidos la mayoría de países del área.
El equipo es muy joven, pero se deja conducir por las estrategias del canciller y se trabaja coordinadamente. Así, Roberto Velasco y Daniel Millán, por ejemplo, han probado sus habilidades en las oficinas de comunicación y el canciller los tiene en muy buen aprecio y podrían ser parte de un grupo con mayor influencia para lo que viene. Sin olvidar a Martha Delgado, la única sobreviviente del gobierno de Ebrard en la Ciudad de México.
Pero hay más, la composición de un equipo de trabajo implica, necesariamente, el despojo de las ambiciones personales y el convencimiento de que el proyecto que encabece el candidato es el proyecto de todos, y así se lo han hecho saber a todos, aunque ya veremos, porque sin duda al caminar la carreta se acomodan las calabazas.
Dicen muchos de los que, se supone, sí saben que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, está sola, pero de eso nos ocuparemos en el siguiente espacio.
De pasadita
Bien por el Congreso de la ciudad que por fin dio una. Decimos que bien porque como están las cosas lo único que faltaba es que la mayoría de Morena en el mismo Congreso decidiera hacer más que visibles las diferencias que al interior del grupo existen y la iniciativa de la jefa de Gobierno se fuera por el caño.
Esta vez no fue así, Morena votó unido y la posibilidad de cambiar al IECM está a la vuelta de la esquina. No se trata, como expresan los maldicientes, de desaparecer a la institución, pero sí de darle su exacta dimensión.
Hoy por hoy el INE y los órganos electorales locales están dedicados al juego de la política electoral y de pronto son jueces y componentes de algún episodio de la grilla, pero siempre desde la ventaja de sentirse los “árbitros” del juego.
La cosa es tan clara que ahora lanzan comerciales para hacerle saber a la gente que el INE es de ellos –¿cuándo se los quitaron?–, lo que no le dicen es que con el dinero de su INE ellos, los consejeros, que ya descubrieron que la institución es de los ciudadanos, pueden vivir con una comodidad por encima de un muy alto porcentaje de la población. Total, qué bueno que cuando menos ya hay intención de regresarle a la gente el organismo que alguna vez le “incautaron”. ¿O no?